En cuanto más se avanza en visibilidad y en materia de derechos, más radicales se ponen las fuerzas ortodoxas en la sociedad colombiana.
La bienvenida al mes del Orgullo nos la dio ese señor de canas reales. Sí, pintadas por la vejez natural y por su odio —natural también—, ese hombre con ínfulas de presidente eterno. Nos llamó “los no heterosexuales” avalado supuestamente, por líderes divergentes, que se autoreconocen y se autodenominan de esta manera. Bastante discutible la coartada que se pensó el senador incendiario.
Lamento ese ocultamiento que pretende esconder a nuestros muertos para negarnos la memoria, y claro, así le queda más fácil venir por nuestros derechos. Ah, pero benditas sean las formas de resistencia, porque desde discursos académicos, hasta memes, salieron en defensa de la identidad y de la diversidad sexual. Y bueno, seguiremos con firmeza porque evidentemente no se gobierna para quienes no existen, y ya nos dejó claro que para el nuevo ejecutivo somos invisibles.
¡Los niños! ¡Los niños! ¿Alguien quiere pensar en los niños?… O en las familias. Pues sí, acá en Santander nos pusimos en la tarea las maricas, los LGBTIQ, “¿la comu?” (y aclaro que si algo nos ha enseñado la historia es a deconstruir el lenguaje, siempre con dignidad). Por eso, y sabiendo que aquella moral de la era victoriana acá se pasea campante negando las distintas formas de habitar las ciudades, escondiendo la miseria (o poniéndole un moñito para que se vea más bonita), haciendo control social para que toda forma salida de la heteronorma se esconda, y recordando la marcha del odio que llenó las calles de Bucaramanga en 2016 contra la supuesta “ideología de género” y en rescate de la familia tradicional, decidimos llamar a la nuestra, la del orgullo este año: Carnaval de las familias, con el propósito de que se desarrolle este 23 de junio a partir de las 3 de la tarde en el Parque San Pío.
Eso sí, el godismo y todo lo retardatario que se puede ser en el departamento hizo gala. El mandatario de la capital autorizó posar sobre la fachada de la alcaldía, la bandera del Orgullo, como un llamamiento a la ciudadanía a reconocer y a respetar las distintas formas de ser, y a construir una ciudad viable para sus habitantes a través de la inclusión; todo en el marco del carnaval y la marcha.
Más tardaron los empleados de planta física en empezar a instalarla, que la Policía en llegar a constatar que existiera la autorización, pues los bumangueses ya reventaban los teléfonos con quejas y denuncias. Voces invitando a quemarla también se escucharon, y tuve en ese momento una especie de déjà vu, recordando cuando en el 2016, un vendedor ambulante bajó la bandera arcoíris que se estaba izando, mientras gritaba toda clase de improperios, y sí, la rompió.
Bueno, pues los fanáticos religiosos de la mano con la manipulación política, no se iban a quedar sin probar la tajada del pastel que para ellos estaba servido. A través de grupos de WhatsApp empezó a circular un audio, que invita por medio de la fe, a tomar acciones jurídicas en contra del alcalde de la ciudad, por malversar los recursos públicos e invertirlos en una población que lo tiene todo y lo pide todo, por adoctrinar al pueblo con una bandera y por ofender sus profundas y enquistadas doctrinas.
Por supuesto, no se van a quedar sin rezar, pues con rosario en mano invitan a un plantón frente a una iglesia en medio de la ruta de la marcha, para que el Dios de amor que evidentemente solo les pertenece a ellos, limpie a Bucaramanga de una plaga pervertida. ¿Familia? Familia solo es papá y mamá dicen ellos, las nuestras son el acabose de la ley natural, es más, son un remedo que no alcanza la dignidad para ser llamada de esta manera.
Así, con todo lo retardatario que pinta el panorama, la marcha sigue y seguirá en pie, y las calles de esta Bucaramanga que recorrió en su juventud el inquisidor Alejandro Ordóñez se van a llenar de color, de plumas, de alegría, de orgullo y de la expresión más profunda del amor, la posibilidad de ser.
Y allá, donde ese mismo sujeto que hoy pretende perseguirnos con su sotana desde el gobierno y en compañía de la Sociedad San Pío X, y que al mejor estilo nazi quemó cantidades de libros hace 40 años, la población LGBTIQ iniciará su marcha con toda altivez. Nosotros, maricas, encontramos en la resistencia nuestra forma de existir. Nosotros, que no olvidamos a quienes dejaron la vida por nuestros derechos, prometimos que no seríamos carne de cañón nunca más, nosotros les dijimos: ¡No pasarán!
Hay que dejar la discriminación de género