Autor: Cristian Prieto Ávila
“Cuando México envía a su gente, no envían a los mejores. Traen drogas. Traen crimen. Son violadores. Y algunos, supongo, son buena gente”:
Donald Trump.
El presidente Trump declaró estado de emergencia nacional, por una supuesta crisis migratoria, para costear el muro fronterizo con México. Luego de que su proyecto de financiación fracasara en el Congreso al obtener 1.400 millones de dólares para reconstruir vallado y barreras viejas.
Por la falta de fondos apeló a la Ley de Emergencia Nacional, que le otorga poderes especiales al Ejecutivo, para prescindir del proceso legislativo y tomar dinero del tesoro de Estados Unidos; destinado a los militares y al apoyo en caso de algún desastre natural. El muro, según Trump, podría costar 12.000 millones de dólares. Para la Fundación New America la cifra asciende a 40.000 millones. El equivalente a 11 veces la fortuna de Trump.
La presunta emergencia fue denunciada por 16 estados que la consideraron un abuso inconstitucional y sometida a votación por Nancy Pelosi en la Cámara de Representantes que aprobó una resolución en contra. La Constitución norteamericana instituida en el siglo XVIII, tiene un modelo de separación de poderes que controla y evita su concentración en una persona. Si avanza la decisión de Trump, retrocede la democracia.
El muro de Trump
El muro de Berlín cayó y otros se erigieron. Entre Arabia Saudita e Irak hay un muro de 900 km para evitar la amenaza del Estado Islámico. Entre la India y Pakistán hay otro de 742 km en la región de Cachemira. Grecia cercó su frontera con Macedonia. Austria hizo lo mismo con Eslovenia y Bulgaria con Turquía.
Entonces, ¿por qué es tan polémico el muro que quiere construir Trump?
En pocas palabras y, según Jorge Rebolledo de la Universidad de Miami, “es la promesa de una campaña y la obsesión del mandatario”. Si bien es cierto que ningún otro país “desarrollado” comparte tres mil doscientos kilómetros de frontera con un país “en vías de desarrollo”, la situación va mucho más lejos.
Cuando Trump asumió la Presidencia de los Estados Unidos, el país con más migrantes del mundo, suscribió acciones para fortalecer la vigilancia, la deportación y los centros de detención en su frontera del sur. Además, reactivó el plan “comunidades seguras” para que la policía local pueda perseguir a los migrantes indocumentados sin el debido proceso.
En su mandato aumentaron los arrestos de mexicanos en las comunidades migrantes. Arrestaron a la mamá en su hogar, al hijo en su escuela y al creyente en su iglesia. Sin importar que llevaran más de diez años asentados en Estados Unidos.
Es una persecución de los migrantes al interior del país que hará “otra vez grande a América”. Y el muro, en la frontera, es la excusa para sustentarla. “Los migrantes salen de sus hogares para lo necesario. Como trabajar y comprar alimentos. Evitan reuniones en espacios públicos”, de acuerdo con Juan Carlos Moreno, economista y profesor de la UNAM.
Como cuando se culpó a los judíos de la peste en Europa en el siglo XIV porque nadie conocía la causa, al parecer Trump con su discurso nacionalista cargado de xenofobia, necesita de los migrantes mexicanos para construir un enemigo común en el que recaiga el crimen, el desempleo o la inseguridad.
Antes de Trump ya estaban los mexicanos
En el momento que Estados Unidos arrebató más de la mitad del territorio mexicano, entre 1846 y 1857, los 120.000 mexicanos que habitaban al norte, fueron un blanco de violencia de los norteamericanos. La actual frontera por mucho tiempo fue artificial.
Entre la Primera y Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos permitió el tránsito legal de los mexicanos por la frontera para que apoyaran labores agrícolas y a la industria acerera. Desde 1964 hasta 1986, la migración fronteriza se fortaleció a través de las redes de los empleadores norteamericanos con sus trabajadores mexicanos.
Para 1980 los mexicanos ya habían consolidado una comunidad transnacional, que superó la frontera y consolidó familias de dos países. Era normal, por ejemplo, ver una madre mexicana, un padre estadounidense y su hijo con las dos nacionalidades.
Por lo tanto, no se puede ignorar que los mexicanos aportaron a la expansión y colonización del sureste de Estados Unidos en el siglo XIX y, años más tarde, en el siglo XX, redujeron el costo de la mano de obra y aumentaron el consumo. Ni tampoco que anualmente se mueven 500 mil millones de dólares en bienes entre los dos países. Su relación histórica es de reciprocidad. Un muro no cambiará las cosas.
El muro no es algo nuevo
Sin embargo, en 1991 Estados Unidos construyó un muro de 22 km que separó California de Baja California. Tres años después, Bill Clinton promovió una cerca de 40 km en el sector de Tijuana que limita con San Diego. Pero el 11 de septiembre del 2001, cuando Bush declaró estado de emergencia nacional por los ataques, levantar barreras en la frontera fue una prioridad. La noción del muro pasó de prevención a seguridad pública.
El Gobierno de George W. Bush con la Ley “Valla Segura” amplió el muro por la frontera y, a partir del 2009 en el mandato de Barack Obama, su ritmo de construcción incrementó acompañado por sensores eléctricos, iluminación nocturna, patrullaje aéreo y terrestre.
El muro actual, compuesto de 1000 kilómetros de cemento y rejas de acero, cubre la tercera parte de la frontera con México. Trump busca extenderlo a pesar de que el paso ilegal de mexicanos en 2018 alcanzó su pico más bajo desde 1971.
De acuerdo con la BBC, en el 2000 fueron 1’600.000 migrantes que pasaron indocumentados. Hoy son solo 400.000. En cambio, la cifra de mexicanos que entraron con visa a los Estados Unidos y se quedaron después de su vencimiento, asciende a los 700.000.
Lo que invalida la falsa emergencia de miles y miles de migrantes, que, para Trump, atraviesan la frontera de manera ilegal e invaden su país todos los días.
La lucha de Trump por el norteamericano blanco, anglosajón y protestante que respalda sus políticas migratorias, con un discurso de exclusión racial que le aportó miles de votos, es la misma falsa lucha que respaldó el apartheid en África o el Holocausto en Europa.
El muro del presidente estadounidense no es polémico por querer reducir a los indocumentados —Obama expulsó más de 2.5 millones—, sino porque refuerza un nacionalismo de odio contra los 57 millones de hispanos en Estados Unidos. Una pequeñísima proporción que supera a la población colombiana.
Con Trump los migrantes son los enemigos de Estados Unidos, por ser migrantes.