Los días antes de la Paz

Opina - Conflicto

2016-11-20

Los días antes de la Paz

Hace poco, el gobierno y las FARC lograron algo que se consideraba imposible: renegociar el acuerdo de paz en términos más estrictos para la guerrilla. Con este nuevo acuerdo, resuenan con más fuerza las preguntas sobre una segunda refrendación, sobre la implementación de lo pactado, sobre si los promotores del No aceptarán (o no) los cambios en el texto. Sin embargo, para tratar de responder estos interrogantes acerca de nuestro futuro, hay que reflexionar sobre el pasado. Tal vez, todo lo que ha sucedido en el último mes nos dé pistas sobre cómo proceder de ahora en adelante.

Debo admitir que el resultado del plebiscito y la forma en que se manejó me hizo replantear dos supuestos que tenía sobre el proceso de paz: primero, que la refrendación y la implementación eran componentes separados; segundo, que renegociar no era una opción para ninguna de las partes. Mi primer supuesto se derrumbó cuando el país fue presa de la incertidumbre y todos los procesos que el gobierno iba a empezar a ejecutar quedaron en stand by. El segundo supuesto se derrumbó cuando la guerrilla demostró su voluntad de paz al mantenerse en la mesa. Sin esas asunciones, quedé en blanco y esperé que algo sucediera: algo que evitara que esta oportunidad única de paz se nos escurriera entre los dedos.

No esperé en vano. Sucedió algo increíble con el plebiscito, algo que durante años previos de diálogos en La Habana no se había logrado: hacer que los colombianos se apropiaran del proceso de paz. Tanto los del Sí como los del No. La incertidumbre nos obligó a actuar, a tomar postura, a buscar soluciones y a no dejar escapar la oportunidad. Así es como nacieron los Campamentos por la Paz, las marchas del silencio, las manifestaciones de las organizaciones sociales, los foros académicos, las iniciativas ciudadanas y estudiantiles, los diálogos con los del No para recoger sus propuestas y hasta el Nobel de Paz. Todos, de una forma u otra, se preocuparon por el tema. Todos nos sentamos a pensar en el país que queremos para el futuro. El No abrió la puerta para que todo esto sucediera.

El plebiscito también obligó a las FARC a apostar genuinamente por la paz ante la opinión pública nacional e internacional, en una coyuntura tan incierta como la que se presentó el 2 de octubre. No hay que desconocer que la renegociación también fue posible gracias a ellos, quienes estuvieron dispuestos a ceder más en la mesa y a considerar la opinión de un sector temeroso y receloso del proceso. Pero la incertidumbre de octubre también obligó al gobierno a compartir la bandera de la paz: desde el plebiscito ya no se puede hablar de la paz de Santos, porque la paz es de Colombia. Todos estos hechos, vistos en retrospectiva, eran necesarios para fortalecer el proceso, justo antes de poner en práctica todo lo acordado.

Con base en lo anterior, y teniendo en cuenta el reciente incidente entre guerrilleros de las FARC y el ejército en el sur de Bolívar, se hace cada vez más urgente responder al clamor nacional para llegar a un acuerdo y empezar la implementación lo antes posible. Incluso, una segunda refrendación en este ambiente expectante debe definirse pronto. El Congreso podría ser la mejor opción para validar el acuerdo y poner en marcha los mecanismos de implementación en el menor tiempo posible, pero es una idea entre muchas que han surgido que podrían cumplir con los mismos fines.

Al final de estos días y después de tantas dudas, el punto realmente importante del proceso ya está resuelto: la paz es nuestra (no del presidente), y como sociedad, hemos demostrado estar listos para el posconflicto, o al menos, estamos dispuestos a intentar un camino diferente a la guerra que nos precedió. Es la única certeza que tengo para el futuro.

Adenda: Existe un cuento Zen que relata la historia de un hombre conocedor que quiere aprender de un sabio maestro, pero no puede al no tener espacio para las nuevas ideas. La enseñanza de aquel relato está en vaciar nuestra taza de viejos preceptos si queremos aprender cosas nuevas. Esa moraleja es importante porque, en estos días de democracias extrañas, es necesario abandonar ciertas ideas que antes ayudaban a entender la realidad. En el mundo que se avecina y en el posconflicto que llega, debemos pensar diferente y tratar de entender al otro. Los invito a eso, pues para construir paz nos hará falta cambiar más de un supuesto.

Publicado el: 20 Nov de 2016

Dora Carreño
Entre otras cosas, Politóloga de la Universidad de los Andes. Pd: Aquí solo expreso mis opiniones personales.