A la segunda alcaldía de Peñalosa no le ha ido nada bien. Las mediciones que se han realizado, hasta la fecha, le han sido desfavorables. De igual manera, columnistas de opinión han coincidido en que la polarización que ha suscitado Peñalosa sobre asuntos en los que se creía existía un mínimo de consenso, prematuramente, han desgastado al Alcalde, sin contar el deterioro que han producido las revelaciones sobre falsos títulos académicos de los que se ufanaba Peñalosa . “Desengaño”, dicen algunos. «Gerencia fallida”, he calificado.
Así las cosas, exhibiendo ese talante “sobrador” de “niño bien” que lo ha caracterizado, minado de un tiempo para acá por el descubrimiento de su falso doctorado y otros títulos profesionales inexistentes (algunos opinan que es una conducta que traspasó los límites de una pilatuna anecdótica a la letra del delito penal y disciplinario), el Alcalde Mayor de Bogotá se ha dedicado a deslegitimar las opiniones en contrario de los expertos, por una parte, poniendo el “espejo retrovisor” y, por otra, con frases y comparaciones impropias del que se supone es conocedor sobre los asuntos esenciales de la ciudad, como debe ser el burgomaestre de la Capital.
En medio del clima erizado de opinión pública, esencialmente de aquella que se expresa en las redes sociales, el Alcalde Mayor presentó a la consideración del Concejo de Bogotá el Plan de Desarrollo, denominado “Bogotá Mejor para Todos”. Allí, como en todos los Planes, más o menos se reitera en la visión estratégica que la Bogotá ha edificar durante estos cuatro años y una visión (inmodesta) de casi medio siglo para adelante y, luego, incorpora los elementos esenciales del Programa de Gobierno que radicó en el momento de inscribir su candidatura. Algunos son verdaderas sorpresas.
Tres “Pilares” y cuatro “ejes transversales” sintetizan el Plan propuesto. Como lo he sostenido en varios asuntos que ha tramitado la administración, antes que presentar estudios para soportar las iniciativas, incluido el Plan de Desarrollo, con desenfado, se dedica a lanzar desafortunadas frases descalificadoras. “En todas las ciudades muere gente esperando ambulancias”, dijo ante la crisis del sector salud; “ese aparatejo” llamó al metro y calificó de “juguetes costosos” a los metros ligeros o trenes de cercanías, para no hablar la denominación de “potrero” a la reserva TVDH y la negación de bien protegido porque, según él, “allí no hay micos ni guacamayas”.
En la TVDH no existen micos ni guacamayas, propias de las selvas. Pero donde si existen micos a tutiplén, como dicen algunos Concejales oriundos del Caribe, es en el Plan de Desarrollo. El Presidente de la Comisión de Hacienda y Crédito Público del Concejo, en carta enviada al Alcalde Mayor, ha llamado la atención sobre asuntos que según la doctrina y la jurisprudencia no están el ámbito de atribuciones de los Concejales y por ello ha pedido al alcalde retirarlos del texto del Plan de Desarrollo. “Verdaderos micos” se comentó en la Sección de comentarios flojos de un noticiero.
Por otro lado, mirando las atribuciones de los Concejales contenidas en el Estatuto Orgánico de Bogotá, no nos es dable inmiscuirnos en asuntos que no son de nuestras competencias. Por lo anterior he solicitado retirar del Plan de Desarrollo lo relativo al cambio de uso de la reserva TVDH, camuflada como “guacamaya” de “Ciudadela de la Paz”. El cambio de naturaleza de la reserva es de competencia CAR. Cuando ello suceda, no antes, el Concejo tiene la atribución de asignarle su uso. “Micos” y “guacamayas” del Plan de Peñalosa.