“Mi primera propuesta es vender marihuana en el salón”

No podemos pensar que somos o seremos los más educados sólo porque hay colegios más lindos y con instalaciones modernas.

Opina - Sociedad

2018-02-15

“Mi primera propuesta es vender marihuana en el salón”

En la calle y en los lugares que frecuentamos escuchamos todo el tiempo pedazos de conversaciones y frases que nos hacen voltear la mirada o al menos parar la oreja. Esta vez, pasando por las afueras de un colegio público de Medellín, escuché lo que tres niños de menos de doce años discutían:

   —Usted qué se va a lanzar de Representante del salón, payaso.

   —Pa’que vea, mi primera propuesta es vender marihuana en el salón.

   —¡Uh, yo lo voto! —dijo con entusiasmo el tercero.

“Ay, pero es que era un chiste”, dirán muchos sin haberse detenido a pensar la gravedad de la normalización en torno a la delincuencia y la drogadicción infantil y juvenil.

Si hay un mercado ilegal de drogas en crecimiento y un consumo cada vez más alto y desde más temprana edad, como se observa en los barrios populares de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, no es algo fortuito. La cocaína y la marihuana están siendo el nuevo barrilete de nuestros niños. 

Están fallando las familias. Está fallando la sociedad misma en la forma en que reproducimos nuestra pobreza, nuestra miseria y nuestros errores. Están fallando las instituciones públicas en atención y prevención de estas y otras problemáticas, poniendo al frente de atención al ciudadano a personas que no están capacitadas para brindar la orientación necesaria a las familias.

¿O será que es mucho pedir que si una víctima va a pedir ayuda y protección a la alcaldía no le respondan que «es que las mujeres no pueden vivir sin pipí», como lo denunció esta semana la Concejal Luz María Múnera? Un caso protagonizado por Luisa Fernanda Flores, asesora del alcalde Fico Gutiérrez.

O en ese mismo orden de ideas, estaríamos escuchando pronto que como la juventud está perdida, qué más da que inicien a consumir desde primaria. O que como en Medellín se vende tanta marihuana, ‘naaaarmal’ que cada vez se consuma desde más temprana edad. Ni es normal, ni está bien, aparte de crear dependencias extremas, el consumo de drogas a temprana edad trae consecuencias como la pérdida de coeficiente intelectual, puesto que las neuronas no llegan a desarrollarse plenamente.

Y nada cambiará mientras la educación sea un negocio y, por ejemplo, las universidades públicas tengan que rebuscarse el presupuesto para pagar deudas en lo que las privadas reciben acaudaladas sumas del Estado en programas como Ser Pilo Paga. Lástima que la política no sea Que todos sean pilos paga. Así las cosas serían diferentes.

La política no ha ayudado. Tener un sistema educativo donde el docente va a domesticar y no a enseñar, es muy perjudicial a nivel cultural e intelectual, pero una bendición para los políticos que viven en el poder de cuenta de sus bases adoctrinadas para adorar al verdugo y culpar al destino por sus males.

Las familias adolecen de atención. Hay clases para todo, pero no nos enseñan a ser padres y a educar a nuestros hijos desde el hogar, donde al menos deberían enseñarle a saludar, a pedir el favor, a respetar lo ajeno, a escuchar al que habla, a conocer los riesgos del consumo de drogas a temprana edad.

No más de dejar que los niños se eduquen sexualmente de cuenta de Internet o de los amigos y sus anécdotas competitivas. Los altos índices de embarazo juvenil y de enfermedades de transmisión sexual no se darían si hubiera una cultura en torno a la exploración del cuerpo y su placer, con cuidado. Porque lo que tenemos hoy son tabúes en torno a los temas más delicados, transmitiendo miedos y prohibiciones generalmente de origen religioso que lo único que hacen es despertar la curiosidad de quien por naturaleza quiere conocerlo todo.

No podemos pensar que somos o seremos los más educados sólo porque hay colegios más lindos y con instalaciones modernas. Claro que se necesitan espacios adecuados para el aprendizaje, pero fundamentalmente con ambientes sanos, profesores capacitados y condiciones óptimas, como una educación más personalizada y menos masiva, que estimule al diferente y no trate al rebelde como el que hay que pasarlo de año porque la ley dice que no pueden perder más de tantos el grado escolar.

Hay mucho más por decir, pero sobre todo más por hacer. Pongámonos la tarea personal de seguir aprendiendo y transmitir esos conocimientos siempre que sea posible. No porque antes haya sido mejor, dejemos de añorar el pasado, sino porque podemos deconstruir y volver a cimentar nuestra sociedad. Y la del futuro.

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Ían Schnaida
Campesino antioqueño | Periodista de la UdeA | Fundador y director de laorejaroja | Dudo de pa' fuera.