Columnista:
Lady Orozco
Estar en un país como Colombia sigue siendo una tortura para cualquier mujer que quiera salir tranquila a la calle, sea de día o de noche, la vida femenina sigue corriendo peligro y el Estado continúa haciédose el ciego cuando se trata de impedirlo.
La violencia hacia las mujeres no se ha detenido, pero ¿cómo se va a frenar si no hay un castigo para pervertidos?, por el contrario, cada vez hay menos impunidad en este tipo de delitos.
Denunciar el acoso o la violación es una tortura para cada una de las mujeres que se atreven a hacerlo, la revictimización es abrumante. Desde que entras a instalar la denuncia, tu caso es cuestionado: «¿y qué estaba haciendo?», «¿cómo estaba vestida?», «¿seguro que usted no quería?», «algo debió hacer para provocarlo». Aun así, hay mujeres que sacan fuerzas y continúan el proceso, un proceso hecho para favorecer a los victimarios, porque la exigencia de pruebas parecen sacadas de un mal chiste.
La siguiente etapa es mucho más devastadora, te preguntan cada uno de los detalles que todas quisiéramos olvidar, pero que la justicia hace énfasis en que los debemos recordar: hora, lugar, cómo paso, qué hizo el hombre… todo. Parece un proceso que busca sacarle todas las energías a la víctima, tantas, que ella, por su propia cuenta, termine abandonando el proceso y el victimario salga ileso.
Lo cuestionable, es que así la víctima resista todo ese proceso de dolor, de llegar en las noches a llorar a en su cuarto, bañarse cientos de veces, no poder conciliar el sueño por seguir recordando todo para la próxima audiencia; muchas veces nada de eso vale. En Colombia, el 90 % de los casos quedan en total impunidad.
¿Cómo pedirle después a una mujer que no se quede callada?, ¿cómo son capaces de lanzar propagandas y anuncios para invitarlas a denunciar?, ¿cómo pueden ser tan hipócritas? Dejen de decir que las mujeres tienen garantías en el proceso, cuando ¡no es cierto!, las mujeres solo están enfrentándose a un sistema machista que se sigue poniendo del lado del agresor.
El problema esta en la raíz, vivimos en un país tan machista que hasta el sistema esta de ese lado. No podemos salir seguras a cualquier hora del día, no podemos acudir a un CAI porque hasta en ese lugar nos «pueden» violar.
¿Cómo vamos a confiar en un sistema que sigue teniendo dentro de sus autoridades a los mismos abusadores?, ¿es posible confiar cuando se presentan hecho como el siguente?:
Después de que bajan a todos los muchachos que iban en el bus, uno de los policías se me acerca y me dice que le entregue todo lo que tenga, luego me hizo quitar la ropa, yo tenia 100 000 pesos en los senos, me los quitó y me dice que tenía los senos muy lindos, yo estaba tan asustada que tuve que vomitar…´En la estación de Bosa, una mujer policía ahora si [sic] me quita los panties, me quita el dinero, yo le digo en el oído que me ayude que vienen abusando de mi en ese bus, que yo no me robe ninguna plata pero ella dice ‘lo siento mujer’ y le dice al otro policia ‘sí ahí la tiene´. (Tomado de Caracol Radio)
¿Dónde vamos a estar seguras?, necesitamos una completa reforma en este sistema que le sigue permitiendo a los violadores esconderse y huirle a la condena. ¿Y nosotras?, ¿dónde queda nuestra salud mental y tranquilidad al salir de casa? No nos protegen, por ende, no saquen campañas para hacer parecer que sí lo hacen, ¡dejen de ser doble morales!