Los días del odio

Opina - Conflicto

2016-06-25

Los días del odio

En la obra 1984 del británico George Orwell, hay un fragmento en el que a los “ciudadanos” se les permiten 15 minutos de odio para desfogar sus emociones en contra, casi siempre, de lo establecido, así fuese camuflado con algo más. En Colombia, por desgracia, esos 15 minutos de odio se han transformado en años y años en los que una parte de la clase política se ha capitalizado por cuenta de polarizar al país para que, según ellos, odien a algunos y amen ciegamente a los otros.

Cuando en el año 2001 el presidente de entonces, Andrés Pastrana, decide romper los diálogos con la guerrilla de las FARC E.P. gracias al incremento en las acciones delictivas de dicho grupo armado, el país comenzó a vivir su “horrible noche” por cuenta del odio que se desató en todo el territorio. Odio que la ultraderecha nacional convirtió en su caudal político e ideológico; el país se volvió a sumir en la paradoja del caudillo, ya tan superada en muchos sistemas políticos del mundo y se elevó a su más fiel representante a que oficiara como primer mandatario del Estado, con la firme promesa y la demagogia a flor de piel, de que por fin, habría quien acabase con tan grande mal. La mano dura Estatal y paraestatal se hizo sentir y los Colombianos asistimos incólumes a masacres, falsos positivos y el más grande festival del odio que no se veía en la patria desde los tiempos de cachiporros y chulavitas.

En los medios de comunicación, en los pasillos de los edificios públicos y en las calles de las principales urbes, solo se advertía una consigna: “hay que acabar con los terroristas de la FAR” pues desde la casa de Nariño, el presidente gritaba a voz en cuello que eran unos terroristas y que pronto, muy pronto los iban a derrotar; y así como su antecesor, se puso las rodilleras y se fue para donde los gringos a clamar por ayuda. ¿A cambio de qué? De fumigaciones, entregas del territorio a las multinacionales y por supuesto, pérdida de la autonomía política y económica de “su finca”.

En 2010 y tras 8 años de su “seguridad democrática”, Colombia se pronunció electoralmente con alguien que según el presidente saliente, iba a continuar con sus políticas y en la lucha constante con la guerrilla; pero la torta se volteó, gracias a que el recién elegido mandatario viró hacia posiciones menos violentas y prefirió apostarle al diálogo con el grupo armado. La indignación y furia del expresidente no se hizo esperar y de inmediato se convirtió al sentirse traicionado, en su más acérrimo enemigo y el odio se siguió encubando en dos bandos que recorrieron el país como dos chispas que contagiaron a todos de su flama.

El presidente Santos elegido por la ultraderecha, se vio apoyado por la izquierda y los grupos progresistas de centro. Y el expresidente y senador, seguido por sus áulicos que no se cansaban de repetir estribillos tales como “el presidente es comunista”, “llevará a Colombia al castro-chavismo” y otra serie de frases ridículas que sin embargo, calan en las mentes de los ciudadanos peor informados, seguían alentando el basilisco.

Imagen cortesía de: narino.info

Imagen cortesía de: narino.info

El tiempo pasaba y los diálogos como el odio avanzaban sin tregua, el mesías ya hablaba de resistencia civil, mientras el presidente invertía su caudal político en una negociación que ya no tenía marcha atrás. Mientras el uno alentaba la guerra sin importarle nunca las víctimas, el otro pensaba en la mejor forma de una reconciliación. Mientras el senador aviva a los terratenientes a que no negocien sus tierras, el presidente le reconoce la vulneración de los derechos a miles de campesinos que despojados se volvieron una mera estadística de los organismos internacionales. Mientras una parte del país cree que los 10 millones de desplazados son una gran mentira alentada por el comunismo, otros en cambio, pensamos que ya es hora de parar y de que por fin, “cese la horrible noche” una noche, que ya dura más de 60 años y que los 7 millones de víctimas claman que pare. Que pare la guerra, que se extinga el conflicto.

Ellos, las víctimas, son curiosamente, los mejores dispuestos al perdón y la reconciliación. He oído el testimonio de ex secuestrados por la guerrilla que sin embargo, quieren que esta guerra absurda se detenga de una vez. He trabajado directamente con las víctimas y al preguntarles si estarían dispuestos a perdonar a sus victimarios, todos, absolutamente todos, no dudan en afirmar que sí. Que se esclarezca la verdad y que venga el perdón. Es realmente conmovedor, el momento en el que personas que han sufrido daños irreparables en su persona y o familia, se disponen a despojarse de su odio y le dan paso a ese perdón; es esa la reconciliación que tiene que operar entre los integrantes de un país que ha padecido como pocos, los horrores de un conflicto largo y penoso.

Pero también es desconcertante que personas que no tienen idea del calvario de las víctimas, sigan alentando su odio por un conflicto que no les ha tocado. Por una guerra que han visto por televisión y por una violencia que han leído en un periódico. Este miércoles el gobierno y las FARC-E.P. han llegado por fin, a la etapa de la firma del cese bilateral del fuego. Un acuerdo que propenderá por el desescalamiento total del conflicto y que le permitirá al país gozar de una paz así sea imperfecta, pero que es mil veces mejor que una guerra.

Es hora de terminar con los días del odio. Es hora de que el Estado se haga presente en todo el territorio y de volver a pensar en los campesinos. Es hora de que de una vez por todas, Colombia sea un país viable.

Publicada el: 25 Jun de 2016

( 1 ) Comentario

  1. Muy buena columna, con una seria reflexión a un país sin guerra. Pero en todo esto que han montado gobierno e insurgencia… Yo pregunto: ¿qué ha pasado con las familias de los secuestrados que llevan entre 28-40 años esperando por sus familiares?
    en caso de que muchos secuestrados hayan muerto en las inmediaciones de las selvas colombianas y fronterisas… ¿cómo va ser la reparación a esas familias de aquella gente fallecida en ?
    cautiverio?
    Por último he sostenido que esa polarisación hecha entre Santistas y Uribistas, no es más que una cortinilla de humo para ver quien deja más perjudicado al pueblo.
    Además, Santicos está haciendo lo que hizo su enemigo años atrás.
    Realizar un desmontaje para la reparación de víctimas.
    El uno con los paramilitares en 2006 y el otro con las guerrillas. Uribe, voz estás chillando como una vieja cantaletosa a la que ya no hay que ponerle cuidado.

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Mauricio Ceballos
Mauro Ceballos Montoya (Junnio), es abogado, comunicador social-periodista, amante de la literatura, la música, la radio y los animales. persona sensible, buen amigo, alegre y optimista. le gusta hacer las cosas bien y por eso es algo perfeccionista. no le gustan las injusticias y trata de no quedarse callado, aunque a veces es difícil. tiene la costumbre de malpensar, porque dice que así está más consciente de su realidad. por último, quiere compartir con usted, este pequeño escrito que en mucho o en parte, lo condensa todo: Puro humano. Soy juez y parte, fiscal y defensor, luz y oscuridad, ángel y demonio, egoísta y altruísta, tímido y despierto, soy la duda y la razón, lo ideal y lo absurdo, creyente y necio, trasparente y mentiroso. Soy la contradicción perfecta, humanidad pura.