¿Por qué quieren sacar a monseñor de Cali?

Opina - Sociedad

2017-02-14

¿Por qué quieren sacar a monseñor de Cali?

Vivo o muerto, esa es la consigna de quienes quieren a Monseñor Darío de Jesús Monsalve, fuera de Cali y silenciada su voz.  La historia para él no es nueva.  A su paso por Medellín también fue amenazado y presionado por sus posturas a favor de la paz y los jóvenes vulnerables, hoy carne de cañón del conflicto armado urbano.

Monseñor en Cali como en Medellín ha dicho la verdad «duélale a quien le duela».  Trabaja en los sectores vulnerables, tratando de desactivar las expresiones de violencia que cobran la vida de niños, jóvenes y adolescentes, que apenas sobreviven, en las comunas más pobres.

Advierto que soy «anti iglesia», no me gusta ninguna, me declaro creyente ferverosa en Dios, agradecida por cada bocanada de aire que llevo a mis pulmones, pero no creo en esas construcciones humanas y machistas, llamadas religiones.

Defiendo la voz de Monseñor Darío de Jesús Monsalve como defiendo la voz del Papa Francisco porque sus posturas son mucho más ajustadas a la definición de justicia: «Dar a cada quien lo que le corresponde»; muy ajustadas a la definición de Derechos, de protección a la vida.  Puede que en temas como aborto y adopción entre parejas del mismo sexo, él, Monseñor y yo, no estemos de acuerdo, pero en su lectura de la sociedad que tenemos, estamos totalmente identificados.

Los periodistas nos hemos dedicado a contar historias, dejando de lado, responder las preguntas básicas de una noticia: qué, quién, cuándo, dónde, cómo y por qué.  En los ataques contra monseñor llenamos páginas con afirmaciones e interpretaciones, pero no hemos contado a nuestros públicos por qué lo quieren sacar de Cali.

Peor aún, un abogado manipulador hace una serie de aseveraciones y los medios que publicaron y titularon esas afirmaciones, no se tomaron la molestia de consultar a Monseñor.  El mismo abogado afirma haber recibido una propuesta de soborno de Monseñor, pero cuando se le pide presentar las pruebas, afirma que no presenta la grabación porque le haría más daño al sacerdote… qué tal!! Cómo si no le hubiera hecho suficiente daño.

Pretenden poner a Monseñor Darío de Jesús en la picota pública, con un tema tan sensible como la pederastia en la iglesia católica, y eso en derecho y en justicia, deberá resolverse en los estrados judiciales, por fuera de la desinformación mediática  promovida por ciudadanos que no leen y repiten como loros lo que otros publican sin consultar la fuente

No pretendo defender a la institución, pero no puedo guardar silencio ante la ignominia que se teje en medios de comunicación y redes sociales, en un intento de asesinar moralmente a quien todavía no se atreven a asesinar físicamente.

Afirmar que Monseñor autoriza el abuso sexual o desconoce la responsabilidad de la iglesia en esos delitos, es utilizar la misma estrategia promovida por durante la campaña electoral para el plebiscito.  Así como lograron que la gente saliera a votar «emberracada» por el NO, ahora consiguen que la gente salga «emberracada» a opinar en redes, contra monseñor.

A Monseñor Darío le montaron el «camuflado» de guerrillero cuando se atrevió a decir que la gente decente votaría «sí» al plebiscito por la paz.  Debió incomodar mucho, a algunas personas, cuando dijo que los intereses que la Nación le cobra a EMCALI, por el crédito de la PTAR, son un «Gota a Gota» para la empresa y la ciudadanía usuaria de los servicios que presta EMCALI.  Para no entrar en detalles relacionados con el préstamo, sólo diré que Emcali pagará a la Nación este año, 151 mil millones de pesos a la Nación, y de esa suma 104 mil millones son intereses.  A capital se abonan  menos de 46 mil millones, y la renta sigue durante 8 años más.  Si eso no se define como injusticia, que alguien me explique entonces.

Monseñor Darío de Jesús Monsalve. Imagen cortesía de: Zona Cero

Ahora bien, quizá lo que más está molestando a ese sector de la sociedad caleña que prefiere mantener excluidas a las mayorías más pobres y humildes, es la participación de Monseñor en el proceso de Paz con el ELN en Quito, un proyecto de país que sí busca la participación ciudadana, es decir la construcción de esa Segunda República que todavía los colombianos no construimos, y de la cual nos habla muy claramente William Ospina en su libro «PA QUE SE ACABE LA VAINA».

La muerte sistemática a la que se está condenando a quienes hacen parte de Marcha Patriótica, a la prensa que visibiliza lo que se quiere mantener oculto, a los líderes sociales y campesinos, a los reclamantes de tierra, nos hace pensar que el proceso de Paz de La Habana será un fracaso como lo fue el intento de pacificar al país con el Frente Nacional.

«¿Hicieron algún esfuerzo por mitigar los sufrimientos del pueblo? ¿Mostraron alguna vez arrepentimiento o fueron conscientes de que era su manera de gobernar el país  lo que los había educado en el odio, la desconfianza, en la discriminación de los humildes y el desamparo de los débiles?  Al contrario: en cuanto empezó la paz que ellos mismos había decretado, recomenzó la persecución contra todo lo distinto: ni los indígenas fueron reivindicados, ni los nietos de los esclavos fueron integrados a un proyecto nacional… y en cambio las iniciativas disidentes, como la de la Alianza Nacional Popular, (Anapo), de Gustavo Rojas Pinilla, o como el Frente Unido, de Camilo Torres, o como las luchas estudiantiles por la reforma educativa, fueron hostilizadas, perseguidas o traicionada por la elegante dictadura de los dos partidos.  El sueño de Colombia volvía a aplazarse.  El pueblo volvía a quedar postergado.  La segunda república quedaba para el siglo siguiente«. («PA QUE SE ACABE LA VAINA. Willliam Ospina. Página 150)

Seguimos teniendo la misma dirigencia interesada en mantener postergado nuestro sueño de una verdadera república.  Cualquiera, con sotana o sin ella, con fusil o sin él, con micrófono o sin él, que pretenda cambiarlo, se convierte en objetivo del Establecimiento, de las mafias, de la extrema derecha conformada también por ejércitos de gentes humildes al servicio de los más poderosos.

Quienes conocemos la altura moral de Monseñor, sabemos que sólo buscan silenciar su voz: «y qué ha de ser de la vida si el que canta no levanta su voz en las tribunas, por el que sufre y por el que no hay ninguna razón que lo condene a andar sin manta».  Hoy más que nunca todos y todas debemos levantar la voz en solidaridad con Monseñor, no permitamos su muerte física ni moral, no permitamos el triunfo de la mentira y la maldad, sobre la bondad de este pastor.

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Alicia Sarmiento
Periodista, abogada de la Universidad Santiago de Cali y libre pensadora.