Columnista:
Catalina Bossa
Retumban, retumban y retumban las malas noticias, variadas eso sí, pero últimamente el panorama no se nos ha pintado nada bien, porque todos los días nos violentan con masacres, asesinatos, censura, amenazas, indiferencia estatal, abusos de autoridad y muchas otras situaciones más que siembran y atacan con miedo cada frente de nuestro bienestar. A bordo de este campo minado de tensiones vale la pena hablar de la situación de nosotros los jóvenes.
La verdad es que me cuesta pensar que con este presente tan amargo no paran de bombardearnos a nosotros los jóvenes imponiéndonos el cliché de que somos el futuro y que también está en nuestras manos. Pero yo me pregunto ¿de qué futuro hablan? ¿se referirán al que nos están negando? porque ser joven no es nada fácil si en materia educativa la situación no va bien y más difícil aún si sobre el acceso al mercado laboral se trata, porque la desocupación juvenil no solo es un fenómeno de nuestro país sino también un fenómeno internacional que viene desde hace tiempo y que la pandemia lo precariza todavía más.
De acuerdo con el informe independiente de la organización benéfica canadiense, Cuso International, basado en datos de una comisión de Naciones Unidas y una encuesta de la OIT, en América Latina uno de cada 6 jóvenes dejó de trabajar desde el inicio de la pandemia y en Colombia según el estudio la inserción laboral de jóvenes urbanos de estratos 1 y 2 en Colombia: un análisis en tiempos de COVID-19, la desocupación juvenil llegó a un 23,5 %, y también el estudio revela que incluso dentro de esta situación existen otras brechas que visibilizan la desigualdad entre hombres y mujeres, niveles socioeconómicos y educativos.
De igual manera, la educación es otra cuestión que se suma al complicado panorama, porque no es nada nuevo que la formación académica y profesional para los jóvenes parece cada vez más un privilegio de unos pocos que el derecho de todos.
La reducción de matrículas en universidades viene desde 2018, y también como es de esperarse la pandemia agravó aún más la situación, ya que por un lado acceder a una universidad privada habría que pensarlo dos veces, y por el otro las universidades públicas se ven enfrentadas a que los faltantes presupuestales se hayan duplicado debido a la crisis, además del aumento de la deserción de muchos jóvenes que tuvieron que pausar o retirarse de sus estudios por no contar con recursos económicos o las herramientas que por estos días son indispensables.
Y mientras el Estado no muestra ni una pizca de voluntad en buscar medidas y políticas eficientes para que se nos garanticen estudios superiores y empleos dignos, se nos critica y tilda de ignorantes, por no ser lo suficientemente ‘maduros’ ni tener el criterio para tomar decisiones sobre el futuro ¿qué futuro pretenden obligarnos a construir en medio de estas duras realidades educacionales y económicas? no sean descarados.