Neymar o la esclavitud moderna

Opina - Deporte

2017-08-05

Neymar o la esclavitud moderna

El reciente traspaso de Neymar al PSG por doscientos veinte millones de euros se convierte en la compra más alta de la historia por un ser humano.

Virginia, 1768. Un traficante de esclavos está sobre una tarima mostrando su mercancía. Los compradores se acercan, los niños se ríen de los hombres de piel negra que están atados a los grilletes, las mujeres se tapan la nariz, observando con cierto espanto a los esclavos. Los curiosos se acercan, simplemente para asistir al grotesco espectáculo.

— Acérquense, damas y caballeros. Miren a esta criatura, fuerte para el trabajo de la tierra, sana y sin piojos. Puede ser suya, a partir de veinte dólares. ¿Quién da veinticinco? —cacarea un hombrecito con sombrero, quien recibirá una buena comisión si logra conseguir un buen precio en la subasta por el esclavo.

Pensamos, equivocadamente, que el tráfico de hombres es cosa del pasado. Creemos que el progreso conlleva una concientización del valor humano sobre el comercial. Repetimos sin cesar que la vida humana es invaluable. Sin embargo, en las últimas dos semanas hemos asistido a la puja más desproporcionada por los servicios y talentos de un ser humano.

Ayer, Neymar da Silva Santos Junior, nacido en Mogi das Cruces, se convirtió oficialmente en jugador del Paris Saint-Germain. El foco de la noticia no ha sido el progreso o el retroceso deportivo que está dando el jugador, sino la suma por la cual llega al equipo francés: doscientos veinte millones de euros, los cuales se convierten en poco menos de trescientos millones con los pagos de impuestos, sin contar el salario exorbitante que recibirá el brasileño.

Viendo y leyendo este espectáculo de lo grotesco, una pregunta rondaba mi cabeza sin lograr encontrar respuesta: si un hombre, por el simple hecho de patear un balón y de gambetearse a dos o tres jugadores, cuesta doscientos veinte millones de euros ¿Cuánto costaría el científico que descubra la cura contra el SIDA? ¿Cuál sería el precio del investigador que desarrollará un tratamiento contra el cáncer de páncreas? ¿Cuánto estaríamos dispuestos a pagar por un físico que descubra que los hoyos negros no son negros, sino blancos? Quizás se pagaría una buena suma por ellos, más no en las proporciones de Neymar, pues el conocimiento y la ciencia no son un show, una entretención ni una distracción.

Neymar, al igual que Messi, Cristiano o Pogba, ya no son vistos como seres humanos, sino como marcas.

Son productos de consumo no diferentes a una Coca Cola o a un par de tenis Adidas. Cuando uno de estos jugadores se lesiona, los clubes tiemblan pues el producto se desvaloriza, tal como sucedió con Radamel Falcao. “Ese man ya no vale la mitad de lo que costó”, escuché decir más de una vez y el solo recordarlo me da escalofríos.

La rodilla de un futbolista toma la misma dimensión de una manguera de lavadora, de una puerta de carro o de una rueda de bicicleta: ante el menor daño, el producto de desvaloriza. “Zlatan fue un pésimo negocio para el Barcelona”, “El Real Madrid perdió plata con James”, “Bale no ha rentabilizado su compra” son frases que escuchamos casi a diario en la radio o que leemos en la prensa.

Pero si nos detenemos un poco y analizamos lo que esas palabras en verdad significan, nos damos cuenta de que no solo el fútbol, sino también otros deportes y el mundo del cine y del entretenimiento se han convertido en el gran tráfico de humanos del siglo veintiuno.

El talento debe ser valorado y bien pago, sí. De eso no hay dudas. Si alguien es bueno en su trabajo, merece un buen sueldo. Pero ese sueldo es proporcional a su nivel de estudios, de experiencia y a las habilidades adicionales que posea (y no quiero entrar en el tema de los profesionales sobrecalificados con salarios pírricos. Es tema de otra columna). El caso de los deportistas como Neymar es que no serán evaluados en sí por sus goles o regates, sino por lo que como marca logren alcanzar.

“James Rodríguez es una marca que vende muy bien entre los latinoamericanos, en solo venta de camisetas”, decía Florentino Pérez hace algunos meses, y tenía razón. Al día siguiente de llegar a Múnich, su camiseta se agotó en la tienda del Bayern. La marca comenzó a ser rentable.

Así pues, la diferencia entre aquel esclavo de Virginia y Neymar no radica en las épocas en las que viven, sino en los contextos sociales y económicos que los rodean. Al esclavo lo compraban por trabajar bajo el sol y la lluvia en los campos de algodón, y a Neymar por posar ante las cámaras, marcar uno o dos goles, protagonizar algún escándalo nimio en una discoteca parisina y garantizar la venta de camisetas, pocillos, juguetes y paquetes de papas fritas con su cara impresa.

El esclavo de Virginia dormía en un granero, ansiando su libertad y siendo alimentado como los animales; Neymar come a manteles en hoteles cinco estrellas, sube videos y fotos feliz en Instagram, pensando que disfruta de su libertad, pero es todo lo contrario. Neymar es esclavo de los empresarios, de sí mismo, y de su talento.
Es el Kunta Kinte de nuestros días.

 

( 1 ) Comentario

  1. ReplyJuan Camilo Hurtado R

    Hola Sr.
    Columna genial en donde nos dejas ver de una forma diferente una realidad actual.
    Gracias.

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Jorge Eduardo Salgar
Literato y turista eterno. Apasionado por la política, el fútbol y el cine. Profesor de español, literatura e historia de América Latina en la Universidad de Toulouse 2 Jean Jaurès.