Columnista:
Cristian Álvarez Balbín
Por estos días circula una imagen en redes sociales en la que aparecen la foto del senador Álvaro Uribe Vélez y la del magnate Luis Carlos Sarmiento Ángulo. Debajo del retrato de ambos se lee una frase que dice: si tan solo quedara un respirador, ¿a quién se lo pondrías?
Y aunque las respuestas de los internautas convierten dicha imagen en un chiste negro y cruel, muy poca gente nota que esa graciosa imagen resume perfectamente la situación mundial sobre el coronavirus, o el “contraviros” como le dicen tiernamente varias abuelas que poco entienden de nombres científicos para pandemias.
Colombia nunca defrauda
Mientras que el primer mundo desestimaba los verdaderos efectos que tendría la COVID-19 en nuestro planeta; el Gobierno Nacional, que decía estar preparado para atajar una pandemia, se sumía en la total parsimonia y hacía la vista gorda a la desfachatez de nuestra élite criolla.
El 8 de marzo, la alcaldesa de Bogotá Claudia López dijo para NTN24 que: “No hay que tener pánico, el coronavirus es un tipo común de gripa”. Mortal y terrible, pero gripa al fin y al cabo.
De otro lado, el 11 de marzo, algunas “prestantes y bien habidas” familias de la alta sociedad de nuestra folclórica Costa Caribe, hicieron tres fiestas, dos en Barranquilla y una en Cartagena; una de ellas con temática de la COVID-19 y, para hacerla lo más “realista” posible, se trajeron varios invitados españoles inoculados con el virus que se saltaron la cuarentena.
A esta hora, varios de esos irresponsables, que hace unas semanas creían que sus fortunas los hacían inmunes a la pandemia, esperan los resultados de la prueba.
Por su parte el Gobierno, pese a los ruegos de todos los sectores —salvo el económico— no cerraba el Aeropuerto Internacional El Dorado (¿por influencia de la primera hermana de la nación?).
Duque más bien se reunió para discutir las medidas médicas y epidemiológicas a tomar en el país con el mayor vendedor de humo de la historia reciente de Colombia: Manuel Elkin Patarroyo.
Este, con el amplio conocimiento del que no sabe nada sobre lo que está hablando, salió con esta perla: “Que les pongan cuidado a los enfermos y si hay alguno con síntomas, pero ya… pero no me van a aislar (declarar en cuarentena) a Bogotá, por así decirlo”.
Temor para todos
En Colombia, al igual que en el mundo, la gran preocupación es que la COVID-19 es una enfermedad que afecta a todos por igual.
Pobres, ricos, negros, blancos, políticos, reyes, y estrellitas del pop —que nos invitan a disfrutar quedarnos en casa desde sus mansiones, mientras la mayoría vivimos en apartamentos minúsculos y con la nevera medio vacía— tienen su porción de COVID-19 asegurada, sino se toman las medidas necesarias.
Y obvio, ese es el temor de nuestra crema y nata social. De la COVID-19 no se salvan ni los Samper, ni los Lleras, ni los Char, ni los Gaviria, ni los Uribe, ni los Guerra, ni los Espriella, ni los Valencia, ni los Gerlein, ni los Santos, ni los Gilinski, ni los Sarmiento, ni los Ardila, ni los Santo Domingo, ni los Petro. Todos saben que “si dan papaya, cuelgan los tenis”, y adiós poder político y económico.
A esto hay que sumarle que, de acuerdo con el médico Carlos Francisco Fernández, asesor de salud del periódico El Tiempo, “entre 10 % y 20 % de los casos de coronavirus requieren hospitalización y cuidados intensivos con períodos que oscilan entre 15 y 20 días promedio. Esta demanda resulta insostenible para cualquier sistema de salud”.
Ahora, el mismo sistema de salud —del que muchas de estas castas se aprovecharon para cimentar su fortuna política y económica— es su principal preocupación, pues en el caso colombiano, las cifras de infraestructura respaldan la afirmación de que la demanda para el sistema de salud será insostenible.
Según el Ministerio de Salud, en 2019 en el país había 84 556 camas hospitalarias, de las cuales 39 961 eran para atención de adultos; 10 057, para pediatría; 7543, para obstetricia; y 5684, para cuidados intensivos.
No obstante, en el último reporte de esa cartera, en reuniones preparatorias para enfrentar la llegada del coronavirus, el inventario de camas de cuidado intensivo e intermedio, a donde llegarían los casos más graves, era de 13 572.
Sin, embargo, de esas 13 572 camas de UCI, entre el 70 % y el 80 % actualmente están ocupadas, lo que dejaría solamente alrededor de 3000 camas disponibles para atender a quienes se compliquen hoy, independiente de sus apellidos, por la COVID-19.
Ganando indulgencias con padrenuestros comprados
Ante tamaña situación, los prestantes del país, a través de los gremios económicos se pusieron las pilas. La vida de los patriarcas y las matriarcas está por encima de todo y cueste lo que cueste.
Por eso vemos cómo entidades como Postobon, Argos, el GEA y, hasta Sarmiento Angulo, el hombre más avaro del país, están repartiendo “chichigüitas”, pesitos de devueltas, como “importantes donaciones a los sectores más desfavorecidos” para paliar la pandemia. ¡Mentira!
A los poderosos de Colombia se les hizo el milagro. A ellos no les interesan los pobres, solo los ven como herramientas para conseguir sus objetivos.
Sin embargo, de convertirse en realidad los cálculos, todos estos pobres se morirían, lo cual no es malo en sí —pues se les cumpliría su eterno sueño— pero, se quedarían sin quien explotar o a quien robarle.
Y peor aún, como la “gripita” se salió de control y también amenaza a la élite criolla, sería con los pobres con quienes disputarían las preciosas camas de UCI, situación desventajosa, pues los paupérrimos son mayoría absoluta en un país que, ni con 50 años de bala continua y políticas infrahumanas, logró diezmarlos. Y por ello, los poderosos temen.
Debido a esto posan de redentores ganando indulgencias con padrenuestros ajenos. Y por eso abundan ahora los videos de “donaciones hechas con amor”; para cuando llegue el día de decidir quién debe usar una cama de UCI, nuestros “nobles” puedan decir, “déjeme usar la UCI a mí, acuérdese del ‘mercadito’ que yo le di”.
De seguir el ritmo actual de contagio, tal parece, que llegaremos a un punto en que nuestra élite criolla, parafraseando la obra Ricardo III de William Shakespeare, saldrá a implorar a las calles desconsoladamente mientras gritan, “mi reino por una cama de UCI”.
En la película «El décimo hombre» un adinerado le compra a un joven la vida, cuando una noche sale sorteado para ser fusilado por los nazis. El joven acepta ser fusilado en su lugar, a cambio de que ante testigos le deje toda su fortuna, que a su vez hereda a su madre y a su hermana antes de morir al amanecer. ¿Así se van a negociar las camas en UCI?¿O las clínicas privadas no estarán obligadas a recibir pacientes pobres?