Columnista:
Gustavo Adolfo Carreño
En una sociedad las crisis son producto de la acumulación de múltiples factores que cuando explotan, luego de un largo proceso de incubación y maduración, desnudan lo más profundo de las anomalías de su tejido social: malestares, quejas, reclamos, inconformidades, en general deudas históricas derivadas de un orden social insostenible, de ahí que las problemáticas salgan a flote con estallidos y demandas para exigir y reclamar transformaciones, rupturas con un orden predominantemente adverso, violento, injusto, inequitativo, excluyente, inhumano, antidemocrático.
Viejo y nuevo orden social toman sus respectivas orillas, friccionan, se decantan y finalmente chocan, el régimen hegemónico es estremecido por la avalancha de la protesta, la movilización y el estallido ciudadano, tal y como acontece actualmente en Colombia, un país movido por las nuevas ciudadanías y juventudes que interpelan a la sociedad, los partidos políticos y el Estado exigiendo nuevas rutas, rumbos, esperanza y un futuro mejor.
Desde los tiempos de la caverna la contradicción es parte de la dinámica interna de cualquier sociedad, por ende, los intereses, sueños, ideologías y cosmovisiones que perviven en cada individuo y en cada colectivo, así como nos unen, también pueden separarnos, de manera que la esencia de todo contrato de convivencia social es y debería ser mantener la unidad respetando tanto los consensos como las diferencias, en otras palabras, unidad en medio de las diversidades.
En Colombia han convertido en verdad que la polarización es dañina, como sí ello fuese enfermizo o antinatural, cuando la contradicción es lo normal dentro de cualquier sociedad, ella es válida y necesaria porque nos enriquece, de ahí la existencia de posturas políticas, económicas, culturales, filosóficas, religiosas o de cualquier otra índole diferentes o contradictorias, con lo cual podemos ser distintos sin ser enemigos, las sociedades posmodernas tienden a ser cada vez más pluralistas, diversas, inclusivas.
Cuando el uribismo en cabeza del presidente de Iván Duque y los grupos de poder que están a su sombra tratan como a sus peores enemigos al ciudadano contradictor, a los que piensan distinto, a las fuerzas alternativas y a los que se movilizan reclamando derechos justos, eliminan cualquier posibilidad de diálogo, de razonamiento, de construir acuerdos colectivos, socavan el andamiaje del bien común como principio rector de la democracia, imponen el argumento de la fuerza bruta y no la fuerza de los argumentos sosegados, justifican la agresión, la represión y con ello todas las formas de violencias.
En el Gobierno del pacto por Colombia, pacto por la equidad, se hizo todo a la inversa, se trastocó todo, no se pactó ni se está pactando nada, sí algunas veces el Gobierno ha dialogado con los sectores sociales y se logran concretar acuerdos. El Gobierno siempre incumple lo prometido, dan fe de ello las actas firmadas con jóvenes, camioneros, agricultores, indígenas, comunidades negras o maestros, líderes sociales o ambientalistas, también le incumplieron a sus propios partidarios y ciudadanos a quienes conquistaron o más bien engañaron con falacias tales como «más salarios y menos impuestos», caja de pandora del levantamiento popular que hoy sacude al país.
Pacto por Colombia, pacto por la equidad es el nombre del plan de desarrollo del Gobierno del presidente Iván Duque 2018-2022. Hoy Colombia clama por Colombia, por acordar verdaderos pactos, como por ejemplo, pacto la vida, pacto la equidad, pacto por la educación, por la salud, pacto por el trabajo digno, pacto por la paz, pactos contra la guerra, pacto por la dignidad, pacto por la inclusión social, pacto contra la corrupción, pacto por la niñez y juventud, pacto con la naturaleza, pacto contra toda forma de discriminación, en definitiva pactos por el futuro de Colombia.
Estos y otros pactos son hoy clamores y reclamos convertidos en avalancha callejera, su abordaje no puede seguir siendo la represión, la violencia, la criminalización de la protesta y el tratamiento de guerra al inconformismo colectivo, señor presidente Duque es el momento empezar a construir el verdadero pacto por Colombia, el verdadero pacto por la equidad, ya usted lo había anunciado en su plan de desarrollo, haga entonces el trabajo de «tejeduría y concertación social», a través del diálogo y la negociación con el Comité Nacional de Paro.
Entramos en ruptura y superación de la hidra del uribismo oligárquico, estamos ante una nueva Colombia, valerosa, enérgica, alegre, colorida, polifacética, diversa, primaveral, pluralista, democrática, pacifica, tolerante, profundamente adolorida pero con la fe intacta en el futuro, una nación que resiste, persiste y no desiste de sus luchas legítimas, en el ensueño de las multitudes sigo soñando que ojalá este esfuerzo, dolor y lágrimas derramadas no sean en vano, por el momento la victoria es moral, debe conquistarse y confirmarse plenamente en democracia, en las urnas, el año próximo, así será completa la victoria, entonces el uribismo habrá sido derrotado y transformado en moléculas disipadas.