La corrupción, en todas sus modalidades y expresiones, guarda estrecha relación con la institucionalidad que cobija, emana y asegura la existencia de procedimientos reglados, caracteriza la toma de decisiones y define la cultura organizacional. Todo lo anterior, con estrecha relación con el contexto político y socio cultural de un país como Colombia.
En un país con una rampante corrupción pública y privada como Colombia, lo que se advierte es una baja o negativa institucionalidad, afectada en buena medida por liderazgos mesiánicos y poderes asociados a un ethos mafioso que la sociedad ha legitimado por largo tiempo. Desde presidentes de la República, a jefes de sección, gerentes, directores y mandos medios.
Es en ese contexto y circunstancias que podemos entender el “inusitado” enriquecimiento económico del general de la Policía, Rodolfo Palomino, denunciado por la periodista Victoria Eugenia Dávila[1].
Me pregunto: si en las Fuerzas Armadas existen oficinas de Control Interno y se cuenta con órganos de control como la Contraloría General de la República y la Procuraduría General de la Nación, ¿cómo es posible que nadie se haya percatado del incremento patrimonial del alto oficial? ¿Qué vigilancia ejerce la DIAN sobre funcionarios públicos que en ejercicio y en razón de sus funciones aparecen con patrimonios elevados, poco acordes con los salarios devengados?
Así como dentro de las mismas instituciones castrenses hay grupos de contra inteligencia encargados de vigilar a sus propios miembros, ¿por qué no se activan los mecanismos necesarios para hacer seguimiento a las inversiones y transacciones que hagan oficiales, suboficiales y personal administrativo?, en especial cuando se trata de figuras como Palomino, que a diario los medios exaltan y convierten en Héroes.
Ahora resulta que el General, de un momento a otro, dejó de ser el consentido de los medios masivos y por arte de birlibirloque ahora si le caben y le llueven toda clase de denuncias por corrupción.
Insisto: ¿en dónde quedó la institucionalidad y los mecanismos de control interno de la Policía Nacional? Es claro que la institucionalidad pasa, se instala y tiene sentido por el poder discrecional de oficiales como Palomino. De ese modo, quien llegue mañana a ser director general de la Policía Nacional hará exactamente lo mismo por cuanto está reglado y aceptado enriquecerse dentro de esta institución. Y en consecuencia, esas prácticas corruptas y la ceguera de los organismos de control, internos y externos, se replican en otras instituciones del Estado.
De allí que pedir la cabeza de Palomino no sirva de mucho si no se modifican los mecanismos de control interno y se consolide una institucionalidad que no derive del poder discrecional de un ministro, de un director o de un jefe de sección, entre otros.
Se equivocan los medios y el periodismo bogotano al concentrarse en la figura de Palomino. El hecho noticioso está en él, pero la mirada y el examen periodístico debe hacerse sobre la institucionalidad, sobre las reglas, los procedimientos y en general, sobre la evidente complicidad de entes de control que por omisión permiten que funcionarios estatales usen sus cargos y el poder para beneficio propio.
Cuando la prensa «elige» un caso de corrupción y lo convierte en noticia es posible que logre mucho desde una perspectiva noticiosa y del ratingratrating, pero no le alcanza para ocultar que ella, la misma prensa, colaboró para convertir al General Palomino en una figura pública de mostrar: lo posicionó como un oficial recto, proactivo, trabajador, casi un Héroe. Es decir, esa misma prensa que hoy lo ataca y busca su caída, ayer le sirvió para exhibir una imagen de funcionario probo, cuando realmente estaba, según los informes noticiosos, concentrando el poder, debilitando la institucionalidad policial y enriqueciéndose.
Si realmente la prensa quiere hacer su trabajo, debe entonces revisar las cuentas y el patrimonio de generales, coroneles y mayores, entre otros, del Ejército y en general de las otras fuerzas armadas. Sería muy triste saber que detrás de ese acucioso ejercicio investigativo de la prensa estén fuerzas oscuras que buscan debilitar a la Policía y tumbar al General. Y peor aún, que en el fondo haya un espíritu de venganza de los periodistas víctimas de seguimientos ilegales.
La prensa puede aportar al fortalecimiento de las instituciones del Estado, examinando a fondo la institucionalidad derivada de las actuaciones de presidentes, ministros y generales, entre otros. No hacerlo, convierte a medios y periodistas en amanuenses y estafetas de un régimen corrupto que usa a la prensa para ocultar las andanzas de algunos funcionarios y la enorme debilidad en la que devienen las instituciones del Estado.
[1] Noto un tufillo de “venganza” de la periodista en contra del general Palomino, dado que al parecer ella fue víctima de seguimientos ilegales («chuzadas») ordenados, supuestamente, por el alto oficial. ¿Por qué ahora, y justo después de las denuncias de posibles «chuzadas», se decide investigar periodísticamente el patrimonio del General? Eso sí, le corresponde al periodismo y a los periodistas vigilar de cerca las actuaciones de funcionarios públicos de esta categoría por cuanto la misma prensa, a diario, recoge las versiones, comunicados, versiones y opiniones de voceros y fuentes directas como lo es el mencionado oficial.