Hace poco, la Representante a la Cámara por Bogotá, María Fernanda Cabal, llevó a cabo en el Congreso de la República un debate sobre restitución de tierras. Entre los planteamientos de su discurso, señala tendenciosamente la manera como algunas personas que, teniendo un título de propiedad, han sido despojados ilegalmente de ellos y, en su lugar, se han visto ocupados por campesinos que, según ella, tienen alguna relación con grupos armados guerrilleros; al igual, muestra que gracias a la ayuda de entidades del Estado esos campesinos y la guerrilla gozan actualmente de esos predios.
“Yo hoy les voy a demostrar aquí, que esta ley no sólo incumple el objetivo misional sino que se ha convertido en una herramienta de despojo; causando injusticia, zozobra y desesperanza a miles de trabajadores del campo que confiaron en las instituciones del Estado cuando compraron su predio. Dejando, incluso, sin su único patrimonio, a familias campesinas pobres”. Es así cómo inicia su intervención en la Comisión Primera de la Cámara.
Antes que nada, hay que advertir que la restitución de tierras es un proceso complejo y que su distribución está limitada y condicionada por determinados factores jurídicos, sociales e históricos. Tal como lo hizo saber Ricardo Sabogal, Director Nacional de Restitución de Tierras, en momentos posteriores a la intervención de la parlamentaria.
La representante del Centro Democrático no sólo cae en inexactitudes como mencionar a personas que no tienen nada que ver, o no se encontraban inscritas en la unidad de restitución, sino que nunca habían mostrado intención de hacer parte en los procesos.
No sólo ha continuado con una demagógica manera para estigmatizar a campesinos y relacionarlos con grupos insurgentes, como si hubieran obtenido sus tierras de manera dolosa, como así lo ha pretendido hacer ver desde hace unos meses, sino que le ha dado un giro perverso de 180 grados a su discurso, ahora, del lado de algunos que dicen llamarse campesinos. Tal como lo ha venido haciendo la procuraduría.
La autoridad moral con la que habla sobre el tema de tierras, no sólo carece de peso sino que se burla del entendimiento humano. Muestra no más de tres pruebas visuales de campesinos, pero los que completan su lista no pasan de ser amigos que, si bien, han sido también víctimas, corresponden a gamonales, individuos de refinada estirpe que en nada tienen que ver con la humildad y la miseria que padecen sus verdaderos reclamantes. Llama “trabajadores del campo” a para-empresarios que concentraron enormes extensiones de tierra y que manipularon las instituciones del Estado a sus anchas para que les concediera el beneficio que hoy tienen, al adquirir predios de mala fe y al crear “asociaciones campesinas de papel” que, de manera fraudulenta, aseguraron la tenencia de tierra y la obtención de créditos bancarios, como lo señaló en su momento Verdad Abierta.
De igual manera, toma casos en los que se involucra el hampa más recalcitrante de las Farc, pero calla selectivamente sobre los otros actores del conflicto que han despojado a campesinos de sus tierras, quizás en igual o mayor proporción. Se le olvida que de esos actores del conflicto, también hacen parte los paramilitares y poderosos hacendados del sector ganadero, cuyos negocios han estado estrechamente relacionados con la financiación de autodefensas para proteger y ampliar ilícitamente propiedades, según archivo de eltiempo.com. Además, intenta hacer creer que esos poderosos empresarios, supuestamente víctimas de despojo forzado y con “verdadera vocación agrícola”, son inocuos campesinos.
Su debate sólo se concentra en hablar de la guerrilla y del extinto Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (Incora, ahora llamado Incoder), y tal parece que no le conviene hablar de esos hacendados porque su discurso caería por su base, al intentar involucrar a verdaderos afectados para relacionarlos con los grupos guerrilleros. Por eso menciona ejemplos en los que se tienen despojos aparentemente hechos por las Farc, y todo indicaría que la que sufre de “amnesia histórica” es ella.
¿Cuándo programará el debate de despojo de tierras perpetrado a manos de paramilitares y poderosos empresarios de palma, banano y ganadería extensiva?
Por eso dije al principio que la autoridad moral de la susodicha no sólo carece de peso sino que se burla del entendimiento humano. Y lo digo con uso de razón, cuando es ella la que hace las veces de marioneta de una élite empresarial, también recalcitrante, que con galimatías han hecho hasta lo imposible porque sus oscuros y ambiciosos intereses particulares pisoteen los de las comunidades que han sido revictimizadas por una guerra que no les pertenece y con la connivencia de actores que se han lavado las manos de sangre y corrupción.
¿Querrá la congresista tomar como ejemplo a campesinos pobres para que hagan las veces de chivos expiatorios y, así, justificar alguna triquiñuela para favorecer a alguno de esos poderosos ganaderos o palmicultores? Y hago la pregunta por la relación cercana de su esposo y de ella con personas como esas. Se le olvida a la representante que ese tipo de camaleónicos empresarios a los que supuestamente tilda de víctimas, son los mismos despojadores de tierras que en ocasiones les ha colaborado para que continúen con sus objetivos, tal como lo informó en julio de 2012 Noticias Uno.
Finalmente, señala que el Incora, como un ente del Estado, también despojó a campesinos, lo cual para nadie es un secreto, pero no señala que fue entre esa y otras instituciones el medio por donde poderosos hacendados triplicaban el tamaño de sus propiedades, de forma mágica e inexplicable. También olvida que, hace ya bastantes años, los campesinos se quedaron con los crespos hechos cuando fue esa institución la que se demoró en legalizar las propiedades, porque pisoteaba los intereses de una élite que, junto con los paramilitares, se estaba apoderando de esas tierras, haciendo que los intentos de reformas agrarias hayan sido en vano. Esta es una de las razones por las que la entidad siempre se tornó ineficiente para efectuar los procesos de legalización de predios.
Y por último, se le olvida que son los campesinos de ahora, los de verdad, los que han reclamado sus tierras, no ya como lo hicieron ricos empresarios a través de “asociaciones de papel” con cara de testaferros, sino que lo han hecho de manera legal a través de rigurosos y seguros procesos administrativos avalados por la Majestad de la Justicia.
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