Columnista:
Elkin Giraldo Castellanos
Miles de personas han salido a protestar en los Estados Unidos por el asesinato de George Floyd, un hombre negro de 46 años, que murió en manos de la Policía.
Según muestran las imágenes difundidas en distintas ciudades del país norteamericano, todo es un caos. Esa ha sido siempre la respuesta del capitalismo para justificar su mano dura: militarizar, enviar policía, castigar. Incapaz de articular pueblo, nación y Estado, apela a la xenofobia y al racismo para sostenerse.
“Dejen de matar negros” es una de las leyendas que se ven en los carteles que han puesto en el lugar del arresto de George Floyd. En videos que circulan por las redes sociales se ve el instante en que el hombre dice a los oficiales que no puede respirar, este hecho también fue trasmitido en Facebook Live por un transeúnte. “Por favor, no puedo respirar, me duele el estómago, me duele el cuello, todo duele, me van a matar”, fueron las últimas palabras que se conocieron de él.
En rechazo, la población se ha levantado con indignación, pero sin una clara dirección política, en momentos donde se juega la Presidencia de los Estados Unidos con un posfacismo impulsado por Trump y esparcido en Latinoamérica con operaciones mediáticas y judiciales que cada vez nos hacen repensarnos como sujetos.
¿No es el caos anárquico que se celebra por parte de algunas fuerzas progresistas o, que dicen serlo, un lugar común que promueve y espera el mismo sistema?
Es necesario que las marchas y las protestas tengan una idea que conduzca; en este caso los ciudadanos estadounidenses deben renunciar a esa política genocida que hoy gobierna y que ha gobernado durante años. Las protestas deben dirigirse a esa clase política que hoy los invisibiliza y maltrata, y debe ir por gobiernos más humanos.
Ante lo que sucede en Estados Unidos, ese posfascismo que ya se posiciona y saca lo peor del ser humano en la voz de Trump y, que hace eco, aquí por ejemplo en el Centro Democrático y otros centros, hay que contrarrestarlo de manera organizada.
Las revueltas se tienen que direccionar a salidas políticas concretas en donde prime la vida. Este racismo que habilita a matar por ser negro no se puede justificar más en el mundo. ¿Cuántos George más tienen que pagar por un sistema que excluye, se enriquece y mata?
La familia de George denunció a la Policía por exceso de la fuerza y racismo. Mientras tanto, sus imágenes ya circulan por el mundo como un nuevo caso de abuso que se traslada en ira. Sin embargo, debe conducirnos a una nueva política.
Para avanzar hay que cambiar nuestras concepciones del mundo o, por lo menos, detenernos a reflexionar sobre aquellas que las hacen estar en retroceso y modificarlas.
La apuesta pasa por la invención de otro lugar distinto al tedio neoliberal y que promuevan otras prácticas lejanas a la xenofobia, al racismo, etc.
Ninguna unión es posible con el odio. No hay salida del ciclo cuando se pretende acabar la violencia con violencia. Por George y, por todos los negros del mundo, lo mejor es apostarle a una salida política, emancipadora, que no distinga el color de piel, que nos haga libres.
