Desde que el Castrochavismo nació como artificio y ‘coco’ ideológico, la Gran Prensa colombiana, en particular medios radiales y televisivos [1], han usado a Venezuela para tapar las miserias del régimen nacional, asumiendo que el único hedor existente y posible de percibir es el que emana el régimen de Maduro Moros.
Y apoyados en una suerte de fijación mediática, impulsada por los temores que les producen el pensamiento crítico, la Izquierda, el progresismo y el fortalecimiento de la oposición en Colombia, los canales privados RCN y Caracol y sus extensiones en la radio, vuelven hoy sus ojos sobre lo que acontece en Venezuela.
Hoy, una escaramuza político-militar que pretende tumbar al régimen de Nicolás Maduro Moros, “obligó” a la Gran Prensa colombiana a poner sus interesados reflectores en territorio venezolano, no para que los colombianos comprendan sistémica y geopolíticamente lo que sucede en el vecino país, sino para evitar que los mismos nacionales miren y comprendan lo que viene sucediendo al interior del régimen colombiano, comprometido claramente con torpedear y hacer fracasar el proceso de implementación del Acuerdo Final II y, por esa vía, evitar la consolidación de una paz estable y duradera.
Nuevamente la misma Gran Prensa colombiana vuelve a demostrarse, sin que sus propios periodistas y varios despistados profesores de periodismo hagan conciencia de ello, que los criterios de noticiabilidad no solo devienen caprichosos y acomodaticios, sino que suelen servir para tapar los problemas sentidos y estructurales de un país como Colombia: corrupción enquistada en las institucionalidades privada y estatal; odios viscerales y férrea oposición de la clase política, dirigente y militar contra el proceso de paz, la implementación del Acuerdo Final II y contra todo lo que huela a reconciliación y verdad histórica.
En el momento en que las audiencias asistían al vergonzoso espectáculo que brindaba en el Senado la bancada del Centro Democrático, en relación con la votación a las objeciones presidenciales al proyecto de Ley Estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz – JEP, la Gran Prensa salió expedita a poner sus reflectores en Venezuela.
Esto, para continuar apoyando la mayor apuesta política del Gobierno de Duque: coadyuvar a tumbar a Maduro, en un claro desconocimiento de principios como la no intervención en asuntos internos de otros países, el respeto a las soberanías estatal y popular y a la autonomía del pueblo venezolano para darse su propio destino.
Y no se trata de no cubrir periodísticamente eventos y sucesos que son de interés regional. De lo que se trata es de no abandonar la obligación ética y moral que tienen los periodistas masivos de informar, con inusitada claridad, sobre los abundantes y desbordantes hechos sociales, políticos, económicos y culturales de la Colombia que se hunde en sus propias miserias, gracias al oprobioso régimen de poder que nos regresó a las aciagas noches que vivimos entre 2002 y 2010.
Baste con saber que a los magistrados de la Corte Constitucional los están “chuzando” para entender que, efectivamente, con el Gobierno de Iván Duque Márquez, el país regresó a las prácticas dolosas y mafiosas del marco del Todo Vale.
Prácticas que hicieron posible, no solo el enfrentamiento entre el entonces presidente Uribe con los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que venía condenando a sus congresistas por tener probados vínculos con grupos paramilitares; sino la persecución y el asesinato de profesores, críticos, detractores y defensores de derechos humanos [2].
Con el propósito de esconder las propias miserias nacionales, la Gran Prensa colombiana, afecta al Establecimiento, prefiere ocuparse del efluvio que sale del Palacio de Miraflores, en lugar de cubrir con especial interés periodístico-noticioso la hediondez que emanan las institucionalidad estatal y privada, comprometidas con las prácticas corruptas, mafiosas y dolosas que hicieron posible que hoy en Colombia la corrupción se haya naturalizado y enquistado en las relaciones Estado-Mercado-Sociedad.
Por esa vía, los medios masivos colombianos, esto es, los afectos al Gobierno de Duque y defensores del llamado “uribismo”, no solo se vienen consolidando como actores políticos, sino como feroces enemigos de la paz, de la reconciliación, de la verdad de lo acontecido en el marco del conflicto armado interno.
Y por ese camino, se erigen hoy como hostiles y adversos agentes generadores de una opinión pública capaz de entender, con suficiencia histórica, el devenir del país. Paz en la tumba del Periodismo, con P mayúscula.
Foto cortesía de: El Heraldo
Qué bueno que haya un buen reportaje sobre el periodismo y que se hable sobre lo amañados que están con la oligarquía colombiana llena de mentiras. Y engañando al pueblo colombiano.
Me gusta el nuevo periodismo alternativo.
Excelente ojalá le habrán uña tribuna nueva e des politizada a Daniel Coronell.