Autor: Gustavo Adolfo Carreño
Así somos los maestros colombianos, miembros de comunidades educativas complejas, sumidas en océanos de necesidades, carencias y potencialidades. En este marco circunstancial existen dos alternativas: ser un engranaje más dentro de los aparatos ideológicos de sumisión Althusseriana, o potenciar acciones de cambio y transformación social. En esa disyuntiva optamos por el cambio y la transformación social, ser hacedores de sueños, arquitectos de proyectos de vida, transformadores de contextos y realidades.
Tarea nada fácil en este mundo asincrónico donde algunas instituciones educativas encallan en condiciones que rayan el siglo XIX, muchos maestros y padres de familia permanecen en el siglo XX, mientras los estudiantes irrumpen al siglo XXI a la misma velocidad e intensidad que el cuerpo social que nutre las nuevas generaciones estudiantiles.
Para nadie es un secreto las amenazas, condiciones de violencia y conflictos que permean las escuelas colombianas, ellas no pueden ser un oasis de tranquilidad, reflejan la dura y cruda cotidianidad del país, por lo mismo son el laboratorio ideal para enseñar a vivir y convivir en medio de las diferencias.
Considera Žižek que la imposición simbólica de las preferencias e intereses de los dueños del poder se constituye en la principal causa de violencia, guerra y terror. Educar a un pueblo es entonces una labor subversiva, las trincheras del poder le temen a un pueblo educado, emancipado, consciente, protagonista de su propio destino, con criterio y mayoría en el mejor sentido kantiano. La ignorancia es un dispositivo para prolongar eternamente las oligarquías dominantes en Colombia.
Cuando los maestros de la mano de Fecode apuestan por la escuela como territorio de paz, lo hacemos convencidos de la necesidad de visibilizar la importancia de proteger los estudiantes, maestros y, comunidad educativa en general, de la violencia que rodea los entornos escolares convertidos en apéndice de aquellos. Se trata es de romper las cadenas que nos atan a todo tipo de violencia, oscurantismo, despojo, sevicia y odio.
Defender la vida de una persona, en este caso un maestro, no tiene apellido, color político o ideológico, el derecho a la vida es sagrado y fundamental para garantizar los demás derechos de cualquier ser humano.
El sentido común indica que la paz y la vida nos deben hermanar, pues son principios rectores en cualquier sociedad democrática, en peligro por la vuelta de la necropolítica y el desenmascaramiento de carontes convertidos en adalides remeros que conducen al pueblo en la parca por el río Estigia hacia la muerte segura (se perdió la cuenta de los líderes y lideresas sociales asesinados).
Entonces son entendibles las amenazas hacia la organización sindical más grande y representativa de la sociedad colombiana, la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode), si amenazan su Comité Ejecutivo, se van en fila india los sindicatos filiales (32), los dirigentes sindicales, los pensionados, los afiliados, nuestras esposas e hijos, nuestros estudiantes (cerca de 8 millones), nuestros padres de familia y, en general, nuestras comunidades educativas.
Lo que los violentos nunca entenderán es que Fecode somos todos los maestros del sector público en Colombia (400.000 maestros aproximadamente), a pesar de las diferencias naturales y sustanciales, estamos unidos en la lucha por la defensa de nuestros derechos y de la educación pública en el país, reconociendo que los procesos de enseñanza-aprendizaje deben centrarse en los intereses del estudiante y no en los del profesor, igualmente, lo significativo hoy lo aprende un estudiante en la casa, la calle, con las tecnologías, además de la escuela.
No es matando soldados, guerrilleros, policías, narcos o paramilitares como mesiánica y fanáticamente podrá salvarse el país. Las profundas heridas del tejido social, político, económico y cultural empezarán a sanarse efectivamente el día que el Estado esté al servicio de las ciudadanías y no al revés, habría que empezar por dar de baja la corrupción, la ignorancia, el hambre, la injusticia, la falta de oportunidades , la intolerancia, la violencia, el odio, la guerra, la falta de amor, problemáticas que por más antifaz que oculten sus caras, siempre se delinean sus perfiles fatalmente transparentes, están plenamente identificados.
Mi bueno el articulo, espero se publiquen mas
En ningún momento ni situación, se podría restar importancia a la educación como herramienta transformadora de la sociedad y de paso la labor de los docentes, COMPROMETIDOS en la ardua e infatigable acción de guiar en la formación integral de nuevos individuos capaces de convivir en sociedad. Constantemente se habla de acabar con el analfabetismo, pero pienso que el solo hecho de saber escribir y leer, sumar y restar no es suficiente; necesitamos seres pensantes, racionales, con la capacidad de cambiar y mejorar su entorno.
Efectivamente así es, lastimosamente el estado colombiano aún no toma conciencia de la situación que se vive en la educación y en la sociedad, la cual pide a gritos auxilio … Que se muestra casi seguro que hacen caso omiso, que se hacen los de la vista gorda por conveniencias particulares, teniendo en cuenta que sus interéses están bastante lejos de encaminarse a preparar las nuevas generaciones, porque para ellos resulta mejor que la comunidad siga siendo sumisa e ignorante para conservar el poder por siempre.