Nuestro mundo de ayer

Es la vuelta de los populismos, que tanto de izquierda como de derecha, anidan en su base la visión más distorsionada de los nacionalismos que tienen como punta de lanza la discriminación a todo lo diferente.

Opina - Política

2018-10-19

Nuestro mundo de ayer

Entre los análisis que algunos especialistas hacen sobre las causas del inicio, hace un poco más de cien años, de la Primera Guerra Mundial, se acentúa la incompetencia e incapacidad de los líderes de la Europa de ese tiempo para prever los niveles de la catástrofe que provocarían. Los jóvenes soldados que en julio de 1914 marchaban a la guerra, se despedían de sus familias cantando: “volveremos para la Navidad”. Pobres, porque en realidad iban de camino al primer gran calvario del siglo.

La Gran Guerra –como lo recuerda Stefan Zweig en su autobiografía El Mundo de Ayer– fue azuzada por hombres nimios e imprudentes, faltos de visión, pericia e incluso de los más básicos sentimientos de humanidad hacia sus subalternos. Esta es una de las primeras tragedias de la guerra, pues no se trata solo de doblegar o matar al enemigo, sino que se envía a sus propios ciudadanos a una muerte segura. Junto a una declaración de guerra se adjunta –sin decirlo– el acta de defunción de cientos de sus propios compatriotas.

Avancemos, cuando a inicios de la década de los treinta del siglo pasado empezaron a circular en Alemania algunos periódicos de tinte más bien amarillista, bajos en contenido que impulsaban las propuestas del Nacional- Socialismo, un movimiento político liderado por Hitler y otros camaradas, los críticos se mostraron escépticos. Les parecía grotesco el abordaje que se hacía en sus páginas, pues en la mayoría de casos era solo basura periodística.

Pero si para unos eran nada más que pasquines, para una gran mayoría jugó un papel determinante en el afianzamiento del imaginario social de la superioridad racial aria. De hecho, no son pocos los historiadores que reconocen la sagacidad del Nazismo a la hora de utilizar la propaganda como retórica a su favor. Así ya hemos juntado dos elementos, la incompetencia e incapacidad de prever la tragedia y la manipulación comunicativa.

Continuemos, Sigmund Freud –en aquel célebre intercambio de correspondencia con Albert Einstein– decía, que si bien no se podían eliminar de tajo las tendencias agresivas del ser humano, sí era posible reconducirlas o desviarlas lo suficiente como para que no encontraran su campo de expresión en la guerra.

Freud sugería más acertado utilizar el término violencia (Gewalt) en vez de poder (Macht), porque en resumidas cuentas, los conflictos entre los seres humanos son más comúnmente saldados por medio de la violencia. Y con esta última juntamos los tres elementos. Se genera entonces un combustible altamente inflamable, pues: la violencia que es alimentada por la propaganda malintencionada, puede degenerar en un auténtico polvorín al caer en las manos equivocadas.

Para que la historia se repita solo se necesita un cuarto elemento, y es que sea olvidada.

Una vez el ser humano pierde la referencia de lo ocurrido, de sus causas y consecuencias, relativiza el pasado y empieza a gestarse el fanatismo. A este punto son llamativas y amenazantes las reiteradas marchas y reuniones de no pocos grupos fascistas en Europa, que tienen una amplia fuerza en las jóvenes generaciones de nuestro tiempo.

Con frecuencia –y vuelve de nuevo la tragedia– la historia humana suele juntar en un breve lapso a las personas menos indicadas. Este cruce de caminos que se ha ido gestando, es una especie de destino maldito que quisiéramos evitar. Sin embargo aquí estamos, ante hombres mediocres, pero poderosos; cortos de visión, pero con la sartén por el mango. De gestos, ademanes y palabras ridículas, pero detentando un poder que a juicio de los especialistas en geopolítica, jamás debieron tener.

Es la vuelta de los populismos, que tanto de izquierda como de derecha anidan en su base la visión más distorsionada de los nacionalismos que tienen como punta de lanza la discriminación a todo lo diferente. Hacia allá seguirá caminando el mundo, y Brasil sería el siguiente en unirse al selecto grupo de Venezuela, Estados Unidos, Argentina y Colombia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Alejandro González Santafé
Filósofo y escritor.