Autor:
Róbinson Úsuga Henao
En una ciudad profundamente desigual como Medellín, son miles las mujeres, casi siempre madres solteras, que viven de las ventas ambulantes, especialmente de la venta de tintos. Los parques Botero y Berrío son algunos de los lugares del centro de la ciudad donde ellas se congregan para ofrecer sus productos a los transeúntes.
Durante la pandemia de la Covid-19, estas mujeres se han visto en una situación especialmente difícil, dado el encierro generalizado y las limitaciones de movilidad que se establecieron por orden de los gobiernos nacional y municipal.
Al vivir del día a día, ya que las ventas de tinto dejan pocas ganancias, y al no poder trabajar y no recibir ayudas económicas o alimentarias periódicas, la mayoría de estas mujeres han empezado a sentir verdadera desesperación.
Mientras se abren los sectores de construcción y comercio, las vendedoras de tinto han sido sometidas a una vigilancia implacable por parte de las autoridades, sin haber empatía ni solidaridad con sus necesidades.
Por eso en los últimos días ellas se vienen quejando de las persecuciones policiales que limitan su derecho al trabajo. La desesperación es tal, que una de las vendedoras de tinto se suicidó por la angustia de no poder mantener a sus hijos en las actuales circunstancias. Su nombre: Luz Adriana Upegui, de 27 años de edad.
Antes de quitarse la vida el pasado 8 de junio, Adriana publicó este video denunciando la situación que aún padecen al menos 400 vendedoras de tintos que aún continúan hostigadas por la policía metropolitana:
El jueves 11 de junio trascendió que en reuniones con la Policía de Medellín se acordó que para poder vender tintos en el Parque de Berrio de la ciudad, las tinteras debían lavar todo el parque, asumiendo de ese modo un servicio que debería estar en manos de la municipalidad y de las Empresas Varias de Medellín, entidades que recaudan sufientes recursos para esa labor de limpieza de la ciudad.
Ese condicionamiento de que deben lavar el parque para poder trabajar, hace que las mujeres que venden tintos sean explotadas por las autoridades policiales, ya que aumenta su carga laboral desde mucho antes de poder ofrecer un tinto a los transeúntes, y entendiendo que estas mujeres también deben hacer trabajo al interior de sus hogares como madres solteras que son.
Esta situación ha generado indignación entre la ciudadanía. Muchas personas vienen preguntándose por qué las vendedoras ambulantes deben trabajar el doble para vender un tinto y por qué deben lavar los parques públicos como si fuesen empleadas municipales.
¿Acaso no es suficiente con tener condiciones de trabajo precarias, con ser perseguidas en la calle por los policías, con ser cuidadoras del hogar y generar ingresos para sus familias? ¿Ahora tienen que asumir gratuitamente el trabajo de la municipalidad?
Es lamentable esta situación porque el Estado se aprovecha de las necesidades de estas mujeres para someterlas a que hagan una función que es propia del Estado.
Además, condenar a las mujeres a que sean fregadoras de piso, incluso en el espacio público de forma gratuita y condicional para poder tener permiso de vender un tinto, puede ser otra forma de violencia basada en el sexismo.
Pero más allá de eso, aún se tiene desconfianza con respecto al trato que reciben de parte de las autoridades, quienes ya las habían puesto a lavar el parque pero al parecer no les cumplieron, tal y como lo evidenciaría el texto de una publicación anónima hecha en Facebook:
«Esperamos que la policía cumpla su promesa pues ya ellas en una ocasión lavaron todo el parque y la policía continuó su represión contra las trabajadoras. Si esta vez el Estado no cumple el acuerdo, las compañeras están dispuestas a volver a movilizarse porque no van a aceptar más atropellos».
Artículo publicado como parte de la alianza entre la Corporación Orión y La oreja roja.
Abuso total, donde esta la procuraduria??
Donde esta la primera autoridad del municipio??