La crisis institucional que afronta hoy el régimen de Maduro y que sufre una buena parte del pueblo venezolano obedece, fundamentalmente, a crasos errores cometidos por quienes lideraron en el pasado lo que llaman el “socialismo del siglo XXI” y aquellos que creyeron, como Nicolás Maduro, que podrían dar continuidad al proyecto político orientado por Hugo Rafael Chávez Frías[1].
El primer error que comete Nicolás Maduro es el de haber dedicado mucho tiempo a imitar, a parecerse a Chávez y a mantener viva la imagen del desaparecido Mesías, dejando de lado la imperiosa tarea de consolidar una institucionalidad socialista capaz de afrontar el desafío político y social de una Oposición que con el tiempo se hizo fuerte, porque supo encontrar fisuras institucionales, pero sobre todo, vacíos y errores en la implementación de un régimen político y económico que requiere de un gran compromiso y convergencia social, pero sobre todo, de grados de eficiencia, efectividad y eficacia, en especial en lo que tiene que ver con mantener las cadenas de distribución de alimentos y por esa vía, cerrar las puertas a la indignación y a la resistencia que produjo en sectores sociales (clase media) la existencia de problemas con el abastecimiento de víveres y elementos de primera necesidad.
El equívoco de Maduro estuvo en intentar gobernar a Venezuela soportando el enorme peso simbólico de la imagen y el liderazgo de Chávez Frías, con el agravante de no haber apuntalado instituciones capaces de mantener el aprecio colectivo por las reivindicaciones sociales e identitarias que Chávez logró para unas mayorías atormentadas por la pobreza, pero sobre todo, afligidas por el desprecio de miembros de una élite política y económica “blanca” que históricamente los desconoció como ciudadanos y beneficiarios de la renta petrolera.
El no haber sabido constituir instituciones fuertes y una institucionalidad eficiente para atender las demandas sentidas de la población, le dio enormes posibilidades a una Oposición que no solo supo ver y aprovechar los errores y las fisuras institucionales, sino que aprovechó muy bien el pobre liderazgo que ejerció y ejerce aún ese mal imitador de Chávez que se llama Nicolás Maduro.
Mientras que Chávez buscó reivindicar la vida de los más miserables, su proyecto socialista desoyó a una clase media y alta que a pesar de que se quedó en el país, jamás fue convencida o atraída por un proyecto socialista que decidió focalizar su acción política, social, económica e ideológica, en una porción importante de la población, al tiempo que despreciaba las aspiraciones de quienes por largo tiempo vivieron de la renta petrolera o hacían parte de las redes clientelares y de corrupción política que por años dominaron en Venezuela.
Al final, los líderes del experimento socialista venezolano confiaron demasiado en la imagen del líder mesiánico, en su permanencia como símbolo de unidad, aún después de muerto, al tiempo que consolidaron un brutal y temeroso aparato represivo (policial y militar), el mismo que hoy soporta, políticamente, la aventura de cambiar un ordenamiento jurídico-político ganado a pulso en pasadas y masivas contiendas electorales, a través de una Constituyente que nace del desespero por no haber consolidado años atrás la institucionalidad socialista suficiente sobre la cual soportar el cambio de modelo de Estado, en lo económico, en lo político y en lo social.
Ojalá que lo que aconteció, acontece y acontecerá en Venezuela sirva de lección para quienes desde la izquierda[2] colombiana insisten en instaurar aquí el viejo modelo socialista soviético.
De un lado, aprender a crear y consolidar instituciones fuertes y eficientes y una institucionalidad que arrope las expectativas de vida de las grandes mayorías, sobre la base de un ethos que se diferencie del que agenció el antiguo régimen. Poco se gana al desmontar un régimen oprobioso y corrupto, si quienes lideran el cambio arrastran un ethos mafioso que quizás supera, en daño y perversidad, al que se quiere desmontar y proscribir a través de la instalación de un nuevo régimen, en este caso, el socialismo del siglo XXI.
De otro lado, queda la lección de que los Mesías resultan perjudiciales, en la medida en que se erigen como el principal obstáculo para consolidar instituciones fuertes, legítimas y eficientes, de cara al enorme desafío que trae mitigar o acabar con la pobreza estructural en la que se encuentran atrapados millones de colombianos.
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[1] Véase: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2013/03/se-murio-chavez.html
[2] Véase: http://viva.org.co/cajavirtual/svc0536/pdfs/Articulo109_536.pdf