De cara a las elecciones de 2018, el país político afronta el reto mayúsculo de trazar renovados compromisos éticos, que hagan posible proscribir el Todo Vale [1] y el ethos mafioso [2]que sostuvo a esa práctica social que los colombianos interiorizaron durante y después del periodo presidencial 2002-2010. La misma práctica social que se estableció y se institucionalizó, por ejemplo, en altas cortes, como la Corte Suprema de Justicia y la Corte Constitucional.
Como en otras jornadas y escenarios electorales, los colombianos se alistan a votar en Contra de… Al tener que votar en Contra de…, los electores pueden optar por elegir sin conocer a fondo las propuestas de aquellos que se auto proclaman como opciones dignas, bien para dar continuidad al orden establecido, o para darle un giro a la lógica con la que el Establecimiento viene operando de tiempo atrás.
Para infortunio del país, nuevamente estamos convocados a votar en Contra de…, lo que de inmediato supone un nivel de polarización política y por lo menos, dos ideas de países que se enfrentarán en las urnas. De un lado, estarán quienes ejercerán el derecho de elegir, votando en Contra de Vargas Lleras, Ordóñez Maldonado o del que diga Uribe. O quizás, en segunda vuelta, en Contra de la unión de estos políticos mesiánicos y profundamente populistas y clientelistas.
Por ese camino, la propuesta de coalición entre sectores “progresistas” define claramente el objetivo: impedir que lleguen a la Casa de Nariño (o de Nari), el que diga Uribe; frase que expresa la fórmula de reciclaje de quien cree aún, tozudamente, que el país lo necesita, como alguna vez lo consideró Malcom Deas[3] y cientos de millones de colombianos obnubilados por su discurso patriótico (realmente, patriotero) y engañados por la Gran Prensa que durante ocho años ocultó, validó y legitimó[4] la penetración paramilitar en el Estado; o el propio Vargas Lleras, quien desde las entrañas del Establecimiento y por derecho natural, participará de las elecciones solo para comprobar el carácter determinista con el que cree él y sus seguidores, viene investida su vida dado su “linaje” asociado al ejercicio del poder político.
Del otro lado, estarán los seguidores del ex vicepresidente del gobierno de Santos y del senador del Centro Democrático, que harán lo propio, es decir, votar en Contra de Gustavo Petro, Claudia López, Sergio Fajardo o Humberto de la Calle.
De esta forma, unos votarán a favor de una idea clave: tratar de cambiar en algo las circunstancias contextuales hegemónicas que han permitido la reproducción de las condiciones en las que opera un Establecimiento que deviene ilegítimo, criminal y corrupto como el colombiano; del otro lado, irán a las urnas aquellos grupos de poder que de manera decidida buscarán mantener el statu quo, en especial porque no aceptan implementar lo que se negoció en La Habana, dado que ello implica modificar co-relaciones de fuerza en el sector rural, que abarca amplios territorios y en los que justamente se expresan la mezquindad de la élite dominante, la inequidad del desarrollo económico; así como la irresponsabilidad de una política minero-energética pensada solo desde una racionalidad económica que poco o nada atiende los llamados de ambientalistas y de los científicos alrededor de la necesidad de conservar o de aprovechar de manera razonable los recursos naturales y los servicios ambientales (ecosistémicos) que prestan diversos, frágiles y estratégicos ecosistemas.
Por lo anterior, vuelvo e insisto en que las elecciones de 2018 serán claves para el país: los habilitados para votar tienen dos únicas opciones: o votan para intentar cambiar y modificar lo que ha funcionado mal por tanto tiempo; o por el contrario, sufragan para que todo siga igual. Eso sí, esta segunda opción se presenta mimetizada en dos ideas: la primera, la de retomar el rumbo, sin que se advierta que ello significa regresar al oscuro y aciago pasado de la Seguridad Democrática. Y la segunda idea, está recogida en el eslogan de Mejor Vargas Lleras, que deviene en una suerte de correlato de lo acaecido entre 2002-2010 en Colombia, sin que se nos advierta que con Vargas Lleras, puede ser mucho peor.
Adenda: ¿qué busca la DEA y quizás otros organismos de investigación o agencias norteamericanas al filtrar, ad portas de un escenario electoral, las pruebas recolectadas en contra de magistrados y ex magistrados de la Corte Suprema de Justicia? ¿Acaso, generar una crisis institucional que nos lleve a una peligrosa Asamblea Nacional Constituyente?
[1] Véase: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2016/10/el-todo-vale-sigue-intacto.html
[2] Véase: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2016/12/por-un-nuevo-ethos.html
[3] Véase: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2014/02/lo-que-cree-malcom-deas-que-necesitaba.html
[4] Véase: http://www.elespectador.com/noticias/judicial/fallo-acusa-medios-de-haber-sido-complacientes-auc-articulo-525339
Esa es una verdad de apuño. Pero si es necesario convocar a una Asamblea Constituyente, seria muy bueno, para cambiarle el norte al pais: federalizarla, abolir el Presidencialismo y conformar un Congreso Admirable entre otras cosas.Ya la Constitucion del 91 cumplio su objetivo: neoliberalismo que ya paso a la historia y volver por la defensa de lo nuestro.