Participación y pedagogía, las tareas después del NO

Opina - Conflicto

2016-10-05

Participación y pedagogía, las tareas después del NO

Muchas veces pensé que la paz había llegado
cuando la paz estaba muy lejos
como los náufragos creen que ven la tierra
en el centro del mar

Fragmento de Emily Dickinson

La jornada del 2 de octubre en la que los ciudadanos colombianos votamos si apoyábamos, o no, el Acuerdo de Paz suscrito entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las FARC EP, fue una clara evidencia de la fractura y la división al interior del país en torno a la visión de cómo debemos superar el conflicto armado que nos ha agobiado como nación por más de cinco décadas y, que entre otros, ha dejado más de 200.000 muertos y siete millones de desplazados en todo el territorio nacional. De un lado, un amplio sector del país ratificó una postura que exige “mano dura” frente a un fenómeno de violencia que han denominado “narcoterrorismo”, y para el cual invocan penas ejemplares con el argumento de que no es posible una paz con impunidad. Por otro lado, un amplio margen de connacionales que respaldaron el proceso de paz y asumieron que lo acordado y consignado en los acuerdos era suficiente para que el país lograra la paz tan anhelada en un marco de justicia transicional. El triunfo fue para los primeros con un estrecho margen de medio punto porcentual.

Una vez superado el estupor en unos y el alborozo en otros por los resultados finales de la consulta plebiscitaria, quedan varias lecciones y asuntos a reflexionar, en un país que debe ahora encaminar todos sus esfuerzos por sostener lo negociado, mantener el apoyo de la comunidad internacional y más difícil aún, vincular de manera más directa a la negociación a ese amplio sector que encarnó el voto por el NO y que está representado por el senador Álvaro Uribe Vélez y su partido del Centro Democrático.

Tal vez la reflexión más importante que nos deja lo vivido, es que frente a un asunto de tan alto interés nacional como lo es la firma de un Acuerdo de Paz con el principal grupo insurgente del país, el apoyo de la sociedad y de todos los sectores políticos, es fundamental, y en ello no hay enemigo u opositor pequeño. Un solo partido político, el Centro Democrático, tuvo la capacidad de movilizar a medio país frente a la otra mitad que fue convocada por el resto de partidos y movimientos políticos que se sumaron al Sí. El hecho de que un solo sector político no se viese reflejado en el Acuerdo, fue suficiente para poner a tambalear un proceso de negociación de más de cuatro años.

La conclusión aquí es que es ineludible que el Acuerdo sea respaldado por la totalidad de fuerzas políticas del país para que así aumente su legitimidad y no siga generando más polarización en la opinión pública nacional. Ahora el gobierno, en cabeza del presidente Juan Manuel Santos, tiene la tarea de abrir las puertas del diálogo y poner a participar a amplios sectores políticos que se opusieron al proceso. Esta posibilidad desde ya la han denominado como un gran pacto nacional e incluso ya hay quienes se arriesgan a hablar de una Asamblea Nacional Constituyente, como la oportunidad de reunir a quienes se oponen y a quienes respaldan, en torno a la resolución del conflicto bajo una misma visión que sume multiplicidad de voces. Será una tarea titánica.

Por supuesto la participación no se limitará solo a darle cabida a la oposición. Se trata también, por ejemplo, de poner a participar con mayor ahínco a las víctimas, sentarlas en la mesa de negociaciones y hacerlos protagonistas, porque al fin y al cabo son los grandes afectados de una guerra que no escogieron. Del mismo modo, campesinos y líderes comunitarios deberán participar de manera más decidida en las discusiones frente a asuntos como el agro y el desarrollo con enfoque territorial.

Otra de las reflexiones importantes es que seguimos siendo una sociedad con una cultura revanchista y, ante todo, guiada más por las emociones que por la razón. El mensaje claro es que el colombiano no perdona fácil, precisamente porque ha vivido y ha consumido demasiada violencia y la misma, ha sido legitimada culturalmente como una manera de resolver conflictos. La cultura de la no violencia nos ha llegado tardíamente y no ha calado aún en el imaginario social. Es allí donde está el gran reto, es allí donde hay que desarrollar el trabajo de la pedagogía de la paz, y ese trabajo es a largo plazo. La pedagogía de la paz y la construcción de una ciudadanía informada y consciente no es una tarea que se realice de la noche a la mañana. Y es allí donde está el papel de los partidos políticos, de las organizaciones sociales y por supuesto de las universidades, sobre todo de la universidad pública. La construcción de paz es una tarea inminente y permanente.

La participación y la pedagogía son las grandes tareas que el país debe profundizar después del NO, si quiere sostener su intención de un Acuerdo de Paz que le ponga fin a la barbarie.

Publicada el: 5 Oct de 2016

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Diego Jaramillo
Comunicador Social y Periodista, Especialista en Estudios Políticos y Magíster en Comunicación. Me apasiona la literatura y la escritura en todas sus formas.