Machismo Olímpico

Opina - Deporte

2016-08-05

Machismo Olímpico

Un programa de deportes televisivo, y para encender el debate, la pregunta de rigor en el preludio de los JJ.OO: ¿Quién va a ser la figura de las justas? Cuatro opciones. Ninguna mujer. Ante un escenario tan machista, uno de los panelistas (todos hombres por si acaso) reparó en la ausencia de féminas. Se percató que tal vez no estábamos ad portas de un evento exclusivo para varones, que ellas también son personas y participan. Instantáneamente, uno de sus compañeros hizo gala de su virilidad alzando la voz y tildándolo de «baboso» porque «todos» nos interesamos por la gran cita deportiva sólo para observar a las estrellas masculinas.

En enero de 2014 el entonces jerarca de la Fifa Joseph Blatter, con el propósito de impulsar la difusión del fútbol practicado por mujeres anunció: «Hagamos que las mujeres jueguen en ropas más femeninas, como lo hacen en el vóleibol. Podrían, por ejemplo, llevar calzones más ajustados». Casi se le estalla el cerebro por tan brillante idea al ilustre personaje, posteriormente forzado a dimitir de su cargo por indicaciones de corrupción sistemática al interior de la poderosa entidad. Nada mejor para atraer la atención de los caballeros que exponiendo a las jugadoras como ganado en venta. Que las valoren por la proporción de sus carnes. Sexualizadas. Cosificadas. Deshumanizadas.

Daniela Montoya, líder, capitana y autora del primer gol colombiano en la historia de los mundiales de fútbol femeninos, borrada de la convocatoria para la Olimpiada. Víctima de una retaliación por parte de los capos del fútbol de este país que no le perdonan haber encabezado la exigencia del pago de los míseros premios pactados por la participación en la copa de 2015 (10 millones de pesos para cada jugadora como retribución a la clasificación a segunda fase, instancia nunca antes alcanzada por un combinado nacional y a la que sólo Brasil había accedido). Esa suma no es ni la cuarta parte de la que pueden devengar al mes algunos jugadores del rentado de fútbol criollo que difícilmente pueden soñar con vestirse de la tricolor masculina. ¿Se imaginan que James fuese excluido de un gran torneo de selecciones por minucias semejantes?

La selección femenina debutó en Río 2016 con una estrepitosa derrota por goleada frente a su similar francés, al que hace tan sólo un año había vencido 2 a 0 en el marco del mundial de Canadá. Un grupo manoseado del que quitan y ponen jugadoras a capricho de los directivos, acostumbrados más bien a manejar las descomunales cuantías económicas que genera la selección absoluta de varones.  Que una mujer se haya atrevido a reclamarles – «el fútbol es de hombres»- les resulta intolerable.

También las boxeadoras son vilipendiadas por dedicarse a un deporte culturalmente asignado al universo de lo masculino, como si tuviésemos que pedir permiso para adelantar su práctica. «Hey, miren… sucede que las mujeres no somos porcelanitas. Podemos decidir libremente lo que nos gusta ¿Será que puedo patear un balón, ponerme unos guantes o es demasiado para sus prejuicios?»

Algunos episodios, de los muchos que pasan inadvertidos. ¿Será aceptable que en una actividad tan usual, necesaria -y que se supone integradora- como la deportiva tengan lugar imaginarios perversos que estratifican a la mujer por debajo del hombre? ¿Es que acaso la épica y el pundonor están reservados sólo para ellos?

Los JJ.OO. son el evento universal por excelencia. Más allá de las fundadas dudas sobre la transparencia al interior del Comité Olímpico y el sempiterno acecho del dopaje, concurren hombres y mujeres de todas las latitudes para batirse en un amplio conjunto de competencias en búsqueda de gloria individual y para sus países. Colofón a la carrera deportiva de los participantes, se preparan años y años de cara a ese momento -en algunas disciplinas son sólo segundos- en el que van a estar bajo los ojos del mundo.

La poca repercusión de la actividad femenina en el deporte comparada con el halo mediático que suele envolver al de varones pasa por esas viejas creencias que confinan a la mujer al espacio privado, a lo doméstico, a lo decorativo. El sudor sólo le queda bien a los hombres. La mujer, que se dedique a su marido y a ponerse bella. Verla sin maquillaje y con el uniforme sucio producto del fragor en el terreno de juego es antiestético. Eso no vende.  Valentía y superación se promueven como atributos masculinos. Portada de futbolista o boxeador con el ojo moreteado es garantía de tráfico para cualquier medio.

Imagen cortesía de: goal.com

Imagen cortesía de: goal.com

Y cuando nuestros prohombres del comentario incursionan en el «análisis» de la actividad deportiva femenina, lo hacen pues para examinar que la estética de las participantes se allane a sus ideales de machos. Poco les importa la dinámica de la confrontación o variables como puntería, fuerza y velocidad. Ellas son medidas por su rasgos y voluptuosidad. Los conocimientos en táctica y técnica que presumen al analizar a varones son reemplazados por un afán de llenar de calificativos melosos a aquellas que satisfagan su primitiva noción de mujer destacada. Tanto esfuerzo físico y mental, cientos de horas de entreno y numerosas privaciones para que su participación se valore mucho menos que la de un hombre. Y que al hacerlo, sean principalmente juzgadas no por su desempeño en los coliseos sino por el tamaño de sus tetas o trasero.

Nuestros deportistas son motivo de orgullo para el país. Yo celebro por igual logros conseguidos por hombres y mujeres, esperando que sea abundante la cosecha de preseas en Río 2016.  Si entendemos que no debería haber actividades deportivas vedadas por género y en atención a ese enfoque vigilamos un cubrimiento informativo equitativo y respetuoso -no sólo de cara a los JJ.OO.- será un síntoma positivo en el esfuerzo por erradicar el cáncer social del machismo.

De lo contrario, nos seguirán vendiendo una «previa» de 20 horas antes de los partidos del combinado masculino de fútbol de mayores -que rellenan con bobadas de gente bailando, gritando y prediciendo marcadores-  a la vez que maltratan a mujeres con figuraciones relevantes en nuestra historia deportiva nacional.

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Natalia Salas Herrera
Economista y Magíster en Políticas Públicas. Mujer trans. @nata_salasx