No más de hacer votar a la gente verraca

Lo que estamos viendo es más de lo mismo. Empresas publicitarias especializadas en generar falacias. Movimientos políticos duchos en incitar a la gente a votar “verraca”, para alcanzar sus propósitos. Necesitamos volver a la política.

Opina - Política

2018-02-03

No más de hacer votar a la gente verraca

Se avecina una campaña electoral por la Presidencia de la República muy reñida. Sin embargo, será reñida no por tratarse de una competencia del intelecto, en la cual verdaderos titanes de la palabra y la inteligencia disputen entre sí para lograr el favor de los ciudadanos mediante una elaboración depurada y fina de argumentos racionales.

Por el contrario, lo que estamos viendo es más de lo mismo. Empresas publicitarias especializadas en generar falacias. Movimientos políticos duchos en incitar a la gente a votar “verraca”, para alcanzar sus propósitos.

Esa es la razón por la cual la exhortación es a regresar a la política. Volver a los debates en los cuales los temas sean aquellos que aquejan a la sociedad: el empleo, la salud, la seguridad, el mercado para los productores directos, la construcción de vías de penetración, entre otros.

Es necesario que la política recobre aquel viejo ideal aristotélico de “búsqueda del bien común”. Es preciso abandonar las estériles confrontaciones caudillistas y personalistas, entre partidarios de uno u otro líder que nada han aportado a la solución de los cuestionamientos que la sociedad contemporánea le plantea a la lucha política.

¿Qué tienen, por ejemplo, para decirnos los candidatos acerca del desarrollo sostenible? ¿Qué nos pueden aportar en relación con los interrogantes planteados por el calentamiento global?

Es necesario adoptar una política clara, coherente y, sobre todo, independiente, en relación con el tema de los cultivos ilícitos y de las drogas. El país no puede seguir siendo un apéndice de las políticas estadounidenses al respecto. Tenemos que definir una posición propia. Pero los aspirantes al Solio de Bolívar, en el mejor de los casos, no han definido nada distinto de una actitud rodillona y seguidista. ¿Qué se va a hacer al respecto?

Los niveles de podredumbre administrativa son insoportables. Incluso, sectores de la sociedad que se pensaban incontaminados e incontaminables, como la Administración de Justicia entre otros, están hoy día cuestionados seriamente por los comportamientos inauditos de muchos de sus miembros. ¿Qué hay en términos de la elaboración de mecanismos realmente eficaces para la lucha contra la corrupción?

Pese a los programas gubernamentales acerca de la cuestión, persisten los enormes números de familias sin una vivienda digna. ¿Cómo van a encarar los candidatos estos temas?

Cada vez ingresan a las universidades estudiantes más y más jóvenes, los mismos que, a la vuelta de pocos años, concluyen sus carreras en edades realmente tempranas y, por consiguiente, salen graduados con un cartón bajo el brazo muy pronto, aunque sin nada qué hacer: ¿Qué vamos a hacer entonces con el desempleo juvenil?

Las niñas de nuestros barrios populares están dedicadas a la procreación sin responsabilidad. El embarazo juvenil y el madresolterismo, son verdaderas plagas que acometen a las comunidades populares, pues entre más pobre y menos preparada intelectualmente es la niña, más alta es la probabilidad de quedar en embarazo. ¿Qué tiene el Estado para plantearles a esas madres tempranas, distinto del asistencialismo y de las políticas paliativas? ¿Cuáles son las políticas preventivas?

Infortunadamente ninguno de esos temas desvela a los protocandidatos presidenciales, que se traban en unas discusiones baladíes e inútiles, por cuanto se puede afirmar, a ciencia cierta, que lo que dejan ver los augurios es un cuadro totalmente triste y nefando.

Los de siempre, los que han construido su fortuna política gracias a la mentira, el engaño y la distorsión de la realidad, se aprestan a volver a sus andadas.

Ya andan difundiendo consejas estúpidas entre las intonsas gentes, como esa de que hay miles (o, tal vez millones) de venezolanos hijos de colombianos sacando cédula colombiana para votar por el partido FARC.

Como si “sacar” la cédula fuera cosa de dos días.

Nada más ridículo. En primer lugar porque si son los venezolanos que se encuentran en Colombia, no se trata propiamente de partidarios de esa entelequia imbécil del “Castrochavismo”. Los hermanos venezolanos que están en Colombia son refugiados que andan en una situación precaria de desmedro de sus condiciones económicas, y que, en manera alguna son una fuerza de choque simpatizante del gobierno de su país, que haya decidido venirse a nuestro territorio para lograr el peregrino triunfo electoral del grupo armado desmovilizado.

Obviamente que, como en todas partes, no faltará el elemento individual que estando en condiciones especialmente favorables, logre vender un hipotético voto. De hecho, nuestros hermanos colombianos de todas las regiones y de todas las clases pero, en particular, los de estratos más bajos, lo hacen con inconveniente frecuencia, lo cual constituye uno de los vicios que distorsiona el ejercicio de la política.

Pero demás, se levanta el espantajo del comunismo y se amenaza a la sociedad con un eventual triunfo electoral de alguien llamado “Timochenko”. Nada más lejano de la realidad, ya que una cosa es hacer política y otra lograr el favor del veleidoso electorado.

La Fuerza Alternativa Renovadora del Común, creo que así se llama, es un movimiento político como cualquier otro, que en una sociedad que aspira al título de democrática, tiene derecho a plantear sus propuestas y a que se le brinde un espacio de participación. Para eso abandonaron las armas; para eso abrazaron la lucha política.

Pero de ahí a que vayan a ganar las elecciones hay mucho trecho, porque para ello sería indispensable que ellos ganaran el favor del electorado, no con votos venezolanos improvisados e imposibles, sino mediante la persuasión y la convicción racional de los electores colombianos que son, en definitiva, los protagonistas de esta justa electoral.

Al lado de ellos están todos los otros partidos, los de la derecha recalcitrante, los tradicionales, los presunta o realmente alternativos. Todos tienen derecho a expresarse.

Y los ciudadanos tenemos derecho a escucharlos, a auscultar sus intenciones y sopesar sus propuestas.

Pero sin falacias, sin mentiras, sin argucias. Sin inventos imposibles.

De eso se trata la política: de la posibilidad de escoger entre múltiples alternativas, la que mejor se avenga a los intereses colectivos.

A eso nos debemos consagrar los ciudadanos este 11 de marzo.

( 2 ) Comentarios

  1. ReplyBenjamin Torres Marín

    Tiene toda la razón, utilizan la polarización como un mecanismo para obligar al elector a decidir su posición; o estas con la izquierda, o en contra de ella (y viceversa), no se aceptan términos medios; por otro lado el único discurso objetivo que muestran es una pseudooposición, basada en buscar sólo lo negativo y el menoscabo de sus opositores.

  2. Emberracar o enverracar a la gente es propio de las mafias y politiqueros corruptos que a base de mentiras y falacias despiertan es la ira de la gente, ya los conocemos: el narcoparaco82 y su mafia, el coscorronero y gamin Vargas Lleras, el Torquemada y sus fanaticos religionarios y otras bestias del redil ultraderechista y por eso y con eso fue que engañaron a la gente en el tal plebiscito. Por eso ni un voto por esos falsarios y cizañeros!!!!

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Armando López Upegui
Historiador, Abogado, Docente universitario y Maestro en Ciencia política.