Vivimos el tiempo de los malos entendidos. Malos entendidos que se crean de manera interesada y perversa, porque de la confusión siempre resultan beneficiarios. La ganancia de los pescadores se incrementa en el río revuelto.
En el tema de la paz, por ejemplo, se ha creado muchos malos entendidos. El primero de ellos consiste en hacerle creer a la gente que la paz tiene dueño: la paz de Santos. Pero se olvida de manera imprudente o intencional que la paz es una forma de estar en sociedad. Algo que la propia Constitución Política, en su artículo 22, ha previsto como un derecho y un deber.
Paz no es ausencia de conflicto. Eso es imposible. Porque donde haya más de un ser humano siempre habrá contradicción y envidias. Pero el conflicto no tiene porqué ser sinónimo de violencia. La vida misma es un conflicto entre el ser y el no ser que arranca desde el propio momento de la fecundación. Conflicto es diferencia y diversidad. Lo que no debe admitirse es que esa diferencia y esa diversidad tengan que zanjarse mediante la eliminación violenta del otro, del distinto, del diferente.
Hablar de paz no es pues prometer ríos de leche y miel. No es asegurar coros celestiales de cantos de aleluya, sino simplemente crear las condiciones para que, de manera racional y civilizada, enfrentemos nuestras diferencias y disensos. La paz es menos muertes estúpidas, menos llanto de madres y de hijos; menos desarraigos y desalojos, menos desplazamientos forzados (migraciones, las llamó de manera proterva cierto personajillo afecto al régimen anterior) y menos incertidumbres.
La paz entonces es un bien de todos, es un estado que a todos beneficia. Y su tratamiento público, la publicitación de sus bondades no puede ser confundida de manera imbécil y malintencionada, con la participación en política partidista. Evidentemente, estar en favor de la paz es una posición política, pero en manera alguna ella representa la propaganda en favor de un líder, de un régimen o de un partido político. No es hacerle campaña electoral a las FARC, ni al partido del presidente. Por el contrario es hacerles campaña electoral a los niños, a los huérfanos de la guerra, a las viudas y a las madres que vieron perecer a sus hijos enrolados en uno y otro bando. Es hacerle campaña electoral a la sociedad entera.
La paz es entender que no podemos seguir viendo caer víctimas de lado y lado. Que no podemos seguir matándonos y desangrándonos hasta el infinito. Es entender que quien está equivocado, quien optó por la vía errada del escalamiento armado del conflicto también puede rectificar, salir de su error, arrepentirse, cambiar.
Pero la paz no es adoptar la posición del contrario abandonando o renunciando a la nuestra. Por el contrario, la paz implica la reafirmación de nuestros criterios ideológicos, sin necesidad de imponerlos por la fuerza a los demás, entendiendo que los otros también tienen sus proyectos, sus ideas, sus propuestas y que las nuestras y las de ellos tienen el mismo derecho a salir a la palestra pública, a ser debatidas, sopesadas, evaluadas, acogidas o rechazadas por las mayorías, en las urnas, que es en lo que, finalmente, consiste la democracia.
La paz tampoco es el olvido de los crímenes que fueron cometidos por todos los actores armados. De hecho, solo la recuperación de la memoria de las víctimas, el conocimiento completo de su drama y de las causas y los causantes, puede ser la garantía y el seguro de que no habrá repetición de conductas vergonzosas y salvajes como las que hemos vivido. La paz no puede ser amnesia irresponsable, perdón descaracterizado, sino reflexión cerebral y ponderada acerca de la necesidad de rectificar el rumbo.
Es necesario que nuestra sociedad comprenda que por la vía de la violencia no vamos a alcanzar ninguna redención, ni la modificación del entorno social, pero ni siquiera la modernización de nuestra vida.
Hay muchos malentendidos en nuestra sociedad, pero construir la paz implica superarlos, aclararlos y no prestarse dócilmente a la satisfacción de los intereses de quienes encuentran en la prolongación ab aeternum del desangre, un motivo para su enriquecimiento económico y la satisfacción personal de sus más bajos instintos de odio y retaliación.
Publicada el: 22 Jul de 2016