Hoy escribo con la intención de hacer catarsis y de paso, si es posible, para reivindicar las luchas de muchas madres que a diario se enfrentan con el enemigo de su tranquilidad, la culpa.
Hace cuatro años, cuando apenas había acabado de casarme, recibí un diagnóstico que nunca hubiera imaginado, una condición médica me impedía ser madre. Realmente, el tema nunca me había interesado, siempre me imaginé sin hijos, viajando, estudiando, escribiendo. Claro, hasta ese día.
Tal vez por la rebeldía que me ha caracterizado o por ese impulso interno e inconsciente de no quedarle mal a la sociedad, me obsesioné con el tema. Ya sabía, antes de casarme, que mi esposo tampoco era que tuviera muchas posibilidades, pero que yo no pudiera, ¿cómo iba a ser eso posible? pensaba. Es que no es lo mismo poder y no querer, a que querer y ya no poder.
Lloré y lloré muchas noches, traté de encontrar respuestas, me hice creer a mí misma que necesitaba tener un hijo para ser feliz, que mi hogar necesitaba un nuevo integrante a como diera lugar.
Cansada de extrañar lo que ni siquiera había tenido, me hice a la idea de que no podría ser madre y punto. Comencé a hacer nuevos planes y reordené mis proyectos, solo bastó eso para que el destino me hiciera entender que la vida no tiene cronogramas, ni estrictas agendas. Cuando yo creí que ya todo estaba en orden, una prueba positiva de embarazo me zarandeaba el alma.
Tuve lágrimas en mis ojos durante unos cinco días, para ser sincera, no sé si lloraba de felicidad, de susto, de pánico o de angustia. Tener lo que hasta unos pocos meses atrás era lo que más había deseado, me llenaba de profunda gratitud, pero también me cuestionaba sobre si realmente era lo que yo más quería.
Hace algún tiempo leí que si las mujeres tomaran la decisión consciente de ser madres, reconociendo todo lo que esto implica, el 85% de los embarazos no existirían.
Y es que un hijo no es una moda, ni una prenda que uno se pueda poner y quitar, no es un compromiso que se destruya tras una discusión y, mucho menos, puede ser el fruto de la presión de una sociedad que tanto desconoce el amor verdadero.
Por tercera vez en un año, volví a reordenar mis planes. No puedo negar que la impaciencia por conocer a ese ser que crecía dentro de mí y, por asegurarme de que estuviera bien, a veces intentaba acabar con mi sistema nervioso.
Los meses fueron pasando muy lentos, con un diagnóstico poco alentador una niña tomaba forma dentro de mi vientre, me pateaba, tenía hipo constantemente y de vez en cuando dejaba de moverse por horas, quizá para hacerse extrañar y, de paso, para hacerme morir del susto.
Pese al pronóstico y a los múltiples inconvenientes, tuve el privilegio de verla. Esa primera vez entre nosotras, se quedará guardada en mi memoria como uno de los momentos más plenos y también más cargados de culpa en toda mi vida. Por primera vez, le hablaba sin miedo a no conocerla.
En las noches, mientras ella dormía, yo despertaba a revisar su respiración, tenía pesadillas y pensaba en todo lo malo que le pudiera pasar durante un descuido mío.
Un miedo inexplicable a no ser la madre perfecta se apoderó de mí.
Trabajar, dormir, ver películas, revisar el celular, salir con amigas y amigos y hasta volver a ser esposa, atentaban contra el tiempo que debía dedicarle a ella, eso era lo que yo pensaba y lo que la sociedad y nuestra cultura nos han hecho entender.
«Es que él parece la mamá», me lo dijeron muchas veces y muchas personas, refiriéndose a la relación de mi esposo y mi hija, pero yo me pregunto ¿a caso, son tan pocos los padres buenos y entregados, como el de mi pequeña, que ver un caso como el nuestro les causa tanto asombro? Él no es la madre porque ese es mi rol, que sea un padre dedicado, responsable y amoroso, lo convierte precisamente en eso, en el padre.
Juro que a nadie he amado como a ella, pero precisamente por este sentimiento tan profundo, decidí liberarme de todas las culpas, decidí que para ser una buena madre, primero debo ser una mujer feliz.
Trabajo para ofrecerle y ofrecerme un mejor futuro, duermo porque a veces me canso y necesito recargar baterías para estar con ella a plenitud, reviso mi celular para atender compromisos familiares, personales y sociales, salgo con mis amigos y amigas para oxigenarme, y volví a ser esposa, porque el ser madre no puede ausentarme de la persona que elegí para acompañar mi vida.
Ver crecer a mi hija es un sentimiento que no puede describirse, conversar con ella es magia para mí, disfrutar de sus risas, sus juegos, sus pataletas y hasta sus ocurrencias son una bendición, por eso no puedo tener culpas, porque si es ella el amor de mi vida, no puede ser también la responsable de mis penas.
Es imposible tener un hijo y que no cambien muchas cosas en nuestras vidas. Las renuncias, las entregas y el desinterés se convierten en el factor común, pero de cada uno depende hacer el viaje más amable. Sobre las madres no pueden ni deben recaer todas las responsabilidades, los tiempos en los que los padres solo proveían recursos, se acabaron.
Aprovechemos estas fechas y liberémonos para amar con más fuerza, rompiendo las ataduras que nos esclavizan solo por complacer a quienes siguen, como borregos, las normas de una sociedad que poco o nada ha recompensado la labor de las madres sometidas por las culturas patriarcales.
Adenda: Si una mujer decide no tener hijos es porque quizás hace parte de ese 85% de personas que de manera consciente no quisieron asumir el reto y encontraron la felicidad y la realización en otras cosas. Respeta las decisiones de los demás.
Se podría comentar si. Calificar, ampliar, refutar , corregir…SERÍA UN DESASTRE! . Es un sentimiento en forma bellamente escrito, una revelación de la luz del alma de un ser humano que se siente vivo y despierto…No hay necesidad de ser parte del género femenino para entender su pleno significado…
Una exquisita lectura!!.
Yo me arrepiento de haber tenido hijos. Es el peor de los errores porque tienes que pagarlo cada dia por el resto de tu vida y mas si eres mujer.
Sabía y sesuda reflexión sobre la maternidad. Enhorabuena.
Muy buen texto, claro, inteligente y cercano. Gracias
Hermosa reflexión sobre ser mujer y ser madre. Las dos se han confundido y mezclado a expensas de la felicidad de muchas. Muchas gracias por expresarlo de manera tan honesta y con tanto amor.