Bienvenidos a lo que Jorge Robledo llama, “la Colombia de la creatividad”, donde todo es posible, incluyendo pero no limitándose al clientelismo, mermelada, parapolítica y por supuesto la corrupción, que el anterior mencionado Senador del Polo Democrático Alternativo llama sistémica y con toda razón porque-parafraseándolo un poco- estos cuentos de organizaciones criminales haciendo política ya son historia patria.
En todo caso quiero centrarme simplemente en un temor que surge de los galimatías de la contradicción frente a lo que han pretendido llamar, desde la Oficina de Sergio Jaramillo, la paz territorial, que al parecer ni es paz ni mucho menos territorial. Es igual que un jugo de naranja en el que la tabla nutricional, con letras diminutas hace la siguiente aclaración “puede contener naranja”; o una crema para la alergia que advierte que puede provocar, como efecto secundario, una alergia.
Para ilustrar mejor mi punto, quiero apelar a los comentarios del Ministro de Minas y energía Germán Arce, referidas, palabras más palabras menos, a la inseguridad jurídica que sufren las pobrecitas multinacionales sin nadita que explotar, porque este pueblo colombiano es demasiado hambriento y no les da seguridad a los inversionistas gracias a sus antidemocráticas consultas populares.
No es de extrañar que el Gobierno esté “mordiéndose una” desde que la Corte Constitucional facultó a las autoridades locales para decidir sobre el uso del suelo a través de la sentencia T445-de 2016. Pero pasar un proyecto de ley al Congreso para prohibir que las consultas populares prohíban la explotación de minería e hidrocarburos, me parece absurdo, contradictorio y sumamente mezquino.
Se les arrugó cuando se dieron cuenta que Cajamarca en el Tolima es un ejemplo del poder popular frente al extractivismo y ahora pretenden encadenar ese poder de la manera más “democrática” con la representatividad del Congreso, a través de la vía rápida (o Fast Track) para evitar inconvenientes y para bajar los niveles de “mendicidad” de las grandes compañías que mueren de inanición y esperan aprovechar esta oportunidad histórica para explotar donde jamás se había explotado, obviamente cuidando al medio ambiente porque aquí somos muy rigurosos con esos temas (entran risas) y corrupción en este campo no hay…casi no…o nos hemos dejado pillar…no tanto (Entran risas nuevamente).
Entonces claramente la paz para los colombianos no es. Bueno para algunos quizá, porque así como proponía el cerdo Napoleón en la novela Rebelión en la granja “Todos son iguales, pero unos son más iguales que otros”. Pero el caso es que la paz es para inversionistas a los que desde tiempos inmemoriales se les chupa las medias. La gente “vale huevo” o incluso menos que huevo porque el huevo está bastante costoso.
A este paso se jodieron los de Pijao (Quindío), El Paujil (Caquetá) y Marmato (Caldas) e incluso los de Cocorná y San Carlos (Antioquia) o los Pitalito (Huila) que también pretenden tener sus territorios blindados contra la expresión más salvaje del progreso, con la sentencia en la mano.
Participar activamente en Colombia, parece ser un problema, aquí solo funciona la democracia representativa- que representativa tampoco es- mientras que con la participativa y la comunitaria se limpia el orto para seguir haciendo lo que generó la violencia en primer lugar.
La paz territorial va más bien flojita, de la participación política pocón pocón y de la reforma rural, que está muerta desde la ley Zidres, más bien ni hablamos. Esta es una muestra de lo referido por Boaventura de Sousa, al hablar de sociabilidades metropolitanas y coloniales en las que las áreas rurales (colonias) son sometidas a los poderes centralizados de las ciudades y sus habitantes son subhumanizados.
¿Para que firmamos la paz entonces? Sin ánimos de pecar de imprudente, creo que fue para montar las Farc Fútbol Club y buscar de pronto, la quinta Baby de Maluma, aunque Daniel Samper ya propuso a Débora Arango para este honroso título y quizá, si tenemos algo de (mala) suerte, para repetir el Baile Rojo a ver si superamos la cifra de 15.300 muertos de hace algunos años entre miembros de la UP y Líderes sociales. Ya vamos por buen camino van 139 líderes asesinados desde que se firmó la paz, el 1 de diciembre de 2016. Con un poquito de mano firme y corazón grande, seguramente lo lograremos.