Cuando Gabo pensó en Macondo, seguramente lo hizo imaginándolo como aquel lugar fantástico en donde lo insólito, fantástico y, por ende improbable en la realidad terrenal, encontraría su nicho adecuado para fusionarse con la realidad.
El maestro del realismo mágico se adueñó de situaciones tan inverosímiles como la peste del insomnio que llevó a la peste del olvido, la cual obligó a José Arcadio Buendía a marcar con letreritos todas las cosas para no olvidar su nombre ni para qué servían. Nos sedujo con la idea de la elevación de Remedios la Bella, retando las leyes de la naturaleza terrenal entregándose a la divinidad de su imaginación, y nos mostró con desparpajo y frescura que los hijos entre primos nacerían con cola de cerdo.
Macondo es aquel lugar en el que la magia se mezcla sin intromisiones con la realidad, dando cabida a aguaceros eternos, alfombras voladoras, seres centenarios y la resurrección en repetidas ocasiones de Melquiades, al compás de situaciones tan ciertas y reales como la matanza de las bananeras, las guerras civiles y las disputas entre liberales y conservadores en una tierra en donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.
En el realismo mágico de Gabo la historia se repite con los mismos hechos y los mismos nombres, pero en distintas épocas y ocupando diferentes generaciones en donde se conserva la misma idea central de la soledad y el olvido.
Siempre hemos creído que cuando Gabo escribió Cien Años de Soledad lo hizo pensando no solo en su natal Aracataca, sino haciendo alusión también a este país de mierda que lo expulsó y lo envió al exilio para evitar su encarcelamiento.
Seguramente este realismo mágico fue la manera que nuestro gran Gabo encontró para describir a este país maravilloso, pero a la vez tan contradictorio, que se sume en las paradojas de la historia y que termina repitiéndose cíclicamente con los mismos nombres y las mismas miserias.
Pero tal vez se quedó corto. Tal vez en vida jamás pudo imaginar que la realidad de este país de mierda superaría las ficciones descritas y vividas en Macondo. Tal vez la febril imaginación de Gabo no pudo sospechar que Colombia podría llegar a ser una vergüenza latinoamericana y mundial al decirle No a un proyecto tan noble y, supuestamente, unánime como lo fue la paz en el plebiscito del 2 de octubre de 2016.
Seguramente tampoco pudo imaginar que un día este pueblo macondiano afectado por la peste del olvido, le daría su patente de corso a los corruptos de siempre, que han desangrado por décadas enteras el erario y la esperanza de un país entero, para que puedan seguir acaparando para sí mismos de la manera más cínica y descarada, todas la riquezas de este país que es de todos, pero pareciera de nadie.
A partir de ahora, con los resultados de la consulta anticorrupción, contrarios a los que en cualquier país decente se pensaría, los colombianos dejamos de ser víctimas de la corrupción para convertirnos en cómplices. Cómplices por nuestro silencio y por nuestra cada vez más inusitada indiferencia. Cómplices por nuestra deliberada desidia y la pereza de muchos por salir a votar a favor de sus propios derechos.
Por esto somos como somos y estamos como estamos. Por la pereza de levantarnos de la cama un domingo y luchar y defender lo que nos pertenece, y por la pereza de leer, de informarnos con libros y no con cadenas de WhatsApp, las cuales traen todas las mentiras y falsedades con las que personajes tan abyectos, ruines y miserables como los cerebros del Centro Democrático, Cambio Radical y el Partido de la U, y todos los dueños de la corrupción que han cimentado su poder sobre las masas fanáticas que les siguen, continúan cabalgando, mientras se burlan del mismo pueblo que les elige.
Con los resultados hemos facultado a los corruptos y ladrones de la clase dirigente de marras que sigan robando, que se sigan apoderando de lo suyo y lo mío.
El desenlace de la consulta anticorrupción terminó siendo una velada aceptación por parte del pueblo colombiano a la cultura del hampa, del robo, de la trampa. Con los resultados y, a partir de ahora, no podremos exigirles rendición de cuentas a nuestros verdugos ni tampoco podremos pedirles a nuestros hijos que no sean parte de esa cultura, ya que nuestro ejemplo como sociedad evidencia nuestra entera anuencia con el delito.
Solo el tiempo podrá determinar la gravedad de lo sucedido este 26 de agosto, puesto que el real fondo de esta consulta no era en sí misma la formulación de leyes para evitar la corrupción, ya que muy seguramente los bandidos de cuello blanco encontrarían nuevos métodos para torcerle el pescuezo a la ley. No. El real beneficio de esta consulta era lanzarles un mensaje contundente y categórico a todas las mafias que se creen dueñas del país. Gritarles en su cara nuestro hastío y hacerles saber que estaríamos dispuestos a defender con las armas que nos otorga la carta magna como son el voto y la veeduría ciudadana, nuestro patrimonio y el de las generaciones venideras.
Es cierto que los más de once millones de votos alcanzados sientan un importante precedente en la historia electoral y participativa del país, sin embargo, no deja de ser frustrante, pues el tema de la lucha anticorrupción nos competía a todos, por lo que muchos soñábamos con la misma afluencia de electores y votantes, tal como sucede cuando existen alicientes tan innobles como las tejas, los tamales y los exiguos dineros de bolsillo que suelen dar los políticos corruptos a cambio de su voto.
La suerte está echada y tristemente este es el país que nosotros mismos decidimos destruir.
Es triste pero no todo es malo…son mas los que tenemos conciencia y vamos por más… hay que trabajar para educar políticamente y democraticamente.
Aunque muchos se darán cuenta del grave error de no haber votado….los que sí lo hicimos debes seguir la lucha porque continúan las elecciones a alcaldes y ahí empezaremos a fortalecer las regiones para proyectarnos a cuatro años. Que la unidad del pueblo se fortalezca, no perdimos la consulta anticorrupción somos más libres de lo que imaginamos!!!
Una vez más se impone la voluntad pastoral, el pueblo gusta de seguir siendo rebaño.
Tristemente cierto… sin embargo no pierdo la esperanza.
Luego de haber vivido todos los cambios que han ocurrido en mis casi 68 años de vida, de haber visto a mis padres entregar lo mejor de las cosechas al cura, de ver a mi familia desplazada por la violencia bipartidista, de haber pertenecido al PST y haber dejado la militancia por considerar que este pueblo estúpido no merece otro tipo de gobernantes, creo posible la Colombia Humana .
Excelente reseña de una gran tragedia…votada.
Eso pasa cuando una mayoría de hampones hace leyes para hampones. Por eso no falta el mico en las leyes.Pocos senadores y representantes son los que están atentos a cazar micos. Los legisladores del yoyo nos tienen hartos.