Un estudio de la Universidad de Bristol encontró un dato sorprendente: los niños que no comen pescado son menos propensos a desarrollar comportamientos prosociales.
A los 7 años, tenían un 35% menos de probabilidades de ser amables. A los 9 años, esta cifra aumentaba al 43%.
En pocas palabras: el consumo de pescado podría influir en la empatía y el comportamiento social.
¿Por qué el pescado beneficia el cerebro?
El pescado es rico en nutrientes clave para el desarrollo cerebral y la salud mental:
Omega-3 – Mejora la función cognitiva y el estado de ánimo. Vitamina D – Regula el sistema nervioso y la producción de serotonina. Yodo y Selenio – Esenciales para el crecimiento y el equilibrio hormonal.
Estos componentes pueden influir en la capacidad de los niños para gestionar emociones y relacionarse con los demás.
El dilema del consumo de pescado
A pesar de sus beneficios, comer más pescado no es tan sencillo en la actualidad.
Sobrepesca: Muchas especies están desapareciendo, y algunos científicos advierten que los océanos podrían quedarse sin peces comercialmente viables para 2048. Contaminación: Los mares están llenos de microplásticos, metales pesados y desechos químicos, que pueden afectar la calidad del pescado que consumimos.
Entonces, ¿cómo obtener sus beneficios sin dañar el planeta?
Alternativas y consumo responsable
Para disfrutar del pescado sin contribuir a la crisis ambiental:
Elige pescado de fuentes sostenibles – Busca certificaciones como MSC (Marine Stewardship Council). Varía tu dieta – Incorpora fuentes vegetales de omega-3 como chía, linaza y nueces. Apoya la pesca responsable – Prefiere mercados locales y prácticas sostenibles.
Si bien el pescado puede aportar beneficios a la salud mental, no es la única clave para criar niños más amables.
El aprendizaje de la empatía viene del ejemplo, la educación y el entorno.
Comer pescado puede ayudar al cerebro, pero criar personas compasivas es una tarea mucho más compleja que el simple consumo de omega-3
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