Autor: Gustavo Enrique Mestre Cubillos
El 4 de diciembre del año 2000 la Asamblea General de las Naciones Unidas adopta, en su quincuagésimo quinto período de sesiones, la resolución 55/76, mediante la cual declara el 20 de junio como el Día Internacional del Refugiado, haciéndolo coincidir con el también aniversario de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.
Esto, luego de que la Tercera Comisión presentara ante la Asamblea General de Naciones Unidas el informe A/55/597, el cual fue incluido en dicho periodo de sesiones como el tema 109, en una expresión de solidaridad con África, continente que para ese entonces, albergaba la mayoría de los refugiados del mundo.
Este 20 de junio fue la conmemoración número 18 desde que se aprobó dicha resolución y la situación para el pueblo africano no ha cambiado. Es más, a diario vemos cómo el pueblo africano arriesga su vida en barcas artesanales para exiliarse en los países de Europa.
El Pueblo Saharaui, quien viene desde los años 70 implorando su independencia a orillas del desierto del Sahara, es cada vez más asediado bajo la complicidad de los países y empresas que financian las guerras con la venta de armas.
No obstante, la situación de Colombia es igual y, en vez de mejorar, empeora gracias a esa clase política y a empresarios colombianos que sostienen su economía con la apropiación ilegal de la tierra y que, por temor a la verdad sobre el conflicto, prefieren hacer trizas el acuerdo de paz alcanzado con la en otrora guerrilla de las FARC-EP.
En vez de llevar la verdadera presencia del Estado a las zonas dejadas por esta exguerrilla, lo que se ha llevado a los territorios es más militarización a favor de las grandes empresas multinacionales, dedicadas al extractivismo de recursos naturales y a las grandes extensiones de cultivos de palma, caña y pastos para la ganadería, entre otros, que hacen más daño al ambiente incluso que los cultivos de uso ilícito.
Asimismo, el fortalecimiento de los grupos neoparamilitares y otros grupos armados continúan produciendo desplazamientos forzados de comunidades y familias enteras, asesinatos selectivos y sistemáticos de líderes y lideresas sociales, defensores de derechos humanos y del ambiente y de activistas políticos, que actualmente hacienden a más de 700 víctimas. Esto, sin contar el asesinato de campesinos que no son líderes y los más de 130 exguerilleros en proceso de reintegración asesinados.
Aunque actualmente los medios de comunicación y el mundo entero solo tienen ojos para ver la difícil situación que vive el pueblo venezolano y que ha conllevado al auge de los inmigrantes del mundo, gracias al bloqueo económico y a las políticas de guerra de Estados Unidos; la situación de Colombia se agrava cada día.
No obstante, para la ACNUR la cifra era superior a 7 millones de personas desplazadas, y estas cifras siguen en ascenso.
Nada más entre el 1 de enero al 7 de junio de 2019 fueron reportados 35 desplazamientos masivos que afectaron a 8223 personas de manera directa, esto sin contar, la cantidad de colombianos que por razones políticas, de persecución estatal y paramilitar han tenido que exiliarse.
Solo en España, según reporte en rueda de prensa desde Colombia por Paloma Favieres, directora de políticas y campañas de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), han aumentado las solicitudes de asilo político y refugio, sobre todo en 2018 y mucho en 2019, lo cual es un reflejo, según sus propias palabras, de que “algo serio está pasando en Colombia”.
De la misma forma, las cifras del Ministerio del Interior español reportan que, los colombianos que solicitaron asilo político o refugio en España, pasaron de 656 en 2016 y 2.504 en 2017 a 8.650 en 2018, y hasta el 31 de mayo de 2019 ya había 10.122 solicitudes de Asilo o refugio.
Por todo ello, aunque lo que se conmemora a nivel mundial es el Día del Refugiado, gracias a la resolución 55/76 de la Asamblea General de Naciones Unidas, para estos días prefiero que se conmemore en el mundo la fecha del 20 de junio como el Día Internacional de los Exiliados, en razón a que el refugio es un derecho humano universal.
Y a este derecho debería poder acceder cualquier persona en el mundo que emigre de su país de origen en busca de nuevos horizontes, en cambio el exilio es una flagrante violación a los derechos humanos y al Derecho Internacional Humanitario, al que han tenido que optar muchos como único mecanismo para salvaguardar la vida, obligándose —o más bien obligados— a abandonar su país de origen, sus familias, trabajos y amigos.
Foto cortesía de: El Tiempo