En vista de los recientes sucesos nacionales, llegó a mi mente el recuerdo de una “tesis” que convertí en artículo hace algunos meses. En hechos aparentemente diferentes, aparece la misma forma de abordar la noticia desde la opinión y medios nacionales, el método disperso y lleno de omisiones con el que relatan los sucesos, mencionado en texto previo como “la distracción”: tergiversar la realidad, distraer las mentes del ciudadano para dar diferentes matices a la realidad nacional o, por qué no, ir más allá, ocultarla.
Sí, ocultar el entretejido, la esencia misma de la verdad, presentando noticias a medias o con sesgo (¿ideológico?), algunas otras hiperbólicas, repetitivas, otras tantas nunca llegan al cabezote.
La macabra historia de violación y feminicidio, subsecuente encubrimiento y muertes alrededor del caso de Yuliana Samboni fue titular por semanas en los medios locales, grotescamente utilizado hasta la saciedad. Sin desconocer lo importante, movilizador y tristemente educativo que resultó este crimen, se volvió una nota recurrente que pareció ser usada como cortina de humo ante otros hechos igual de dantescos que han acontecido.Se repite la nota roja del crimen de barrio, del feminicidio, de la alta accidentalidad en las vías, situaciones muy relevantes que requieren visibilidad pero no deben ser los temas imperantes en toda una emisión noticiosa.
Poca profundidad se le da a los notorios casos de corrupción que se están revelando (tardíamente), se omiten datos importantes sobre la participación de burócratas y otros dirigentes de este y del gobierno anterior (principalmente) en grandes desfalcos a la nación como los escándalos de Odebrecht, Reficar, Interbolsa, Isagén, entre otros.
Poco o nada se habla de los asesinatos en cadena de líderes sociales y campesinos, solo quedan como otra nota roja sin tinte investigativo, se da, eso sí, espacio al gobierno para descalificar la aparente sistematicidad y distraer sobre el tema.
El coscorrón y otros abusos laborales de Vargas Lleras se mencionan casi como un asunto de farándula, así como se evita asociar su nombre con los múltiples criminales afiliados a su partido (ej: Kiko Gómez, condenado a 55 años de prisión por asesinato), dejando de lado esa labor de la prensa que debe derivar en investigaciones como ocurre en otras latitudes del planeta.
Así, podemos mencionar mucho de ese silencio, de esa omisión cómplice de los medios, que poco asocian a las figuras relevantes o reales determinadores de los hechos con los incriminados o azarosamente descubiertos. Distraen con la noticia indignante de hechos de violencia por intolerancia u otros vejámenes que merecen relevancia, pero son tímidos o callan a la hora de poner nombres y situaciones claras cuando se trata de poderosos.
Parece una labor sin descanso de algunos medios el hacerle “el tape” o “el 14” a ciertos sectores políticos o grupos empresariales. Podría ser tan simple ligar el maremágnum de acusaciones que pesan contra notables figuras como el ex presidente Alvaro Uribe (desde sus posibles nexos paramilitares hasta el más reciente escándalo de Odebrecht), derivando en profundas investigaciones, pero el medio olvida esa función: muestra vagamente el hecho pero da larga exposición a la defensa o acciones distractoras del personaje.
La distracción sigue siendo predominante, lo “indignante” de un baile, las notas rojas repetidas, la minimización de los actos de los corruptos, el embellecimiento de ciertos criminales ante la óptica del espectador (arquitecto, reconocido empresario, notable exministro, etc.) deben dejar de ser el pan de cada día en los “informativos” nacionales o por lo menos debemos, como pensadores críticos, evitar comer de tan amargo bocado.