Los índices de pobreza más altos del país están en el campo, un sector históricamente olvidado y afectado por las políticas que se deciden en Bogotá. Dentro de este sector, cabe mencionar que las mujeres son las más afectadas por ese flagelo.
El fin de semana comenzando junio, las redes sociales se inundaron de mensajes de felicitación para los campesinos de Colombia en su día, exaltando su labor, su importancia para el país y su compromiso. Sin embargo, muy poco se hace para mitigar la grave situación socioeconómica de esta población.
Es cuanto menos importante subrayar el cinismo de algunos políticos que aprovechan estas fechas para conmemorar en redes, lo que destrozan desde sus posiciones de poder.
Por otra parte, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), la pobreza monetaria a nivel nacional fue de 26,9% en 2018, mientras que en las zonas rurales alcanza una cifra de 36%, es decir, 10 puntos porcentuales por encima del nivel del país. Alarmante, cuanto menos.
Más preocupante aún es que la situación de pobreza se eleva hasta el 41,9% entre las mujeres campesinas, lo cual produce una vulnerabilidad total, una calidad de vida baja y la exposición a varios tipos de violencia.
Entre los hombres la pobreza monetaria es 5 puntos porcentuales menos. Como se dice coloquialmente, las mujeres siempre llevan del bulto.
Aunque en los últimos años se han adelantado programas y políticas públicas para reducir los índices de pobreza monetaria y multidimensional como el Programa Nacional de Reactivación Agropecuaria, el Fondo de Solidaridad Agropecuaria o las líneas de crédito con menores intereses, adelantadas por el Ministerio de Agricultura, con el apoyo de entidades locales de cada región; aún hay mucho por hacer para mitigar estos índices que ubican a Colombia como uno de los países de la región con peores registros en este ámbito.
Desde las alcaldías y gobernaciones podrían implementarse planes piloto innovadores, para trabajar con las madres cabeza de hogar campesinas, para que comercialicen sus productos con apoyo estatal y puedan superar los círculos de violencia tan arraigados en el campo y hacer sus proyectos de vida sostenibles.
Por ejemplo, la implementación de programas de apoyo en zonas rurales sacó de la pobreza a 12.600 familias solo en 2017, de acuerdo con cifras estatales.
Cabe mencionar que no solo es necesario un apoyo económico para tener éxito, sino que es imperativo iniciar procesos de capacitación en la trasformación de materias primas, como los lácteos, para que las mujeres puedan darle valor agregado a los productos (pastelería, panadería, chocolatería, etc.) y puedan recibir un mayor valor por unidad.
De igual forma, para que este tipo de programas tengan éxito, es necesario que se conviertan en políticas de Estado y no se queden en meras políticas de Gobierno, que es lo que suele ocurrir con la mayoría de programas en el país, que se acaban con el mandatario y su remplazo llega a refundar la patria, por decirlo de alguna manera.
De forma que se pierden todos los avances y tiempo reformulando proyectos, cuando se podrían mejorar los ya implementados.
Fotografía cortesía de: Colombia Informa
La pobreza de la mujer rural genera ese sometimiento que en muchas ,( más bien pocas) m no se ve en las ciudades, donde la mujer es más independiente y también ha que reconocer que dentro del campesinado existe un machismo más marcado. Si a la mujer campesina se le diera una independencia económica *otro sería el cantar*.
Solo me queda decir que es una entre columna.