Para nadie es un secreto que Juan Manuel Santos se ha rajado en temas álgidos en los ocho años de su Presidencia, y que aparte del Acuerdo de paz y su Nobel, el trabajo social ha sido poco y el país se ha visto envuelto en escándalo tras escándalo de corrupción. Pero como para cerrar con broche de oro su gobierno mediocre, el presupuesto radicado por el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas para 2018, confirma el poco interés del Gobierno Santos en hacer frente a los problemas que han afectado la vida de miles de colombianos y que hace unas décadas comenzaron y permitieron perpetuar el conflicto en el país.
Sin duda, la molestia que los deportistas colombianos hicieron pública por el reducción del 66% del presupuesto en este rubro, es más que justificada, pues no se entiende cómo en una temporada de tan buenos logros, los deportistas de distintas disciplinas vayan a sufrir la precariedad que es tratar de representar al país en diferentes competencias sin contar con el dinero suficiente para su preparación y desplazamiento.
Pero el deporte no es el único que se ve afectado por los recortes, la cultura pasa de 408 a 352 miles de millones, una pérdida de 56 mil millones que seguramente harán falta en las Convocatorias de Estímulos a la Cultura, el sostenimiento del Patrimonio y la industria Cinematográfica.
La Ciencia y la Tecnología pasan de 380 a 222, perdiendo 158 mil millones de pesos, como quien dice la divulgación científica y la investigación no tienen cabida en el país de la «Prosperidad para Todos», y pese a que todos los años hay paro de maestros por la desfinanciación de la educación, el rubro pierde 42 mil millones para el próximo año. Así que no se nos haga extraño ver a los profesores de nuevo en la calle y los niños y jóvenes perdiendo clase.
Pero lo que más llama la atención en un país que está en medio de un posconflicto después del Acuerdo con las Farc y en nuevas negociaciones con el ELN, es que el presupuesto para Inclusión Social y Reconciliación tenga una reducción de 2,062 millones de pesos, como si al Gobierno de la Paz, en cabeza de un Nobel, el tema de perdón, reconciliación y memoria histórica le parezca irrelevante en una sociedad que cada vez cae más en la violencia para la resolución de sus conflictos. Basta con mirar las cifras de feminicidios y homicidios en algunas de las ciudades principales del país para evidenciarlo.
Eso sí, la mayor parte de los recortes se fueron para Defensa y Policía que pasó de 29, 956 a 32, 401 millones. Es obvio que el conflicto en Colombia no ha terminado con el Acuerdo, pues todavía se debe combatir a las Bacrim, a los nuevos grupos que surjan de la disidencia de las Farc y la delincuencia común, y las Fuerzas Militares tendrán una tarea titánica para traer seguridad a las comunidades. Pero no se puede construir por un lado y destruir por el otro.
La acción militar debe ir acompañada de una intervención social que ayude a combatir los motivos sociales (pobreza, desempleo, falta de educación,crisis de salud) que llevan a miles de colombianos a estar en las filas de los ilegales.
No se puede construir una paz verdadera si el colombiano promedio va a verse afectado directamente con los recortes, si el deportista no va a contar con los equipos adecuados, si el artista no cuenta con la infraestructura para ensayar su obra, si el maestro sigue enseñando sin recursos y con sueldos miserables, si el científico no cuenta con el laboratorio adecuado para su investigación o si la víctima del conflicto no puede dormir tranquila porque no tiene garantías de no repetición.
La construcción de la paz comienza cuando el Estado garantiza a las personas una oportunidad verdadera de desarrollo de sus capacidades dentro de su sociedad, y eso debería saberlo muy bien un Nobel de paz.
Colombia no puede seguir siendo como una mala novela que siempre llega a un punto y se repite a sí misma, se ha avanzado mucho en muchos campos a través de los años pese al conflicto, y cuando se tiene la oportunidad de oro para hacerlo sin ese factor, quienes nos dirigen se encargan de hacer una mezcla perfecta para el autosabotaje: división y odio político + falta de inversión social.
Y la cereza del pastel es que el mismo Congreso, que se aumentó el sueldito este año a 29 millones y que se da el lujo de no asistir a debates como el de violencia contra la mujer, es el encargado de aprobar el presupuesto nacional. Todo un cuento de hadas.
Finalmente, todo se reduce a lo mismo: Elecciones. Ya veremos si este tipo de acciones, de los mismos políticos de siempre que tanto nos afectan como sociedad nos hacen despertar ante la realidad que nos atañe o si seguimos en el largo sueño, «disfrutando» de las noticias de niños muriendose de hambre en La Guajira, políticos corruptos, gente que se muere en la puerta de los hospitales y violencia sin control por otros 60 años.
Adenda 1: Llama la atención que el rubro destinado a la Presidencia de la República aumente para el último año de 479 a 631 mil millones, como quien dice Santos va a tirar la casa por la ventana.
Adenda 2: Preocupa que dentro del presupuesto para 2018, el gasto pase de $28,7 billones a $30,9 billones para el próximo año, con un crecimiento de 7,8 %; pero la inversión caiga un 16,8 por ciento en comparación con el 2017 ($ 41,2 billones). La economía del país no pinta bien y eso se verá reflejado en el PIB.