Ver los debates televisados y escuchar a los candidatos a la Alcaldía de Medellín en los distintos foros realizados hasta el momento, brinda la oportunidad de identificar y analizar las coincidencias y diferencias de sus diferentes ideas y propuestas.
Mientras Alfredo Ramos Maya repite un discurso trasnochado y calcado de Álvaro Uribe, y Santiago Gómez, autodenominado «el de Fico», promueve el continuismo del alcalde Federico Gutiérrez, teniendo tras de sí el presunto apoyo de buena parte de la clientela burocrática medellinense; las propuestas de avanzada cobran fuerza por sus propuestas frescas y renovadoras.
Un país cuya población, en gran medida, carece de formación y criterio político, y vota de manera apasionada, es un caldo de cultivo propicio para la polarización. Desde hace 200 años hemos estado entre centralistas y federalistas, liberales y conservadores, ‘paracos’ y ‘guerrillos’ y, últimamente, por alguna razón, ‘derecha’ vs. ‘izquierda’, polaridad que hace 30 años dejó de tener relevancia en Occidente.
Pero es esta polaridad ‘derecha’ vs. ‘izqueirda‘ la que los representantes de la clase política tradicional colombiana siguen esgrimiendo para incendiar el país, sembrar divisiones, infundir miedo y hacer que la gente “salga a votar berraca”.
Afortunadamente, el relevo generacional de la política local trae consigo nuevas causas y nuevas ideas y, por ende, ofrece nuevas soluciones a viejos problemas. Parte de estas nuevas soluciones se encuentran en los movimientos de «Tercera Vía».
Iniciada a finales de los años 90 y rápidamente adoptada en países como Alemania, Reino Unido, Uruguay, Chile y Costa Rica, la «Tercera Vía» ofrece un modelo de economía mixta, con participación equitativa de los sectores público y privado y con énfasis en la educación y el desarrollo de tecnología como una estrategia para lograr el desarrollo económico y social.
En la actual contienda electoral, y tal vez por el enorme desconocimiento en Colombia de teoría política, las propuestas de «Tercera Vía» son llamadas “de centro”. Sea como fuere, la Tercera Vía puede encontrarse en las propuestas de tres candidatos: Beatriz Rave (Alianza Verde), Daniel Quintero (Independientes) y Juan David Valderrama (Todos Juntos).
A diferencia de la “cartilla de negocios”, que es el programa de gobierno de Alfredo Ramos, y la falta de originalidad evidente en el programa de Santiago Gómez, que replica las propuestas de “Fico”, los programas de gobierno de Rave, Quintero y Valderrama ofrecen muchas más alternativas y posibilidades de progreso y desarrollo económico y social para Medellín.
En un momento en que las ideologías están en crisis, las propuestas de estos tres candidatos integran modelos viables, en aras de la unión de voluntades más allá de los partidos, colores y militancias políticas. Porque la falta de educación, la falta de salud, la escasez de alimentos y la falta de empleo, no tienen partido ni color político. Pero, ¿qué proponen?
En mayor o menor medida, los tres candidatos «alternativos» coinciden en puntos como el estímulo al desarrollo y aplicación de tecnología, servicios públicos más competitivos para atraer la inversión del sector privado, impulsar y apoyar la creación de industria local y apostarle a las empresas públicas como estrategia para la generación de empleo; el fomento a la formación y el aprendizaje para toda la vida (life-long learning) y, muy especialmente, los programas y proyectos educativos y culturales como la base para la equiparación de oportunidades, la movilidad social y el fortalecimiento del tejido social, todo ello enmarcado en la sostenibilidad medioambiental.
¿Y la seguridad? Palabras como “autoridad”, “seguridad”, “mano firme”, “combatir la criminalidad” y “perseguir a los bandidos” se convierten en lugares comunes, en clichés, en tópicos vacíos, repetidos por candidatos como Ramos y Gómez, sin contenido de fondo, ni especificar formas y mecanismos para lograrlo.
Por ejemplo, el que definan a Alfredo Ramos como “el candidato de la autoridad”, es risible; ejercer la autoridad, mejorar la seguridad y consolidar la gobernabilidad de una ciudad es deber y función del Poder Ejecutivo. En este orden de ideas, el énfasis en la autoridad y la seguridad no pueden ser parte de un programa de gobierno; cualquiera que llegue a la Alcaldía asume también dicho deber constitucional.
Santiago Gómez, por su parte, se limita a decir que seguirá confrontando a las bandas criminales y que “hay que acabarlas” pero no es claro en la estrategia para lograrlo. En cambio, si se analizan las propuestas de Quintero, Rave y Valderrama sobre seguridad, su apuesta por la integralidad de estrategias ofrecen nuevas perspectivas; es decir, nuevas soluciones a viejos problemas.
Repitiendo el eslogan “mano firme, corazón grande” Ramos busca identificarse con el senador Uribe, haciendo gala de una total falta de ideas propias, queriendo brillar pero sin luz propia.
Se entiende que el grueso de la población colombiana que vota, lo hace guiado por la emoción. Estamos acostumbrados a “más de lo mismo” y “mejor malo conocido que bueno por conocer”, pero se puede anteponer la razón a la emoción, y votar de manera racional. Para ello, bien podría considerarse la frase de Einstein: «Locura es hacer lo mismo una y otra vez,, esperando obtener resultados diferentes». Tal vez la respuesta está en dejar de hacer “más de lo mismo” y, en lugar de votar por “los mismos”, se puede marcar la diferencia y comenzar a votar diferente, con criterio y de manera independiente.