La captura del colombiano Juan Carlos Sánchez, conocido como el «Lobo Feroz», se dio por fin en Venezuela tras años de estar en búsqueda de las acusaciones por violación de al menos 274 niños y adolescentes, según informó el general Jorge Vargas, jefe de la policía de investigación criminal (Dijin).
El sospechoso estaba interconectado con las redes de tráfico de menores y en México, por ejemplo, vendía a pederastas los videos con las violaciones de sus víctimas. No obstante, lo que más genera controversia en este momento es que Sánchez ya había sido detenido en el 2005, y 6 de sus víctimas (que para entonces totalizarían 50) lo identificaron plenamente como el perpetrador de los abusos sexuales, pero fue liberado inexplicablemente por vencimiento de términos.
Según el oficial, en el desarrollo de la investigación se han encontrado «múltiples cuentas de correo relacionadas con abusos de menores», a través de las cuales este depredador sexual compartió 1.450 archivos y engañó con dinero a los menores para que sostuvieran relaciones sexuales con él.
Tras su liberación, Sánchez siguió violando sin problemas porque las autoridades registraban los casos como aislados, ignorando que eran perpetrados por la misma persona que habían dejado en libertad.
Resulta inaudito que tras tener al sujeto preso y con víctimas denunciándolo hayan dejado que se vencieran los términos ocasionando que Sánchez pudiera nuevamente gozar de su libertad y perpetrar cientos de macabras violaciones que pudieron evitarse.
Sin embargo, a finales de diciembre la policía de México encontró en los computadores de uno de sus clientes, Héctor Faría, alias ‘Anthony’, los videos que grababa y vendía Sánchez.
“Una de las carpetas contenía un documento desde el número 1 al 276. Cada número iba acompañado de un archivo adjunto, cada uno con la foto de un niño desnudo. Un segundo archivo era aún más aterrador. Contenía videos, de entre 2 y 5 minutos de duración, en donde de forma brutal el individuo abusaba sexualmente de cada uno de estos 276 menores. En muchos se oyen los gritos, los lamentos y las súplicas de las pequeñas e indefensas víctimas”.
“Una de sus últimas víctimas tenía tan solo 14 meses de nacida y las demás estaban entre los 8 y los 14 años de edad», sostiene uno de los investigadores a Semana.
El cliente, en este caso el mexicano Héctor Faria, era quien escogía a quién debería violar Sánchez, a partir de las fotos de las potenciales víctimas que este le había enviado. Un juego macabro sin duda para el que Sánchez cazaba en centros comerciales y locales en los que había videojuegos, donde se ganaba la confianza de los niños y los invitaba a su casa a jugar, donde finalmente abusaba sexualmente de ellos.
En este mismo tipo de tiendas con videojuegos es que la policía logró ubicar algunas de las víctimas exhibiendo la fotografía de Sánchez, lo que los llevó a identificar la casa donde cometía los abusos.
A partir de esos datos y los contactos que tenía con sus familiares lograron ubicarlo en Maracaibo, Venezuela, donde finalmente fue capturado. El cálculo de 500 niños violados es tentativo, mientras avanza la investigación.
Increíble que la justicia colombiana siga dejando en libertad a la más inmunda escoria del país que viola nuestros niños, roba a cántaros nuestras arcas para después echarlos las manos a la cabeza.
Y no menos despreciable es que un gran sector de la prensa y la ciudadanía se limite a catalogar a Juan Carlos Sánchez como un lobo feroz. Llamemos las cosas y las personas por lo que son, este es un repudiable violador en serie que nos hace revivir historias como las de Garavito, el hombre que violó y asesinó a más de 200 niños y posiblemente salga de la cárcel en algún momento porque la indulgente justicia colombiana sólo se ensaña con los arrastrados.
Hace mucho rato que la justicia colombiana está pidiendo una renovación, y no sólo de personajes, sino de reglas del juego. Nuestros afamados dirigentes y exdirigentes políticos y judiciales han construido un entramado de artimañas que les ha permitido salir muchas veces invictos, pero a esos cerdos de la corrupción tarde que temprano les llega su diciembre y así poco a poco podremos seguir avanzando como nación, para que casos como el del violador en serie Juan Cárlos Sánchez puedan detectarse a tiempo y, sobre todo, condenarse como es debido.
Somos los más felices del mundo, pero este no es un cuento de hadas. Necesitamos enfrentar la realidad tal como es y trabajar para cambiarla, porque de lo contrario este país seguirá siendo ese lugar paradisíaco de mujeres bellas y drogas ilimitadas que sirve para inspirar las más célebres series y telenovelas de cómo es que se roba, se mata y se triunfa en Narcolombia.