Una vez más el inconformismo sacude a Venezuela y las calles de sus ciudades principales se han convertido en verdaderos campos de batalla al mejor estilo de las grandes congregaciones europeas. No solo la oposición ha salido a las calles, también han salido quienes manifiestan estar a favor del actual gobierno. Fuera de su contexto, aquí en Colombia y en otros lugares, las noticias hablan de la violencia con que la policía ataca a los manifestantes y son cada vez más los muertos que se reportan desde sus caóticas calles.
Para ajustar, toda esa información dice también que son las fuerzas oficialistas quienes cometen los crímenes contra la población; claro que, se edita, se corta, se omite el hecho de que esa misma violencia también ha sido aplicada por la oposición. Pero, no como una respuesta al oficialismo, no se puede ser tan ingenuo en pensar que todo se trata de legítima defensa; más bien, teniendo en cuenta ciertos antecedentes, ha sucedido antes que es esa misma oposición se ha aprovechado de los momentos de coyuntura para hacer su aporte al derramamiento de sangre.
Venezuela, 11 de abril de 2002
Se conmemoraron 15 años de la masacre cometida en la ciudad de Caracas el día en que, tal vez el golpe de estado más corto de la historia, tocaba las puertas del Palacio de Miraflores.
En aquel entonces, como en los últimos días, las calles de Caracas se convirtieron en un hervidero. Dos multitudinarias marchas tenían lugar en la ciudad en ese momento: la convocada por los movimientos bolivarianos a favor del presidente de Hugo Chávez, y la convocada por la oposición, encabezada por Carlos Ortega, el almirante Molina Tamayo y el presidente del PDVSA Guaicaipuro Lameda; alentada por Enrique Capriles Randoski y Leopoldo López entre otros, y apoyada por diez militares que ese día se declararían insurrectos al gobierno.
El inclemente sol de mediodía calentaba los ánimos de los líderes de la oposición quienes en un momento determinado y haciendo caso omiso a la advertencia de algunas autoridades locales, decidieron llevar su marcha hasta el Palacio de Miraflores. Su consigna era la toma del poder por la fuerza si era preciso.
En ese momento, la televisión privada venezolana hacía cubrimiento de la movilización con un título en pantalla que parecía echarle más leña al fuego y en letras mayúsculas que decía “NI UN PASO ATRÁS”; algunos medios impresos profesaban desde antes de que la sangre empezará a correr, que la toma del poder por parte de los golpistas iba a traer consigo una ola de violencia. En ese momento desde algún lugar en la clandestinidad los militares insurrectos tenían ya preparado un discurso en el que lamentaban las muertes que supuestamente habían ocurrido a raíz de las marchas.
Lo que sucedió después entra en concordancia con lo que se profesaba. En horas de la tarde hubo disparos con armas de corto y largo alcance hacia las dos manifestaciones para generar confusión; existió siempre el rumor de que había francotiradores ubicados de manera estratégica preparados para asesinar, sin escrúpulos, a los manifestantes de un lado y del otro. El saldo para esa tarde fue de 19 personas muertas que en su mayoría militaban en la marcha de la oposición.
Las imágenes que el mundo vio esa noche mostraban a un grupo de simpatizantes bolivarianos disparando hacia el lado sur de la Avenida Baralt a la altura del Puente Llaguno solo a unas cuadras del palacio, las noticias que vimos todos mostraban que esas personas que descargaban sus armas hacia la avenida eran los responsables de la masacre de ese día.
Con lo que no contaban los líderes de la oposición era que ese gran teatro que habían montado y que acabó con la vida de 19 personas sería desmontado y quedarían al descubierto. No todos han asumido su responsabilidad por lo sucedido ese día. Por los hechos fueron capturados solo ocho miembros de la Policía Metropolitana de Caracas, pero quiénes hicieron el llamado al caos y la violencia de ese día niegan haber tenido algo que ver y continúan libres, en permanente oposición alentando con el mismo discurso de odio a sus militantes a salir a las calles a protestar. (Ver video)
¿Qué pasa en Colombia?
Nuestro país está lejos de ser como Venezuela y eso lo sabe cualquiera que se tome el trabajo de mantenerse bien informado. Los hechos narrados anteriormente son solo una muestra de que no siempre todo es lo que parece y mucho menos como nos lo cuentan. Esto no quiere decir que no existan similitudes en la forma como se mueve la política y el manejo que dan a esta los medios informativos.
La masacre de Caracas sirvió como excusa para decirle al mundo que Hugo Chávez y el movimiento bolivariano eran unos asesinos despiadados. Con las nuevas protestas que se dan en por estos días han aparecido nuevas muertes y estos hechos, aunque escandalosos y dolorosos, hacen dudar sobre quiénes son los que están poniendo los muertos y a favor de quién o quiénes lo están haciendo.
En los últimos años en nuestro país hemos vivido el surgimiento de poderosos medios de comunicación que se han encargado de vender falsedades como verdades absolutas y alimentar un miedo que parece condenarnos a estar por siempre en esa completa pasividad que nos hace indiferentes ante nuestra propia realidad.
Como píldora para la memoria, recordaremos siempre que aquí se nos han vendido supuestos combatientes guerrilleros dados de baja por un ejército empeñado en mostrar eficiencia a cualquier costo; se nos vendió una dudosa desmovilización del paramilitarismo y se niega el hecho de que el surgimiento de nuevos grupos armados para defender terratenientes e instalarse en las zonas más vulnerables del occidente colombiano, sea nuevamente la bota paramilitar haciendo de las suyas.
Se nos vendió todo tipo de falacias para que el acuerdo de paz entre gobierno y FARC fuera ilegítimo y se nos negara la posibilidad de vivir un país diferente y la lista podría ser más larga.
Aún nos queda por aprender que tenemos que mirarnos hacia adentro para entender nuestra realidad.
La dosis diaria de miedo seguirá haciendo efecto en nosotros si no tenemos la capacidad de ver el acontecer con una mirada crítica y si no somos capaces de ser inquietos e ir más allá de lo que se nos entrega a diario. Junto con el miedo, seguirá vigente el odio con el que hemos convivido por décadas y del que conocemos bien cuáles son sus consecuencias.
Este artículo no pretende afirmar que los sucesos de las últimas semanas en Venezuela estén siendo presentados ante el mundo con versiones cambiadas. Los hechos históricos develan cuál puede ser la verdadera intención de la oposición en ese país y los medios que han usado para conseguir llegar al poder. Tampoco podemos negar la crisis política en la que se encuentra sumergida el vecino país; mucho menos la legitimidad de cualquier expresión de inconformidad.
A nosotros, nos falta vivir en carne propia su experiencia, nada es más irresponsable que seguir dándonos el lujo de lanzar juicios repletos de desaciertos.