Columnista:
Alejandro Villanueva
Ya cuando la COVID-19 se ha convertido en una pandemia, ya cuando esta enfermedad, causada por el virus SARS-CoV2, ha cobrado la vida de más de cien mil personas y va aumentando; cuando lo único que se puede hacer es buscar una forma de que los sistemas de salud no colapsen, ahí pensamos ¿por qué no la detuvimos antes? Ya cuando es demasiado tarde la humanidad llora por la leche derramada ¿por qué? Porque al principio la vimos como una “gripita”.
La gente continuaba saliendo a “perrear” el nuevo álbum de Bad Bunny, seguía moteleando, seguía en reuniones de cultos, prácticamente su vida normal y con morbo. Recuerdo escuchar muchos comentarios de gente afuera de las discotecas en tono “esa gripa no me va a hacer nada, el que tenga miedo a morir que no nazca”. Pero ahora, por la irresponsabilidad de muchos, esa vida normal está muy lejos. Hemos tenido que adaptarnos a una vida de una película de pandemia con la diferencia de que en esta nos dan clases virtuales, las cuales, gracias a la incapacidad tecnológica de muchos colombianos, no son capaces de enseñar lo que Julioprofe puede enseñar en un vídeo de ocho minutos.
Pero existe otro virus en Colombia (Minesa) que, al igual que la COVID-19 en su temprana fase, lo estamos viendo como algo leve. Este puede no solo acabar con la vida como la conocemos, sino también acabar con la vida de forma literal. La diferencia es que este virus no tiene diez teorías conspirativas encima, no lo crearon en un laboratorio, no es un arma biológica y no es Dios desatando su ira en contra del sexo con condón como lo afirma la gente de “bien”.
Es un grupo de árabes con una empresa registrada en Colombia que quiere explotar, a unos 57 kilómetros de Bucaramanga, el Páramo de Santurbán. El proyecto tendría una duración de 25 años, tiempo en el cual se usarían 35 500 toneladas de explosivos, según afirma el geomecánico de esta misma empresa; con el propósito de construir una mega mina subterránea.
Esto es extremadamente peligroso para el medioambiente y, en consecuencia, para todos los colombianos. Van a destruir una de las fuentes hídricas más importantes de los Santanderes. ¿A qué precio el Gobierno colombiano vendió la vida? Nueve millones de onzas de oro, eso es lo que vale la vida de toda una región para el Gobierno.
Sorprendentemente algunos locales de Soto Norte apoyan este proyecto. No los culpo, en una provincia completamente abandonada por el Estado, donde esta empresa con su licencia de exploración ha generado trabajo, condiciones dignas de vida, y oportunidades educativas para los jóvenes, es razonable que estas personas la apoyen, más cuando el Gobierno en época de emergencia nacional tiene irregularidades con los subsidios y se roban el presupuesto con sobrecostos. Esta en cambio saca su oportunismo disfrazado de ayudas humanitarias y apoya significativamente a Soto Norte.
Aun así, tenemos que dejar claro que esto no lo hacen porque sus directivas tienen un alma llena de caridad y amor como un osito cariñosito. Lo hacen como una compañía de tarjetas de crédito ofreciendo sus servicios a un estudiante recién egresado. Parecen amables, pero van a joder después.
El Gobierno colombiano, a pesar de la pandemia y un documento firmado donde se dejaba constancia que no se iba a realizar ningún trámite respecto a la licencia ambiental durante la emergencia nacional entre el ANLA, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo y David Guerrero, alguien que se subió en un árbol enfrente del ANLA en símbolo de protesta por más de 170 horas, decidió implementar consultas previas y audiencias públicas ambientales virtuales, sabiendo que la falta de conectividad de dichas regiones afectará el derecho a la participación.
Minesa es un virus mortal, más letal que la COVID-19. Si la gente perdió la cabeza porque no se encontraban tapabocas y antibacterial, ¿cómo reaccionará cuando no se encuentre agua limpia? En ese momento de nada valdrán las toneladas de oro, los electrodomésticos, los nuevos iPhone, o todo el conocimiento del mundo.
Ya no tendremos para donde ir, o donde aislarnos, porque sea quien sea usted ¡la sed lo va a matar! Aprendamos de esta pandemia algo más allá de nuevos idiomas, rutinas de ejercicio, y formas de llevar una nueva relación. Seamos expertos cuidando nuestro medioambiente, nuestros bosques y nuestros páramos. Este virus lo podemos parar, esta vez podemos evitar llorar por la leche derramada y preguntar por qué no tomamos acción antes, pero solo depende de nosotros evitar un peor virus que es mucho más letal que una simple “gripita”.
Minesa y el uribismo son una desgracia pará el país y el mundo entero
Ahora la cuestión es, ¿cómo poner en práctica las evidentes y aterradoras preocupaciones? Porque incluso en medio de una pandemia siguen siendo pocos los que rompen paradigmas y ayudan a construir país… el mundo se deteriora, la muerte y dolor tienen un papel protagónico y sin embargo, nada cambia y muy seguramente llegará una nueva pandemia… y las voces disidentes se apagarán.