Columnista:
Germán Ayala Osorio
El reconocimiento que acaban de hacer los comparecientes de las antiguas FARC, de la responsabilidad por los crímenes de Gómez Hurtado, del exgeneral Landazábal Reyes y de Jesús Bejarano, entre otros, constituye el primer estartazo de lo que es, desde ya, la difícil aceptación de las Verdades que los excombatientes farianos están dispuestos a contarle al país.
Más allá de que el hoy senador Julián Gallo (alias mn ) del partido Farc entregue detalles y las circunstancias de tiempo, modo y lugar en las que se perpetraron esos crímenes, en particular el de Álvaro Gómez Hurtado, ya el país va camino a sumergirse en un agrio debate en torno a la veracidad de lo reconocido por el antiguo guerrillero, a lo que se suman toda suerte de teorías que buscan desestimar lo reconocido por Gallo y las presiones del Gobierno de Duque, a través de su Comisionado de Paz, a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) para que decida con prontitud el futuro judicial del senador que reconoció haber ejecutado la orden de asesinar a Álvaro Gómez Hurtado.
El caso de Gómez Hurtado deja ver con enorme claridad varios hechos que generan todo tipo de preocupaciones. El primero, los intereses políticos que siempre rodean a los magnicidios y a sonados crímenes no elevados a esa condición; intereses políticos sectoriales que hacen que las pruebas recogidas por los efectivos de la policía judicial o de otros cuerpos de investigación terminen confluyendo en teorías e hipótesis explicativas que aunque no prueban nada, si sirven para procesar a supuestos responsables directos y autores intelectuales.
Tantos años después, bastó la declaración de Julián Gallo para que todo lo que la justicia colombiana construyó en torno al proceso de esclarecimiento del crimen de Gómez Hurtado, entrara en un estado de total inverosimilitud y por ese camino, de ilegalidad de todo lo actuado.
El segundo hecho tiene que ver con el desprecio del carácter político con el que diversos agentes estatales asumieron la presencia y la operación de la guerrilla de las Farc-Ep. El descrédito generalizado de la naturaleza política de las guerrillas en Colombia no solo encandiló a los investigadores y sabuesos de la Fiscalía y de la Inteligencia del Estado, sino que facilitó que operadores políticos, amigos y beneficiarios de la guerra, hicieran ingentes esfuerzos por posicionar otra verdad en torno al asesinato del líder conservador y exconstituyente. Una mejor formación política de los investigadores hubiese atendido las versiones y los propios reconocimientos que en torno a la autoría del crimen de Gómez, circularon antes y después de cumplida la orden de asesinar al líder conservador.
Un tercer hecho tiene que ver con la perversidad del silencio que por largos 25 años guardaron las propias Farc-Ep en torno al crimen de Gómez Hurtado. Picardía propia de quienes al desconocer la autoridad del Estado y enfrentarlo militarmente, supieron aprovecharse de la confusión y la conmoción generada en el país. El mismo Julián Gallo lo explica en reciente entrevista a EL ESPECTADOR: “Lo que entiendo es que, al ver el escándalo de la pelea entre sectores del poder, se tomó la decisión de mantenerlo en reserva hasta que se considerara el momento. Esto se profundizó mucho más hasta tener dos sectores de la élite dominante enfrentados sin darse una explicación y ahora que entregamos nuestra versión no se nos cree”.
Y un último hecho tiene que ver con el miedo a la verdad que generarán estos primeros reconocimientos que los exfarianos hacen de su responsabilidad política y militar de crímenes como los Gómez Hurtado, Landazábal Reyes y Bejarano. Por todos los medios posibles, amigos y agentes del Régimen intentarán usar las auto incriminaciones de los excombatientes y comparecientes a la JEP para presionar a los magistrados de esa jurisdicción a tomar decisiones judiciales que puedan afectar el sentido de un proceso de paz, fundado en los principios de la Justicia Transicional, pero sobre todo, fondeado en la necesidad de darle mayor valor a la Verdad y a la Reconciliación, que a la sanción legal.
Debe el país prepararse para nuevos estartazos que saldrán de los comparecientes de las desaparecidas Farc-Ep. Ojalá los miembros de los insepultos partidos políticos, Liberal y Conservador, históricamente responsables del origen del conflicto armado interno, tengan la grandeza de acoger las otras verdades que estarán por llegar. Y lo mismo hay que exigirle a la prensa afecta al régimen de Duque-Uribe para que no conviertan la entrega de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, en un motivo más para que la Derecha continúe llevando a Colombia por los caminos del totalitarismo.
la guerrilla farc no tienen ningun afan de paz, su objetivo es tomarse el poder con dos frentes, con los votos y/o con la armas, siguen mintiendo en todos los sentidos como siempre lo han hecho, un chasco que se llevaron fue que un solo senados saco 15 veces mas votos que ellos, y que solo les queda las armas porque votos no, ahora usan la pas si les conviene y sino las armas, y siguen mintiendo, no entregron los niños reclutdos porque significaba una afrenta y una perdida.