Autor: Alejandro Bedoya Ocampo
Hay una frase muy bella y contundente de Khaled Hosseini en su obra Cometas en el cielo que dice lo siguiente:
“Cuando matas a un hombre, le robas la vida, robas el marido a una esposa y el padre a unos hijos. Cuando mientes, le robas el derecho a la verdad. Cuando engañas, robas el derecho a la equidad. No existe acto más miserable que el robo”.
Esa es una frase aplicable a la cotidianidad, y ahora, en tiempos de agitación pacífica de nuestro país, sigue latente en relación a la poca flexibilidad de las posiciones gubernamentales sobre el pedimento de los colombianos para la adopción de medidas de interés general.
Podemos decir que nos robaron el derecho a la tranquilidad y la paz porque, con falsedades, desconocen una promesa de Estado; no hemos entendido que el país está lejos de ser propiedad privada de los gobiernos; que por ese egoísmo, caldo de cultivo para esta violencia absurda, siguen muriendo miles de personas con la esperanza de que sus últimos días sean lejos de las balas.
Nos robaron el derecho a elegir una posición en la sociedad: nos volvieron gólgotas y draconianos, liberales y conservadores, pacifistas y guerreristas, petristas y uribistas, marchantes y pro-policías como si el mundo fuera de extremos.
Desconocen que la lógica humana da para mucho más que bandos contrapuestos, que la gente está harta de que la encasillen como mercancía.
Con las importaciones de los bienes de producción nacional y la insensible concesión de grandes extensiones de terreno para megaproyectos mineros le están robando al campesino el derecho al trabajo y, consecuentemente, el mínimo vital de su núcleo familiar.
Igual ocurre con la implementación del fracking, la falta de voluntad política para frenar la deforestación de la Amazonía y el escaso control de las autoridades ambientales a la minería ilegal, hecho que los vuelve cómplices de los destrozos ecológicos de nuestro territorio; con ello nos están robando el derecho a un ambiente sano, cual si fuera de poca valía conservar nuestra riqueza natural.
Nos están robando el derecho a la diversidad, pues al constante irrespeto del territorio indígena se suma la desprotección de su cultura.
Nos están robando el derecho a una vejez digna, y así digan que no es tal, gozan violando el principio de progresividad de la seguridad social en un entramado por liquidar las pensiones de los trabajadores colombianos.
Entre muchos otros, nos roban el derecho a la educación pública y de calidad cuando los gobiernos incumplen su deber de financiamiento, causa primordial de las crisis de las IES públicas; a la buena gestión del recaudo e inversión de los impuestos; al respeto por la separación de poderes; a la vida; a la protesta pacífica; a la libre expresión, etc.
Por eso discrepo con quienes sostienen que esta generación quiere las cosas regaladas. Contrario a ello, el pueblo reclama lo que por derecho le corresponde, lo público.
Entendamos de una vez que quien administra el país es nuestro delegado, no el superior, por ende debe rendir cuentas y acatar lo que exige la ciudadanía, su delegatario, de forma pacífica.
Por favor, que no nos roben la inteligencia, la herramienta más valiosa y revolucionaria para construir un país; que no nos roben el sentido común, porque es la forma correcta para exigir nuestros derechos en paz.
Foto cortesía de: @eiyco, @jhossmarulanda, @jorgecallephotography