Columnista: Andrés Villa
En la última encuesta de Gallup Poll, el 79% de los colombianos encuestados creen que las cosas en el país están empeorando, un 84% piensan lo mismo de la corrupción, 78% de la economía, 89% del desempleo, 73% del servicio de salud, 87% del costo de vida, y 62% de la cobertura en educación.
Ahora, si a esto le sumamos que una parte de la ciudadanía lleva casi un mes en Paro Nacional por su contrariedad con políticas y reformas del Estado, es más que clara la inconformidad de las personas con la forma en que los servidores públicos están gobernando al país.
A pesar de todo esto, por ahora lo único que han logrado los manifestantes es que los repriman con el escuadrón antidisturbios: hay quienes han sido golpeados brutalmente, otros han perdido sus ojos, unos han sido detenidos arbitrariamente, e inclusive hay un joven asesinado que se suma a las 34 muertes ocasionadas por el Esmad desde su creación, según un informe de la ONG Temblores.
Además, es verdaderamente descarada la forma como el Congreso de la República, con los partidos de Gobierno (Conservador, Centro Democrático, MIRA, Partido de la U, y Colombia Justa y Libres) y con Cambio Radical, que se había declarado en independencia, decidieron ignorar las razones de las movilizaciones que se han presentado desde el 21 de noviembre de 2019, y aprobar positivamente la reforma tributaria.
Funcionarios que desconocen al Pueblo
El problema radica en que estos servidores públicos no responden a los intereses de los ciudadanos; por el contrario, estos legislan de acuerdo a la mermelada que puedan conseguir, y de la cual, el senador Mario Castaño, y el mismo, Germán Vargas Lleras han denunciado que este Gobierno ha repartido.
Pero, además, estos congresistas en su mayoría no conocen al pueblo, no saben qué sienten ni cómo piensan porque no viven nuestras necesidades. ¿O, será que alguno de estos señores sabrá lo que es sufrir para conseguir un empleo?, es claro que no.
La clase política suele pagarse favores con contratos y puestos que también terminan beneficiando a sus familiares, ese es el famoso clientelismo que no ha sido la excepción en el mandato de Iván Duque.
¿Estos funcionarios entenderán lo que es sobrevivir con un salario mínimo y pagar arriendo y servicios? No, no tienen ni la menor idea, los congresistas colombianos son los segundos mejor pagos de América Latina con más de 32 millones de pesos que reciben mensualmente (equivalentes a 41 veces un SMMLV).
Esto, sin contar los tiquetes de avión, bonos de gasolina, camioneta, facturas de celular y primas de navidad y vacaciones que también reciben.
Es probable que una gran mayoría de estos funcionarios tampoco puedan imaginarse lo que es terminar de estudiar para pagar una deuda del Icetex, mucho menos de padecer las filas y la espera del precario sistema de salud.
Y es de suponer que jamás experimentarían lo que es desplazarse en un bus de servicio público, ni siquiera la exsenadora Claudia López, que dice ser de humilde procedencia, sabía el costo de la tarifa de Transmilenio.
Entonces, no es posible que un Congreso integrado en su mayoría por personajes de saco y corbata que nunca han vivido las necesidades que aquejan a los ciudadanos, los representen y tomen decisiones que beneficien a los más necesitados. Lo más coherente es que legislen en beneficio de ellos mismos, tal y como históricamente lo ha venido haciendo la denominada oligarquía.
Afortunadamente las nuevas tecnologías han facilitado el acceso a la información, y las personas pueden enterarse del trabajo que desempeña cada congresista, un ejemplo es el informe de Trabajen Vagos.
Por lo tanto, una opción para el cambio consiste en que la ciudadanía siga informándose y en las elecciones elija verdaderos líderes que provengan del pueblo para así ir renovando el Congreso y demás puestos de elección popular. Sin embargo, las maquinarias politiqueras y la oligarquía todavía son muy poderosas, y por ende, ese día todavía está lejano.
Para la segunda alternativa, la paciencia del pueblo tiene que alcanzar su límite. Por ahora las personas que han salido a manifestarse no son suficientes, es decir, los colombianos parecen estar despertando, pero la fuerza del Paro no ha sido la necesaria para ser escuchados, como sí ha ocurrido con las protestas de Chile. La pregunta es, ¿hasta cuándo el pueblo aguantará tanto cinismo e insensibilidad?
Foto cortesía de: NY Times