Columnista:
Germán Ayala Osorio
El aparato de justicia en Colombia suele ser más enérgico y rápido con los casos de corrupción y crímenes en los que no están involucrados políticos y empresarios con poder económico y político. Por estos días, se comenta en redes sociales la decisión de la Fiscalía General de la Nación, en cabeza del amigo del presidente de la República, de encauzar a un joven tuitero, que en su cuenta expuso un macabro deseo: “Ojalá maten a ese cerdo”. Ese desafortunado trino tiene en problemas jurídicos a Diego Carrillo, quien ya fue citado a audiencia de imputación de cargos, según trascendió, por incitar a que el presidente sea asesinado.
La diligencia del fiscal Barbosa y del aparato investigativo que lidera es asombrosa, si se miran cientos de miles de casos que duermen el sueño de los justos en varias fiscalías. Baste con nombrar los hechos que rodean a lo que se conoce como la ‘Ñeñe Política’, para indicar que poco o nada han hecho las instancias de investigación para señalar o formular, con prontitud, responsables y cargos, por los graves indicios que indicarían que a la campaña Duque presidente entraron dineros de origen ilícito.
El caso de Carrillo llama la atención, porque en este caben análisis alrededor de los usos del lenguaje y en particular, de la importancia que tienen los apodos en una sociedad como la colombiana, que los suele usar para desprestigiar, ridiculizar o burlarse de las personas; receptoras de los sobrenombres o motes. Así, los apodos o los remoquetes tienen un fuerte anclaje cultural y político, cuando se usan para invalidar o mostrar el rechazo hacia agentes de poder. Algunos académicos definen así al apodo, acción y expresión socio-cultural que deambula entre todas las clases sociales.
“En las definiciones se precisan los aspectos o “requisitos” mediante los cuales un término alcanza el estatuto de apodo o sobrenombre, entre los cuales podemos mencionar una potente función apelativa y diferenciadora; que tenga vigencia temporal; que se construya en buena medida desde un proceso permanente de metaforización y desemantización. Los apodos son construcciones en las que se canalizan componentes de diversa motivación, por ejemplo, en unos casos se involucran afectos, o bien, existen como dimensión satírica, peyorativa, por medio de las cuales se formula un denominador que caracteriza y caricaturiza de manera particular a un individuo conocido”. (Cárdenas, B., 2015).
Aunque con menos finura que el humor político de Vladdo o Matador, entre otros, el acto de habla que pronunció Carrillo hace parte de una cadena de apodamiento en la que hombres públicos como Turbay Ayala, Juan Manuel Santos e Iván Duque Márquez (quien funge, institucionalmente hablando, como presidente de la República, aunque el abogado penalista, Ramiro Bejarano, entre otros, lo llama subpresidente), fueron «víctimas», porque sobre sus vidas, intelectos y condiciones físicas (estéticas particulares) recayeron motes.
Del primero, existen chistes que aluden a su «baja inteligencia» e incluso, a una vida «licenciosa». Al expresidente Santos lo llamaron, durante sus años de gobierno, con el remoquete de ‘Chucky’, apodo al parecer sugerido por un desmovilizado de las Farc. Y por último, a Duque, en redes sociales y en otros ámbitos, incluyendo a la propia Fiscalía, se le llama o se le conoce con el mote de ‘Cerdo’.
Es decir, el peso real de lo expresado por Carrillo está en la cadena de apodamiento de la que, al parecer, hacen parte el fiscal general de la nación y sus subordinados, en la medida en que reconocen el apodo o mote de ‘Cerdo’, de allí el llamado que le hacen al joven tuitero para que responda por el delito de incitar o instigar a matar al presidente.
En un país como Colombia, con una tasa altísima de ineficiencia e ineficacia de la justicia, ocuparse por una desafortunada frase de un joven solo sirve para que los humoristas se sigan burlando del presidente y de la propia justicia. Ya es conocido que el caricaturista Matador usa la imagen universal de un porcino (mejorado genéticamente, si miramos la apariencia de los primeros cerdos que aparecieron en América Latina) para referirse a Duque Márquez. Por supuesto, que el joven merece una fuerte reconvención social y debería de pagar varias horas en servicio comunitario. Pero ponerlo cerca de la cárcel es un despropósito judicial, salvo que la propia Fiscalía demuestre que tiene la capacidad operativa y financiera para atacar a quien funge como presidente. De lo contrario, estaríamos ante una «marranada judicial» de nuestro ineficiente e ineficaz aparato de justicia, en contra del más pendejo o en este caso, el más marrano: el joven Carillo.
Nota: según el diario EL ESPECTADOR, la audiencia de imputación de caragos, programada para ayer, fue aplazada. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/fiscalia-aplazo-imputacion-de-diego-duvan-carrillo-en-caso-ivan-duque/