Luego del maravilloso anuncio del 23 de Junio en el que vimos al Presidente de Colombia y al jefe máximo de la guerrilla de las Farc reconociéndose como dignos contendores políticos, ya no militares…, se ha escrito de todo. Inclusive se ha llegado a decir que así como fue el evento histórico nacional de último siglo, otras personas lo llamaron un circo, un reality, una pantomima sin valor ni trasfondo para el país. Analicemos eso a fondo.
Los colombianos contarán con la sabiduría para elegir . Como esto es pura opinión, y las opiniones son como colores, a mí me encantó el acto. Me gustaron las palabras de Timochenko. Me gustaron más las de Santos en cuanto a reconocer el derecho de estas de participar en política, marcando claras diferencias con sus creencias y credos políticos.
El día que se formalizó no darnos más bala con las Farc, ni recibir de ellos extorsiones, amenazas, desplazamientos o despojos de tierras, nuestro país cambió. Por la polarización en que andamos aún no nos hemos dado cuenta. Las Farc fueron nuestro enemigo. Aprendimos a odiarlas, nos hicieron temerles. Nos hicieron ver posible terminar en el monte producto de cualquier pesca milagrosa. Nos vimos disminuidos como estado en una toma como la de Mitú, en donde nos diezmaron militarmente. La guerrilla de las Farc ha sido uno de los grandes males de este país, y eso está bien claro. Recordamos Bojayá, o el Nogal, y por donde veamos, no le vemos nada bueno.
Y en cambio, ¿qué hacemos con el resto de 49 millones de colombianos? Yo sí les veo un potencial muy bueno. Yo veo una nación dividida, ávida de encontrar su norte común. Yo veo colombianos hermanos divididos por política, sin darnos cuenta que llegó el cese del conflicto con las Farc. Los noticieros han tenido que pasar a rellenar sus espacios reservados para orden público, a otro tipo de noticias más ligeras atractoras de buen rating.
El acuerdo de paz beneficia a toda Colombia, porque no saber ni ver que nos estamos matando todos los días, sean estas muertes de guerrilleros, lo sean de militares o policías, o de comerciantes secuestrados, nos hace re valorar la vida y notar que debería ser lo cotidiano dirimir nuestras diferencias políticas sin necesidad de matarnos. Con el derecho a la elegibilidad, por ejemplo. No matarnos y para ello ver a las Farc desarmarse es fuente de empleo, de atracción de inversión, de migración laboral. No matarnos implica hacer más fácil el control del medio ambiente por la tala de bosques o los efectos de la minería ilegal. No matarnos nos hará posible a más colombianos visitar lugres mágicos y recónditos en donde nos podamos abrazar con otros colombianos.
Por ese motivo, ¿estamos a punto de cesar el conflicto con las Farc, y todavía nos sigue dando la gana odiarlos? ¿Esperar haberlos sometido por la fuerza para imponerles una paz romana, de victoriosos y vencidos? ¿A qué costo, en vidas humanas, violencia y desolación? ¿Qué sacamos en verdad no creyendo en la Comisión de la Verdad, cuando es seguro que la solemnidad de los testimonios nos dará reconciliación? ¿Cómo no apostarle a lo que tenga que decir la iglesia ecuménica, la que acoge todos los mejores principios de todas las religiones, acerca de la paz?
¿Cómo es que no vamos a valorar ser de nuevo una sola nación?
Reiterando que es solo mi opinión, yo si prefiero perdonarlos. Perdonarlos eso sí, exigiéndoles el cumplimiento de cada punto del acuerdo firmado. Asegurándome de que nos entregan a manos de la ONU hasta el último cartucho de munición sin guardar armas por ahí «para cuando sea necesario…» Perdonarlos si nos cuentan la verdad de sus crímenes a la cara de las víctimas, si piden perdón individualizado. Si reconocen su responsabilidad penal por encima de la defensa de cualquier lucha política. Sin justificación que valga.
Si eso es así, yo los acojo y reconozco en la vida política nacional. Igual que lo dijo Santos, yo tampoco jamás votaré por ellos. Pero valoro y reconozco que nos vayan a entregar sus armas y no me cuesta a cambio darles penas alternativas y participación política. Puesto que me dan la verdad. La verdad y el reconocimiento de las víctimas. La verdad de lo que aquí pasó. Para poder sanar. Y arrancar de nuevo como nación.
Lo que pasó el 23 de Junio no hizo llorar a muchos. Sobre todo, a los que lo esperábamos desde hace casi 4 años en que creímos en la seriedad del proceso que se venía. Y vamos a defender con toda la oportunidad de paz que se ofrece por fin para Colombia. Y por igual, velaremos por el cumplimiento de los acuerdos del gobierno. Como por ejemplo, uno dificilísimo, proteger la vida de cada desmovilizado. ¿Nos ayudará el uribismo en esto, demostrando convicción de la necesidad de defender estos personajes?
No matarnos más, como quiera que se mire, es lo mejor que nos puede pasar al país como nación en los últimos tiempos de que tengamos memoria. Y eso es apenas el principio de enormes nuevos desafíos aún desconocidos para todos. Por supuesto que no matarnos más es un riesgo que todos decidimos correr. Desde el que suelta el fusil y queda expuesto a una vida desarmada, hasta el que tuvo el poder de decidir la vida de otros.
No matarnos más. Esa es la decisión más inteligente que podemos imaginar juntos.
Publicada el: 3 Jul de 2016