Columnista:
Dennis Guevara Acuña
Parece algo complejo de asimilar, pero así es, son muchas las personas que se vieron atrapadas en el problema coyuntural que ocasionó el COVID-19, que no fue una simple gripe como muchos en su momento lo creyeron y algunos más osados llegaron a burlarse, hasta el instante en que tocó a su puerta e invadió todo cuanto quiso. Y es que nos causó gracia el suponer que retrocedíamos a la niñez, con conceptos tan básicos como un simple lavado de manos o estornudar y toser cubriéndose con el antebrazo; pero que poco a poco desdibujaron nuestras carcajadas convirtiéndose en lágrimas, cuando un ser cercano se vio tendido en cama o hecho cenizas.
No fue nada sencillo el asimilar que esa barrera televisiva en donde escuchábamos casos del otro lado del mundo se desmoronó, y de repente, la noche del 17 de marzo del 2020, la alcaldesa Claudia López anunciaba un simulacro de aislamiento por un par de días, que para algunos sonó a vacaciones, ya fueran laborales o escolares y nos despedimos de nuestros amigos con la ingenua frase: «nos vemos el lunes». Ese día de marzo se expandió a semanas, meses y ahora años; tanto así que a la fecha aún hay quienes no han visto a sus compañeros o incluso peor, muchos de ellos nunca los verán.
Es más que un simple encierro, es entender que en medio de este ocurrieron miles de situaciones que todavía se desconocen o en su momento se dejaron pasar por alto y es eso lo que decidieron investigar los estudiantes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, al realizar una sencilla pregunta a algunos alumnos de la misma institución: «¿Cree que la pandemia comprometió la salud mental de su familia?». Al desarrollar el cuestionamiento, se evidenció cuantitativamente que el 84 % de los encuestados opinaron que «sí», mientras el otro 16 %, que «no». Ante tales resultados se decidió cuestionar a los expertos en el caso, y quién mejor para despejar las inquietudes sino los profesionales en el campo psicológico.
Como individuos participantes de dicho fenómeno, creamos diversas posibilidades o hay quienes lo generalizan en una misma tentativa. No es una sola la causa. Por el contrario, son múltiples; eso nos lo dejaron en claro dos psicólogas, quienes a su vez son hermanas; Inés y Bibiana Acuña Triana nos hablaron de los grandes cambios que la pandemia ha representado socialmente, sobre todo en lo que respecta a la red de apoyo primario, su entorno y vida social, pues como seres sociables el solo hecho de tener que cambiar nuestras rutinas diarias viéndonos sometidos al encierro, el temor a lo desconocido, a la información procedente de los medios de comunicación, quienes tristemente proyectan inseguridad e información a favor del amarillismo.
Además, tal como mencionan las psicólogas, la decadencia económica de la mano del desempleo, ha conllevado a variaciones importantes en los roles familiares, empezando por los padres de familia, quienes tuvieron que enfrentarse a tareas para las que no estaban preparados, sin mencionar el cambio para los niños, jóvenes y adolescentes, que tal vez, veían en sus lugares académicos espacios para interactuar y distraerse. Estos motivos han llevado a la intolerancia y en algunos casos al incremento de la violencia intrafamiliar; del mismo modo en que se confirmó con las devastadoras cifras entregadas por el Observatorio Colombiano de las Mujeres que los incidentes incrementaron en un 142 %; junto a estos, las profesionales Acuña aseguran: «aumentaron los casos de depresión severa que llegaron a terminar en pensamiento, ideación y suicidios determinados, entre otras tantas patologías que infieren en el estado mental de los individuos a tal punto que somatizan hasta llegar a afectar el sistema nervioso central de la persona en sí, generando fuertes alteraciones».
Un ejemplo contundente de lo que plantean las profesionales en psicología es encontrarse con familias que perdieron a sus seres queridos y debido a las medidas restrictivas, con el dolor en el alma, ni siquiera lograron despedirse, sentir que cumplieron con su duelo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unicef afirmaron que el COVID-19 llegó para quedarse; con el panorama actual solo se avecina lo que la también psicóloga Amparo González Londoño explicó: «una arquitectura digital en nuestros domicilios», equiparándola a estar en una celda, sometidos a la militarización, de tal manera, un tanto extrema Amparito añade que: «el coronavirus podría conducirnos a una especie de dictadura mundial».
En últimas, desde mi punto de vista, creo que la inocente pregunta de los universitarios nos lleva a reflexionar en cómo estamos actuando y la insolencia de la gran mayoría al evadir el sentir del otro, pormenorizando su situación y deslegitimando varias de las enfermedades mentales; lo que ha conllevado a que actualmente tengamos la desgarradora cifra de un suicidio cada 40 segundos, algo insólito pero real, que no lo digo yo, lo dicen los expertos junto a sus investigaciones. Es ahora el momento de reaccionar, dejar de ignorar las alarmas de los más vulnerables: nuestras infancias y adultos mayores o ¿acaso estás esperando que el próximo seas tú, tu vecino o algún ser querido?