Durante el decimonónico Colombia fue una nación inestable, abundaron los golpes de estado, guerras civiles y revoluciones regionales provocadas por intolerancias entre conservadores y liberales enfrentados visceralmente en torno a los paradigmas rectores de la sociedad: Centralismo vs. Federalismo, Proteccionismo vs. Librecambismo, Estado confesional vs. Laico, Conservadurismo vs. Sociedad libertaria.
La primera centuria de vida republicana resultó dolorosa, la construcción del sentido de nación nunca recogió las particularidades propias de las micro repúblicas regionales que como piezas de un rompecabezas se armaron teniendo como centro hegemónico a Bogotá, por tanto, al construirse una nación excluyente, el centralismo de facto se impuso en un vasto territorio caracterizado por la diversidad geográfica, social, económica y política.
Terminamos el siglo XIX y empezamos el XX en medio de la guerra civil más prolongada de nuestra bisoña vida republicana, la guerra de los mil días (1899-1902). Los panameños participaron activamente en ella contra el régimen conservador y del lado de las huestes revolucionarias liberales, a raíz del eterno abandono del gobierno central y de la autonomía ganada en los años de vida federal que permitió contar con rentas, autoridades, leyes y ejércitos propios. Sentían que el Estado central los veía como un territorio periférico, con ventajas naturales para construir un canal generador de rentas oficiales, pero las necesidades de sus gentes no eran prioridad dentro de las políticas públicas.
El primer intento serio para construir un canal en Panamá se da en 1879 en Francia con Ferdinand Lesseps, constructor del canal de Suez, su proyecto resulto fallido y fue abandonado en 1899. Los norteamericanos la retoman y la convierten en prioridad de Estado, palanca para afianzar sus metas imperiales, concretando el sueño “una canal americano, en suelo americano, perteneciente a los americanos”.
Por aquellos Estados Unidos tenían inversiones en suelo panameño y lograrían la concesión para la construcción de la línea férrea de Panamá, primera que tuvo Colombia. Antes arrebatarían a España Cuba y Puerto Rico y las islas de Guam y Filipinas en el sudeste asiático. Panamá era entonces “la llave que podía abrir el candado” que comunicara el atlántico con el pacifico, había un problema, el sitio destinado para la construcción del canal tenía “dueño”, Colombia.
El canal se convertiría en realidad cuando los norteamericanos adquieren la mayoría accionaria de la firma constructora francesa, conformaron una alianza estratégica entre banca privada y el gobierno en cabeza de Teodoro Roosevelt, promovida por el lobista Phillippe Bunau-Varilla y William Cromwell, cerebros del robo de Panamá, fueron ellos los arquitectos del tratado firmado entre Tomás Herrán por Colombia y John Hay por el Estado Norteamericano.
Con el tratado Herrán-Hay del 22 de enero de 1903 Colombia otorgaba a Estados Unidos derechos exclusivos para construir y operar el canal por 100 años, a cambio de 10 millones de dólares y una renta anual de 250,000 dólares con cargos a los peajes del canal para Colombia. El tratado fue ratificado por el Senado estadounidense en marzo de 1903, más no así por el Senado colombiano que solicitó mayor compensación económica y lo rechazó. Esto llevó a que Roosevelt negociará el canal directamente con los miembros del gobierno provisional tras la separación, Bunau Varilla es negociador del tratado con Estados Unidos para dar continuidad a la construcción del canal, así nace el tratado Hay-Bunau Varilla.
Lo que sigue es la pérdida definitiva de Panamá, en la recta final de la Guerra de los mil días los liberales claudican dos veces en circunstancias denigrantes. Primero se entregan en un acuerdo firmado en una finca bananera entre Ciénaga y Río Frío Magdalena-confirmando el carácter de república bananera-, Neerlandia 24 de octubre de 1902. Segundo, el general Benjamín Herrera se rinde en Panamá el 21 de noviembre de 1902 con la firma del Tratado del Wisconsin. Dos anécdotas de mal gusto recuerdan al ingrato presidente Marroquín: Ofrecer a panamá ser la nueva capital de la república de Colombia y su reacción cuando se enteró de la separación definitiva de está, «yo no sé de qué se quejan. Recibí un país y les devuelvo dos».
Una extrapolación histórica y política de este infame capítulo de la historia contemporánea de Colombia permite inferir que somos un país en feria, así como se entregó Panamá sin la mínima resistencia, se siguen entregando y regalando empresas públicas, recursos naturales, la agricultura, los puertos, la biodiversidad y hasta los páramos.
Las Primeras guerrillas-liberales por cierto-, nacieron en medio del fragor de la Guerra de los mil días, mucho antes de la revolución Bolchevique o de la amenaza Castro-Chavista; los primeros casos de reclutamiento forzado de niños, niñas y jóvenes colombianos se practicaron durante esta guerra, crimen de lesa humanidad ayer y hoy.
En los acuerdos de Neerlandia y Wisconsin conservadores y liberales se perdonaron absolutamente todo, culpa que “purgan” en el escudo nacional que exhibe un canal que nunca fue nuestro, perdido por la lucha entre la “libertad y el orden”. Los acuerdos de paz del siglo XXI se firman en territorios de países neutrales, garantes del cumplimiento de los mismos. Ayer y hoy entendimos que la reconciliación empieza con el perdón.
En tiempos de guerras civiles se acudía a la “ayuda militar norteamericana” para ganar ventajas sobre el enemigo, por ejemplo, Pedro Alcántara Herrán la solicitó para salvar al gobierno del ataque de Tomás Cipriano de Mosquera en 1860; Rafael Núñez pidió auxilio para ganar la guerra contra los liberales en 1885; Marroquín, se comprometió a entregar el canal a cambio de ayuda para derrotar al general liberal Benjamín Herrera y hace menos de diez años se le ofreció instalar bases militares gringas en territorio patrio.
Hoy la colaboración norteamericana es fundamental para superar las atrocidades de la guerra, la ayuda siempre es más fructífera en tiempos de paz.
Responsabilidad de la oligarquía. Tomás Herrán era hijo de Pedro Alcántara Herrán y nieto del generalísimo liberal caucano Tomás Cipriano de Mosquera-ambos expresidentes de Colombia-. Otros personajes de la vida política nacional como Rafael Reyes comandante del ejército encargado de defender el istmo, José Vicente Concha exembajador en Washington y Pedro Nel Ospina miembro de la comisión del tratado Herrán Hay se les premió su patriotismo con la presidencia de la república.
Esto contrasta con el veto instaurado a las intenciones presidenciales del señor Timochenko al recobrar sus derechos políticos con los Acuerdos de paz de La Habana, esta posibilidad necesita la refrendación mayoritaria del pueblo en las urnas.
Para los colombianos debe quedar prohibido olvidar que con Panamá se perdió un canal, una frontera, un istmo o punto estrecho propicio para interconectar el atlántico con el pacifico, ensamble entre Mesoamérica y Suramérica, departamento caribe con extensión sobre la costa pacífica, parte integrante del territorio colombiano entre 1821 y 1903. Semejante privilegio ha sido trivializado y silenciado intencionalmente en los círculos académicos e informativos.
Excelente información ?