Parece que el tema de la semana será la dichosa conversación (al parecer inventada), de Uribe y Pastrana con el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Que si fue, que no fue. Que se encontraron en un pasillo, en el baño, por Skype, que Uribe estaba, que no estaba. En fin, la verdad no me importa mucho si se dio o no la reunión, disfruto eso sí, del fantástico Hashtag #MientoComoUribeYPastrana, acompañado por imágenes muy divertidas y textos brillantes.
Lo que me preocupa es lo que hay detrás de todo este acto pobre de buscar aliados que validen un proyecto de desprestigio que lidera el Uribismo, un acto ruin, ante el no fracaso deseado de la desmovilización de las FARC y que tiene como fin último, no la justicia para «los terroristas de la far», sino regresar al poder, continuar con su orgía de corrupción y salvar a como de lugar a sus amigos presos y prófugos.
Rotar noticias, crear notas de voz y chats en WhatsApp, estados en Faceboock y trinos en Twitter teniendo como piso la mentira, y como fin el engaño. Acusar falsamente como el senador uribista Daniel Cabrales, quien aseguró que las FARC eran responsables de la tragedia en Mocoa. Hacer que la gente salga verraca a votar, con mentiras, con una supuesta ley que le quitaba un porcentaje a los pensionados para dárselo a las FARC, o con aquello del proyecto homosexualizador del país. Descalificar a las víctimas, o a quien quiera que tenga argumentos, con un áspero «estudien vagos», «amigo de la far», «amigo del terrorismo», «enmermelado», entre otros sinnúmero de calificativos, propios de fanáticos furiosos, dispuestos a inmolarse por un proyecto político lleno de mentiras y odio.
Lo que realmente me preocupa, es que estamos asistiendo a una política de mentiras cada vez más desvergonzada.
Siempre nos han mentido: desde la promesa de solucionarlo todo, o derrotar a las FARC en cuatro años, hasta votar por el menos malo (escoger entre Zuluaga o Santos). Asistimos a una política sin memoria, esa que aclama como salvador a Uribe y como bastión de la anticorrupción, olvidando que en su gobierno se compró la reelección (Yidis política), el mismo en el que se dieron malos manejos a Agro Ingreso Seguro, el mismo de las chuzadas del DAS, de la corrupción en la DNE (Dirección Nacional de Estupefacientes) y en el que se dieron las ejecuciones extrajudiciales (falsos positivos), entre otros temas.
Me preocupa que en lugar de madurar políticamente y ponerle freno a la esquizofrénica búsqueda de poder del uribismo, nos detengamos a definir si se dio o no la reunión, si se dio en un pasillo o en el orinal del Mar-a-Lago. pronto llegarán los comicios electorales y van a llegar al congreso y a la Casa de Nariño, quienes nos han mentido desde siempre.
Nos van a obligar a ver por cuatro u ocho años más el mismo espectáculo pobre, sin argumentos, sin principios, sin garantías para la oposición. Atiborrado de actores mal maquillados, que repiten sin razón el mismo libreto cansado.