No hay de otra

La corrupción está en todo, es un hecho. Pero, lo más impresionante es que, ahora, también está en la iglesia.

¿Ahora? ¿Qué digo? ¡Siempre!

Opina - Política

2018-10-06

No hay de otra

“La mafia más grande vive en el vaticano”, dice una canción. Y es verdad. Lo que no logro entender es por qué. Y quiero aclarar el concepto que tengo (y que siempre he tenido) de la corrupción: para mí, corrupto es el que impone el beneficio sobre la moral.

De manera que, a mi parecer, corrupto es el que le roba al país, al vecino o a la mamá. Bueno, a la mamá después de cierta edad.

Corrupto el que pide plata en la calle contando siempre la misma triste y falsa historia. Corrupto el que maneja la ambulancia hasta el hospital que más le conviene, sin importarle el bienestar del enfermo. Corrupto el que vende votos, el que los adquiere, el que comercializa productos de mala calidad, el que construye un puente que, después, se cae; por haberse guardado su tajada en el bolsillo, comprando materiales más económicos.

Y cómo no, el abuso es corrupto en todas sus presentaciones. ¿Qué es lo que gana el agresor? Satisfacción, dominación, beneficio muy por encima de la moral. Y entre todos, uno de los más aborrecibles por excelencia es la pedofilia, al mismo nivel que la zoofilia (para mí).

Es que no entiendo y no tiene excusa alguna. Pero, ¿qué tan necesitado de afecto hay que estar para obligar a alguien a tener sexo? Más aun, ¿qué tan podrida hay que tener el alma? ¿Qué tan miserable tiene que ser una vida para castigar a alguien con el propio contacto físico?

A mi parecer, el violador, el abusador, el pederasta, el zoofílico, siente tanto desprecio por sí mismo, que es perfectamente consciente de la porquería de ser que alberga en su piel; al punto que quiere castigar al más débil con su presencia porque es consciente de que, tan solo cruzárselo en una calle o en un parque, puede ser una desgracia para cualquiera.

Bueno, pero la idea no es sentarme aquí a despotricar. El asunto es que me intriga sobremanera y me parece curioso ese común denominador entre los sacerdotes, cardenales, etc., que resulta ser la pedofilia. ¿Por qué infantes y por qué niños?

En estos días, en una misa, escuchaba al padre decir: “¡Que arresten a todos los pederastas! ¡Pero, no pueden encarcelar a medio millón de sacerdotes que hay en el mundo solo por unos cuantos!”.

Y es cierto. Como siempre, sobresalen los casos negativos. Pero, me sigue generando curiosidad: ¿por qué pedofilia? ¿Por qué esa constante? Y entre más lo pienso, menos lo entiendo y más me inclino a pensar que no haya razón lógica en eso y que, quizá, sea simple y llanamente obra del maligno.

No hay de otra.

 

Foto cortesía de: Descifrando la noticia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Lorena Arana
Periodista con Máster en Escritura Creativa. Libro: 'Poemas de cabello corto'. Cuentista y microcuentista de última generación. Tía de oficio. En ocasiones, premiada. Ansiosa rehabilitada - hipocondríaca en reparación. Meditadora, trotadora, lectora. Y mi perra sonríe cada que me ve.