Iván Duque como candidato se montó al bus de la lucha contra la corrupción durante la campaña presidencial de 2018, tratando de despersonalizar la bandera anticorrupción enarbolada por la Coalición Colombia y secundada por Colombia Humana.
Citó en múltiples debates que no gobernaría con “mermelada” (termino acuñado por el uribismo para hablar de la repartición de puestos y beneficios a congresistas durante el gobierno Santos), que no reviviría la figura de cupos indicativos y que haría de Colombia un país con legalidad, emprendimiento y equidad.
Durante la campaña presidencial quisieron él y su partido subirse a esta ola (aunque su partido nada en un mar de corrupción) y manifestaron un apoyo preelectoral a la consulta liderada principalmente por Claudia López y Angélica Lozano, pero con la condición impuesta por el uribismo de no votarla en simultáneo con la elección presidencial, para evitar favorecer al candidato de la Coalición Colombia de la cual hacían parte Lozano y López.
Posterior a su elección como presidente su partido dio un reversazo, ya viéndose en el poder, y dejaron de lado la bandera anticorrupción, —al parecer en un intento de conservación propia— y le hicieron campaña adversa a la consulta que pretendía poner un freno a este mal.
Al ser derrotada la consulta a la cual el Centro Democrático le hizo campaña adversa en contrapunto con su presidente Duque, quien en público dijo apoyarla, el mandatario manifestó que pondría “todo” de su parte para llevar a feliz término los mandatos de dicha consulta que sacó mayor votación que cualquier candidato presidencial en la historia.
Esto quedó en el discurso, no presentó todas las iniciativas, no las pasó con mensaje de urgencia al congreso para su aprobación y su bancada se encargó de dar sepultura a los proyectos, al dejar vencer el debate, no poner ponentes, entre otras jugarretas.
Para seguir evidenciando el aparente deseo inherente de perpetuar la corrupción, para beneficio de la añeja clase política que ha saqueado la nación desde hace 1 siglo y, quienes se coaligaron para llevarlo al poder, basta con seguir el hilo de las acciones del presidente y su bancada de gobierno.
En el trámite de la reforma política, el gobierno introdujo un artículo (bien primate) que revive los cupos indicativos (base de la mermelada) con otro nombre y un mayor monto para el latrocinio, dejando a disposición del Congreso, la destinación del 20% de la inversión regional, abriendo de nuevo la puerta para los negociados de los congresistas.
Duque ha demostrado sus dotes de mermelero (¿o mejor decir lechonero?), con sus forzados y extraños nombramientos, que solo parecen estar respondiendo al pago de favores a quienes le hicieron campaña y a los conocidos amigos de su mentor (¿además titiritero y padre putativo?) Álvaro Uribe.
Para muestra de algunos faux pas basta el sonado caso de Claudia Ortiz, quien sin cumplimento de los requisitos (posgrado, sin experiencia que intentó acreditar en una notaría), se le ha intentado nombrar en la UNP y, a modo de inocentada, la contrata el 28 de diciembre (cuando nadie estaba pendiente) en la Agencia de Desarrollo Rural, su insistencia en nombrarla en cualquier cargo es sospechosa, ¿qué le deberá el presidente a esta señora?
Además de este, hay numerosos contratos a dedo a personas poco idóneas, que parecen responder exclusivamente a dádivas para amigos en la misma orilla ideológica o con quienes se hacen “negocios familiares”.
Por mencionar algunos nombramientos o intentos de contrato: Mario Pacheco en Centro de Memoria Histórica quien no fue nombrado finalmente por su evidente sesgo ideológico al cual se opuso la ciudadanía; Torrijos en el Centro de Memoria Histórica, expulsado de U. del Rosario por irregularidades en sus títulos y con evidentes sesgos para dirigir la entidad; varios embajadores que no han hecho ningún estudio en relaciones internacionales ni carrera diplomática, solo son fichas políticas, muchos con diferentes cuestionamientos, por ejemplo Ubeimar Delgado (exgobernador del Valle del Cauca) en la Embajada de Suecia, sin saber hablar sueco o tan siquiera inglés fluidamente; el sonado contrato de «aguinaldo» a Natalia Bedoya, excandidata a la Cámara por el Centro Democrático y conocida twitera pro-uribista, quien orgullosamente afirmaba que este gobierno no da mermelada, pero termina recibiendo antes de fin de año un contrato de casi 9 millones de pesos para ejecutar en 15 días.
Así como múltiples nombramientos en cargos ministeriales o intermedios que solo huelen a pago de favores, como lo ha mostrado el representante a la Cámara por el partido DECENTES, David Racero. (tweet con el hilo).
Lo anterior sin mencionar la forma impúdica en la que Duque, haciendo uso de los esbirros de la bancada uribista, ha ayudado y defendido, a capa y espada, al tenebroso fiscal general de la nación, Néstor H. Martínez, quien ha estado defendiendo desde su puesto a su antiguo jefe Grupo Aval y a toda la clase política corrupta que está involucrada en el escándalo de Odebrecht.
Además hace la llamativa nominación (¿otra untadita?) y posterior nombramiento como fiscal ad hoc de Leonardo Espinosa, quien fuera director de su alma máter: la Universidad Sergio Arboleda, reconocida institución afin al uribismo (miembros del partido egresados y catedráticos); quien a su vez tiene nexos del pasado con Néstor Humberto Martínez por relaciones y representación de la universidad encomendada por el exrector.
Como colofón recibimos el 2019 con otro regalo a escondidas del gobierno a Fedegán, al devolverle la adminstración del fondo parafiscal ganadero, adjudicándola nuevamente a quien se le había retirado con anterioridad por su mal manejo: en 2015 la Contraloría General puso en alerta el riesgo de los recursos por el uso indebido de estos como garantía de las deudas de Friogan (frigoríficos) y el Ministerio tomó la decisión de no renovar con Fedegán.
Además el saliente contralor Edgardo Maya en agosto de 2018, emitió una carta al ministro de Agricultura actual pidiendo que Fedegán no administrase más el fondo por las irregularidades encontradas por esa entidad en diversas auditorías a lo largo de los años. Fedegán y su director han estado involucrados, aparentemente, en estrategias anti-restitución por despojo de tierras a campesinos, como lo ha manifestado, entre, otros Ariel Ávila en su artículo «La Masacre que quiere esconder Jose Félix Lafaurie«.
Además ha sido acusado por sectores dentro del mismo gremio ganadero de llevar una institución antidemocrática y con malos manejos para los ganaderos de Colombia. A pesar de todo esto en contra, se le adjudica este «botín» a escondidas y a dedo, ya que a pesar de haber abierto licitación el Ministerio de Agricultura, este la cierra prematuramente declarándola desierta y cierra contrato con Fedegán en tiempo récord (tan solo horas). Esto es un evidente «güiño» a Lafaurie (esposo de Cabal del CD, defensor acérrimo del uribismo) por sus años de “servicio”, ya que no se le pudo pagar con la Contraloría, cargo al que lo postuló el uribismo y no fue electo en el Congreso.
¿Qué más nos espera de este gobierno? Es difícil saberlo, lo que es claro, por lo menos ante mis ojos, es que la mermelada está siendo esparcida a manos llenas en este nuevo gobierno, que prometió acabarla.
Muchos dirán que no hay tal mermelada, que es diferente a Santos, creo que sí tienen la razón en algo, es diferente… esta es de NARANJA.
Mucho peor aún, porque con éste Gobierno la oposición está amenazada de muerte por su mentor, quien apetece cualesquier método para tapar sus muchos pecados contra el erario público y la humanidad misma de quienes no comulgan con sus indecentes prácticas.
No sólo, la mermelada continuó en la era Uriduque, sino que ahora es más tóxica porque está para pagar favores nombrando a los personajes más ineptos y contradictorios en sitios clave, en donde puedan causar el mayor daño al pueblo y mayor destrucción de las instituciones; todo, porque son los designados por EL.