En días pasados el mundo occidental se sacudió ante la espantosa y trágica noticia de la masacre en el bar Pulse de Orlando, Florida. Como ya es costumbre, en este mundo globalizado, las demostraciones de solidaridad con las víctimas y de rechazo contra el victimario no se hicieron esperar.
En redes sociales millones de personas con mensajes, banderas y hashtags demostraron su dolor y preocupación. También lo hicieron cientos de personalidades de la política, del entrenamiento y del activismo LGBTI, por supuesto. Entre las que me llamaron la atención hubo dos en especial: el Papa Francisco y el Príncipe Guillermo del Reino Unido. Ambos representantes de dos añejas instituciones.
Sobre el particular me permití publicar en mis redes sociales un par de críticas al respecto. No porque crea que está mal que la gente repudie un acto de violencia espantoso, como el sucedido en Orlando. Ni más faltaba. Sino porque dudo de lo genuino de sus palabras, o más bien, porque me fastidia que se instrumentalice un hecho de horror con propósitos publicitarios y de marketing político.
Sobre el Papa Francisco, la verdad, ya estoy cansado del constante discurso que nos quieren vender como “el Papa diferente”, o peor aún “el Papa revolucionario”. Francisco es y seguirá siendo hasta el día de su muerte el representante de una de las instituciones occidentales más conservadoras y reaccionarias de este lado del planeta. El hecho de que el Jefe del Estado Vaticano (porque también es eso: un político) constantemente pronuncie palabras y discursos que son políticamente correctos sobre la pobreza, la igualdad y la violencia, no lo hacen un Papa diferente en esencia, sino un Papa estratega.
Frente a estas críticas, muchas personas amigas y conocidas me preguntaban, en resumen, cuáles eran mis razones para ver con prevención las palabras de repudio del Papa frente a la masacre de Orlando o por qué mi insistencia en resaltar la homofobia de la Iglesia cuando el mismo Papa ha declarado que “no hay que juzgar a los homosexuales”. Les aclaro y repito acá: personalmente no tengo nada que agradecerle a Francisco y ni más faltaba que un personaje del calibre del Papa no se pronunciara contra la barbarie. Creo que esas épocas en que el Vaticano azuzaba guerras, por lo menos en público, afortunadamente ya pasaron. Sin embargo, sus palabras caen en los lugares comunes, además de no significar nada sustancialmente distinto respecto de la posición de la Iglesia sobre a la homosexualidad.
Mientras el Papa se pronuncia contra una masacre, su Iglesia sigue condenando el sexo entre personas homosexuales y sigue concibiendo al matrimonio igualitario como antinatural.
No importa cuántas veces el Papa, por estrategia política, diga que no hay que juzgar a los homosexuales si el accionar concreto y real de él y su institución sigue alimentando los discursos de odio y discriminación. No he visto, desde que se erigió el Papa “diferente”, una sola campaña contra la homofobia. Esa misma que mató en Orlando. Las palabras, si no están acompañadas de acciones, se las lleva el viento y sólo sirven para vender titulares.
Precisamente, en esa misma semana de la masacre en Orlando se llevó a cabo la Asamblea General de la OEA en República Dominicana. Una de las instituciones que le pidió a dicho organismo multilateral “proteger la familia tradicional y la vida”, que organizó una manifestación contra los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y contra el matrimonio igualitario fue la Iglesia Católica.
¿No es esa la misma institución del Papa “diferente”? ¿Qué hace él al respecto? Nada, porque es ese el fundamento filosófico de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Por otro lado, está Guillermo de Cambridge, Príncipe de Inglaterra. Una de las personalidades más célebres de la familia real británica que, junto a su esposa Catalina, le ha dado a la corona un aire de “renovación”, según dicen los expertos.
Guillermo no sólo se pronunció contra el lamentable hecho ocurrido en Orlando, sino que además accedió a ser portada de la revista Attitude, una publicación inglesa orientada a personas LGBTI. Textualmente dijo en su entrevista: nadie debe ser acosado por su sexualidad o cualquier otra razón.
Bien por esas palabras, pero a renglón seguido se me ocurrió preguntar en mis redes sociales qué pasaría si alguno de los hijos de Guillermo, en un futuro, llegara a confesarle que es homosexual. Incluso, ¿qué pasaría si ese hijo homosexual es el heredero a la corona? ¿Cuál sería la reacción de la monarquía? ¿Seguirían siendo tan open mind?
Para nadie es un secreto que la historia de las monarquías europeas ha estado llena de excesos de todo tipo y también que muchos de sus integrantes han sido homosexuales. Sin embargo, la misma esencia de la monarquía en algún punto los ha obligado a llevar una “vida normal”. La monarquía necesita reproducirse.
Sólo dejó como constancia esas preguntas para incentivar el debate y para llamar la atención sobre lo que yo considero un uso cínico y marketinero de los derechos de las personas LGBTI por parte de algunos personajes públicos.
La lucha por la igualdad en derechos, por el respeto a la diferencia y por la promoción de la diversidad humana sí necesita aliados, pero aliados verdaderamente comprometidos y convencidos, no oportunistas políticos que de dientes para fuera dicen una cosa, mientras en su accionar hacen otra.
Si bien los cambios culturales comienzan con la transformación de los discursos y del lenguaje, éstos no son nada si se quedan en el papel. Si las distintas instituciones políticas, religiosas, culturales y sociales, así como sus representantes quieren en serio ser partícipes de dichos cambios será mejor que pasen de las palabras a la acción.
Publicada el: 21 Jun de 2016