Chocó, departamento (aparentemente) perteneciente a Colombia, queda situado en la esquina nor-occidental de américa del sur, privilegiado geográficamente con la característica única de contar con costas en ambos océanos, cubierto en su mayoría de vastas selvas, arrullado por el constante sonido del agua no solo por su conexión marina, además por el caudaloso fluir de sus ríos en la ecorregión con mayor pluviosidad en el planeta. En el seno de su manto verde habitan las más increíbles criaturas, en esta región vastamente ecodiversa. Las maravillas de este suelo guardan desde los más preciosos minerales hasta las exuberantes plantas que crecen de el.
Se pensaría que sus habitantes viven en un exótico paraíso lleno de abundancias, pero en esta realidad la ironía es reina. La dicotomía (que parece burla) radica precisamente en que en medio de esta aparente tierra de oro muchos de sus habitantes viven en la pobreza, en la ignominia.
Resulta paradójico que posiblemente la primera calle pavimentada de Colombia haya sido la carrera 1ra en Quibdó, actualmente la cobertura de vías asfaltadas en los municipios es en muchos casos nula, sus habitantes llevan clamando desde más de 50 años carreteras para el acceso al departamento, lo cual ha hecho más invisible a la región, ha derivado en falta de productividad por la imposibilidad de traer insumos y maquinaria, así como la incapacidad de poder sacar productos rápidamente al mercado nacional. La poca producción local se limita a completar el pan-coger, la producción agrícola es prácticamente nula, sólo representada en los proyectos latifundistas de palma y plátano que causaron violencia, desplazamiento de pobladores y muerte de la mano de autodefensas en comandita con grandes empresarios. A pesar de ser el 9no departamento más extenso de Colombia, solo aporta el 1.72% del área cosechada y el 1.12% de la producción nacional.
De sus suelos se extraen a diario de manera ilícita toneladas de oro y metales preciosos, que han traído además de la horrible destrucción medioambiental, nuevos focos de violencia. La minería ancestral no contaminante ha sido desplazada o perseguida equívocamente como minería ilegal lo cual también ha derivado en la paulatina pérdida de un saber y el movimiento hacia otras actividades económicas, en ocasiones la ilegalidad. Me resulta triste cuando regreso a mi tierra ver en medio del majestuoso verdor de la selva, lagos color cian producto de la actividad extractivista tóxica para la naturaleza.
El saqueo sistemático continúa con la extracción de recursos maderables, fauna y flora de la mano de inescrupulosos mercaderes habitualmente venidos de tierras fronterizas al departamento, que han migrado desde décadas a hacer su agosto en tierra de necesidades. A su vez han colonizado gran parte de la actividad económica de la región, para la muestra prácticamente todo el comercio en Quibdó, Istmina y otros municipios es controlado por “paisas” (como comúnmente se menciona en esta región a personas blancas-mestizas, sin que esto represente siempre su procedencia). Todo esto ocurre ante la actitud desentendida de una clase gobernante que no le ha importado ejercer control territorial en la región, que en la mayoría de los casos son partícipes de acciones que permiten el lucro de externos y de paso el propio.
El departamento ha encontrado sus principales victimarios en quienes elige ciegamente o motivado por migajas que nunca llegan. El saqueo ha sido masivo por decenios por parte de una “elite” política que se ha atornillado a los puestos por redes de corrupción y clientelismo.
Se destinan recursos en múltiples ocasiones para vías, desarrollo social entre otros deberes que debe cumplir el gobierno local, pero estos dineros terminan siempre siendo caja menor, plata de bolsillo de los políticos. Es increíble que en un municipio capital como Quibdó haya una carencia generalizada de servicios básicos y un bajo poder adquisitivo en la gran mayoría de sus habitantes, pero exista un “barrio del estado” donde hay casas de más de 1000 millones construidas con el saqueo del erario para uso de políticos.
Sus redes de corrupción tardíamente se destapan, largo tiempo después de haber asaltado las arcas del departamento y dejando herederos para continuar el despropósito. Basta el ejemplo reciente de la olla podrida en la red de salud, sin contar las múltiples investigaciones que han sido llevadas o están pendientes a quienes han ostentado el poder. Esta rampante corrupción ha pasado de agache ante los organismos de control en muchas oportunidades, sin contar su promoción desde el estado acompañado del claro abandono que han demostrado los gobiernos a lo largo de los años.
La gran víctima de la corrupción es la ciudadanía, quien tristemente es fiel a la historia nacional siendo a su vez cómplice de su victimario, eligiendo a perpetuidad a quien lo roba, se vende el voto ante la esperanza de tejas o un mercadito que traiga el candidato de turno. Esto además potenciado por la coerción armada que muchas veces tiene un claro color político, resultan secretos a voces las conexiones de políticos locales con el paramilitarismo y otros políticos reconocidos a nivel nacional, pero no se da con la verdad y el elector a sabiendas de los yerros del candidato, vota por “necesidad”.
La corrupción ha derivado en un grosero atraso en infraestructura vial, creciente desempleo (mayo 18,5%), inseguridad, pobreza (pobreza monetaria: 62,8 % extrema: 37,1 %), rampante desigualdad (GINI: 0,598), ínfimo cubrimiento en servicios públicos (NBI: 79,2%), sin contar la paradoja del hambre y la sed en una tierra diversa con agua en cantidades masivas, que no puede ser usada para un buen consumo por su falta de potabilidad y redes óptimas de acueducto y alcantarillado.
En Quibdó que es la ciudad capital el agua no es potable, el cubrimiento es inferior al 40%, no hay planta de tratamiento de aguas residuales, estas terminan vertiéndose al río Atrato y otras fuentes hídricas, con la consecuencia de las enfermedades transmitidas por el agua, como las infecciones y parasitosis. Esto deriva en muertes por enfermedades prevenibles que afectan en su mayoría niños indígenas y afros. Por eso en el Chocó como en el África deprimida se mueren niños por diarrea, por desnutrición y otras patologías que no causan la muerte en sociedades progresistas.
La crisis en salud no da espera: pobre (casi nulo) acceso a la salud, no hay hospital de alta complejidad en la ciudad capital, la red de hospitales de 2do nivel del departamento es inexistente, no hay acceso a la consulta especializada (solo en Quibdó, sin acceso a todas las especialidades y habitualmente de forma particular). Desde mi experiencia como médico, viví en carne propia durante mi año rural la impotencia de no poder ofrecer calidad por ausencia de equipos, insumos, personal capacitado; de sufrir traslados de pacientes en graves condiciones por carreteras en mal estado, de ver niños condiciones avanzadas de desnutrición y otros vejámenes que vive la población a diario en materia sanitaria.
En educación la falta de oportunidades es evidente así como deficiente es su calidad y cobertura, los niveles educativos están en primaria y secundaria 37.4% y 25.7%, respectivamente y sólo el 10% de los chocoanos realizan estudios de preescolar y universitarios. La única universidad del departamento (UTCH), de carácter público, no cubre con la demanda de educación superior del departamento y su nivel de calidad no es adecuado (#129 nación #11522 mundial)
Debemos agregarle a este cóctel molotov, el trato indigno del pueblo colombiano que practica una doble moral que dice no discriminar pero a diario plantea un apartheid con el afro y con el Chocó. El racismo es subtexto implícito en las acciones de la sociedad y del gobierno, el pacífico y sus comunidades negras e indígenas solo se hacen visibles cuando hay desastres naturales o violentos, cuando ganan un Grammy o una medalla olímpica.
¿Entonces por qué el paro cívico? Las razones son suficientes (de pronto alguna se me escape), además de justas. El resultado óptimo de este paro serían la reivindicación de los derechos de los chocoanos, la visibilidad de su problemática a nivel país, la adopción de proyectos de carácter inmediato de parte del gobierno nacional y local con una férrea supervisión de los órganos de control y lo más importante el llamado de atención interno a una sociedad que ha perpetuado su pasado de desigualdad escogiendo a los mismos políticos saqueadores, debe darse un giro desde la sociedad para dar creación a una conciencia colectiva que debe derivar en una nueva concepción de la política regional alejada de la clase dirigente tradicional.
A ustedes mis coterráneos en especial a la juventud, que esta justa manifestación nos abra los ojos y llene de sentido de pertenencia para sacar a flote el Chocó y el pazcifico colombiano.
#ChocóExiste #ChocóesColombia
Publicada el: 22 ago de 2016
Algunos datos tomados de:
https://colombiadigital.net/images/stories/documentos/Top%20140%20Colombia.pdf