Columnista:
Mauricio Galindo Santofimio
Viéndolo bien, menos mal que ya muchos políticos se han lanzado al ruedo y han dejado ver sus ganas de llegar a la presidencia de la república, porque eso nos da tiempo de hacer un riguroso análisis y de auscultar concienzudamente a cada uno de los que nos pretenden gobernar.
Falta más de un año para que conozcamos quién va ser capaz de remplazar al aprendiz que nunca aprendió, y quién va a ser ese que va a «salvar a Colombia», pero, prematuramente, ya muchos andan viendo a ver qué jugadas hacen para llegar al Palacio de Nariño.
Por supuesto, todos dicen eso, que salvarán el país y que son los más adecuados, los idóneos, los más preparados para esa labor y para ocupar el solio de Bolívar. Todos critican a ‘Narciso’ Barbosa, como llamó Ramiro Bejarano al fiscal general de la nación, pero andan en las mismas. Bueno, en realidad aún no, ya lo harán. Los que andan diciendo que x o y candidato es casi un dios, son, obviamente, sus seguidores; esos que inundan las redes con groserías y guachadas contra los que tienen otros.
Así piensan convencer a los demás de que sus mesías son realmente eso. En fin, allá ellos con sus fanatismos y sus improperios diarios contra todos y contra todo. Lo que nos debe preocupar es quién es y qué dice ese posible candidato para hacerse acreedor de la confianza de los demás y de los votos de los suyos.
Porque confianza es lo que requiere, primero que todo, cualquier aspirante a la presidencia, y muchos ya la perdieron sin siquiera haber empezado a pedalear para lograr la meta.
La baraja de aspirantes es grande, aunque algunos no lo hayan dicho abiertamente: Gustavo Petro, Roy Barreras, Juan Manuel Galán, Humberto de la Calle, Sergio Fajardo, Marta Lucía Ramírez, Germán Vargas Lleras, Alejandro Gaviria, Federico Gutiérrez, Alejandro Char, Jorge Enrique Robledo, Paloma Valencia, Óscar Iván Zuluaga, Rafael Nieto, Efraín Cepeda, David Barguil. Mauricio Cárdenas, Juan Carlos Echeverry, Juan Carlos Pinzón, en fin.
En realidad esa larga lista, a la que se unirán otros, es de precandidatos, porque ahí harán negocios, componendas, arreglos; se dirán entre unos y otros que si tal o si Pascual queda de candidato o de presidente, el otro ocupará equis cargo, irá a tal ministerio, sus familiares serán nombrados en tal embajada, y así.
Esa es la política y nada nuevo corre bajo el sol. Siempre ha sido así y las cosas no van a cambiar. De nosotros, de ustedes y de mí, depende que algo se transforme, aunque sea muy poco. Depende del voto consciente y estudiado que cada uno deposite en las urnas que tengamos un mejor rumbo en el país y que esta Colombia nuestra de cada día, que no para de llorar muertes, masacres, inequidades e injusticias, se levante de ese letargo eterno que ha permitido que cualquiera, hasta sin preparación, tome sus riendas.
Decía al comienzo que menos mal que hay tiempo de análisis. Eso es lo que toca hacer, y, como lo he manifestado siempre, lo importante es votar por las propuestas y no por la personas, aunque ellas, su carisma, su voluntad, sus deseos de ayuda y su talante sean importantes.
Ya lo decía Yuval Noah Harari, las elecciones despiertan pasiones y la gente se enamora de unas personas que, a la postre, digo yo, terminan traicionándolas, engañándolas y haciendo todo lo contario de lo que le prometieron.
Hasta ahora, en esta etapa de patos al agua, solo se ven figurines, pero de planteamientos serios y concretos pocón pocón. No se saben todavía sus programas aunque ya muchos se intuyan. No se conocen las transformaciones que plantean, aunque ya muchas se presientan. No se sabe qué país quieren, aunque ya se sobreentienda.
Entonces, las cosas que se deben analizar son varias. Gabriel Silva Luján ya dio unas puntadas en El tamiz, su columna del 22 de febrero en El Tiempo: «No son elegibles aquellos candidatos que consideren la carta magna un coto de caza que se puede modificar, negociar, alterar, incumplir o traicionar en función de intereses políticos de corto plazo…
Quienes crean que la paz en Colombia se alcanza con la victoria final y la guerra eterna no podrán ser mis candidatos. Tampoco quienes quieran deshacer los acuerdos de paz vigentes y aquellos a los que se llegue en el futuro, dado que esos incumplimientos son generadores de nuevos ciclos de violencia, como lo estamos viendo con las zancadillas que se les han puesto a los acuerdos con las Farc».
Y continúa Silva Luján: «Quien crea que no es la hora de construir una política de cambio social profundo que mediante audaces medidas reformistas y tributarias le permita al Estado allegar los recursos para transformar la situación de millones de colombianos en campo y ciudades, y que le tiemble la mano para deshacer monopolios, privilegios, estructuras rentistas y prebendas a los más pudientes, no contará con mi voto».
Por último, el exministro se refiere a las relaciones internacionales que, agrego yo, en este Gobierno han sido un total fracaso; y a la seguridad y a la tranquilidad que, también agrego, se han ido perdiendo por cuenta, precisamente, de los incumplimientos al acuerdo de paz y de las profundas brechas sociales que se han ido agrandando por culpa de una administración que es para unos pocos. El que quiera ser presidente deberá trabajar muy duro para mejorar esos frentes.
No se puede votar por una persona que añore las políticas de Trump ni por aquel que vea en sus vecinos a sus peores enemigos y propicie derrocamientos en las naciones hermanas; ni por los que sigan respaldando a presidentes de papel.
Pero el análisis no debe parar ahí. No se puede votar por un candidato que genere odios y profundas discrepancias. Quienes lo hagan, o cambian o están —o deberán estar— condenados al fracaso. No se puede votar por aquellos que no tomen partido y no definan en qué espectro político están, qué defienden, qué quieren.
No se puede votar por un candidato uribista de ninguna manera, ni por aquel que medio muestre asomo de cercanía con cualquier política auspiciada por el expresidente Uribe. El legado que ha dejado ese falso mesías ha sido funesto y debe pasar al olvido cuanto antes.
No se puede depositar un voto por un indiferente ante las desigualdades, las inequidades, las indolencias y que olvide las zonas más pobres del país; ni por aquel que no se comprometa con una lucha frontal y decidida por erradicar de nuestras tierras el horrible episodio de las masacres y de las muertes selectivas.
Votar por quien quiera fumigar las tierras y a sus gentes con glifosato sería el peor error. Así como hacerlo por quien se oponga al aborto, a la diversidad y auspicie la misoginia, la homofobia y la lucha de clases. No hay que votar por los mismos de siempre, por esos que han vivido de la política; es decir, de los demás, sin retribuirles de alguna forma el favor de haberlos montado en el pedestal de partidos políticos del cual, y con el cual, se han aprovechado, han hecho y han deshecho.
No se puede sufragar por ninguna extrema. Ni de derecha ni de izquierda ni de centro. Porque esa babosada de decir que se es de extremo centro solo se le puede ocurrir al presidente Duque. Nada, por esos candidatos ningún voto. De lo que se trata es de privilegiar el eclecticismo.
Queda tiempo, por fortuna, para seguir haciendo análisis. Ojalá sean los correctos, y ojalá el próximo presidente sea capaz de darnos otro país, otra Colombia, porque la que tenemos es un desastre.
Adenda. Si estamos volviendo a la guerra, con bombardeos incluidos —sean contra quien sean, incluso contra niños— como les debe gustar a muchos que viven de ella y saborean con placer sus horrores, sería bueno que, al menos, se respetara el Derecho Internacional Humanitario. Eso de decir que los niños reclutados por guerrillas y grupos criminales son «máquinas de guerra», no solo es una infamia, sino un desconocimiento de la dura realidad de muchos de ellos. Increíble que una persona que dirigió el ICBF diga abominaciones como esas. Ministro Molano, a Guillermo Botero otro bombardeo le costó el cargo. ¿Qué espera para irse usted también?
El que Vote debe hacerlo por la Paz Integral de Colombia, por la Reconciliación, Por romper las Desigualdades Sociales y por la Generación de Empleo en el Campo, la Región y las Ciudades, lo demás es demagogia, barata,Pero lo que si debemos es sacar del Ruedo a todo lo que genere División, Odio y Guerra !!!
Sus programas son vitales y sus compañías !!!!!!!